PRIMERA PARTE
INTRODUCCIÓN
Así como sus piernas ya no corren tan deprisa con 50 años como con 18, tampoco su memoria recuerda con la misma agilidad y precisión con 65 años que con 25.
Esto es lo que suelo contestar a mis pacientes, familiares y amigos cuando, llegados a cierta edad, irremediablemente, comienzan a preguntarme por su memoria. Ni se imagina la cantidad de personas a las que les asalta la misma inquietud a medida que se les acerca la edad de jubilación. De hecho, la sensación de estar perdiendo la memoria es la queja psicológica más común en personas mayores de 50 años, incluso más que el estrés o la depresión.
En cierto sentido es natural que la memoria nos preocupe pasada cierta edad. Al fin y al cabo, las enfermedades que afectan al cerebro son la primera causa de muerte en personas no jóvenes, y las noticias sobre estas dolencias están muy presentes en los medios de comunicación. Además, muchos de los que están preocupados por los fallos de memoria han sido testigos, en un pasado más o menos reciente, del deterioro intelectual —especialmente del de la memoria— de un ser querido, lo que suele ser una experiencia muy dolorosa que deja en el cuerpo un poso de pavor a sufrir el mismo destino.
Como he adelantado, es habitual que las personas mayores a mi alrededor me pregunten acerca de los problemas de memoria. La frase que más escucho cuando desvelo que soy neuropsicólogo a un mayor de 50 años es: «Me falla la memoria». La segunda es: «¿Cómo puedo saber si tengo Alzheimer?». Para poder recomendar algún libro útil y didáctico a todas aquellas personas preocupadas por el tema, hace aproximadamente tres años empecé a revisar la bibliografía existente sobre la pérdida de memoria asociada a la edad. Cuando descubrí que no había ningún libro especialmente dirigido a este público, mi sorpresa fue mayúscula. A decir verdad, encontré varias decenas de libros que ofrecían ejercicios de memoria, pero ninguno que se centrara en recoger las preocupaciones que habitualmente me llegaban de mis pacientes y en ofrecer respuestas a las dos preguntas más habituales: «¿Cómo puedo saber si tengo una enfermedad degenerativa?» y «¿Qué puedo hacer para ejercitar y conservar mi memoria?». Como la preocupación por los problemas de memoria es tan común, las ideas equivocadas acerca de estos son tan abundantes, y la información para resolverlos es tan escasa, decidí escribir este libro para intentar ayudar a todas estas personas a las que les preocupa su memoria.
Con la intención de cumplir dicho propósito, Me falla la memoria le facilitará la información necesaria para entender el funcionamiento de nuestra memoria y los principales trastornos que provocan su deterioro. Así, podrá comprender qué motiva nuestra preocupación, aclarar cuál es el riesgo real de tener un trastorno de la memoria y cómo puede detectarlo. Pero, lo que es más importante, he intentado plasmar toda mi experiencia clínica y todo el conocimiento científico hasta la fecha, para explicarle cómo aliviar y prevenir estas dificultades.
De entrada, el libro no está concebido como un cuaderno de ejercicios. Siempre he defendido que el mejor entrenamiento para la memoria se encuentra fuera de los libros, ya que los ejercicios no necesariamente resultan beneficiosos para el cerebro, aunque pueden asegurar cierta mejora durante tres o cuatro semanas. Como ya habrá adivinado, la voluntad del libro es didáctica, en el sentido de que intenta concretar aquellos indicios y síntomas propios de los problemas de memoria ante los que se debe pedir ayuda, además de plantear algunas pautas para poder desarrollar un estilo de vida beneficioso para ejercitar la memoria y prevenir el deterioro cerebral. Su intención es dar respuesta a dudas que probablemente el lector lleva tiempo planteándose.
El cerebro es nuestro órgano más precioso. Su complejidad es única en el mundo natural y nos permite no solo pensar, sino también tener una identidad, cuidar de nuestro cuerpo, amar y sentirnos amados, hacer cosas por los demás, desear, plantearnos nuevos retos y alcanzar casi cualquier meta que nos propongamos. La mayoría de las personas cuidan su piel con jabón y cremas, sus dientes con pasta y cepillo, sus músculos con ejercicio físico y todo ello está bien implementado en nuestra cultura y nuestro estilo de vida. Sorprendentemente, son pocas las personas que conocen cómo cuidar nuestro órgano más importante: el cerebro. De hecho, es muy posible que sea a partir de este libro que lea por primera vez el término «salud cerebral».
Le invito a pasar a mi consulta y aclarar todas sus dudas, a poner en práctica algunos trucos para sacar el máximo partido a su memoria y a conocer las claves necesarias para disfrutar a cualquier edad de una excelente salud cerebral. ¡Adelante!
¿POR QUÉ ME PREOCUPA MI MEMORIA?
Puedo asegurarle que usted no es el único de su edad preocupado por su memoria. Al menos una de cada cuatro personas de entre 25 y 35 años asegura tener problemas o fallos de memoria que llegan a inquietarle. Esta cifra aumenta proporcionalmente hasta el 35 % en las personas de entre 40 y 50 años y alrededor del 40 % entre las que se acercan a la edad de jubilación. Finalmente, más de la mitad de las personas mayores de 65 años manifiestan experimentar fallos o una pérdida gradual de memoria que les inquieta. Valorados en su conjunto, los datos de los distintos estudios de la prevalencia de preocupación o quejas subjetivas relacionadas con la pérdida de memoria indican que cuatro de cada diez adultos están preocupados por esta. Y es que, según indican los estudios, esa sensación es la queja de salud más común en las sociedades modernas.
Como se ha indicado, la mayoría de las personas comienzan a preocuparse por su memoria, y por la posibilidad de que sus fallos sean los primeros síntomas de una enfermedad neurodegenerativa, a partir de los 50 años, y sobre todo de los 60. En cierto sentido, el envejecimiento de la población y la cada vez más frecuente presencia de noticias relacionadas con la enfermedad de Alzheimer en los medios de comunicación explican que haya crecido la alarma social en torno a este tipo de alteraciones.
Sin embargo, esta preocupación no suele manifestarse como una inquietud acerca de nuestro futuro más o menos cercano, sino como una sospecha de que algo le está ocurriendo a nuestro cerebro. Está tan extendida la preocupación por la pérdida de memoria que cuando veo a algún familiar con quien no he coincidido desde hace varios meses, o cuando me presentan a una persona mayor de 50 años que conoce mi profesión, suelo susurrarle a mi mujer «Seguro que me pregunta por su memoria». Pueden estar seguros de que en la mayoría de los casos acierto.
Si tiene este libro entre las manos es muy probable que también usted sea una de esas personas preocupadas por su memoria. Y es muy posible también que no pertenezca al grupo de personas al que le inquieta sufrir una alteración de la memoria algún día, sino más bien forma parte de aquel que sospecha que quizás esos olvidos puedan suponer los primeros síntomas de una enfermedad catastrófica. Después de varios años reflexionando sobre este fenómeno, creo que existen distintas razones que provocan que esté sintiendo que su memoria empieza a fallar.