Dr. Jean-Paul Curtay
Dr. Rose Razafimbelo
Nutriterapia.
Guía familiar
de los alimentos
que nos cuidan
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
Obra publicada bajo la dirección de Laure Paoli
Aviso
El objetivo de la presente obra es ayudarle a:
— realizar una mejor gestión de la nutrición como agente preventivo o complemento (auxiliar) de las terapias clásicas;
— comprender mejor los consejos dietéticos y nutricionales o las prescripciones de su nutricionista o médico.
En ningún caso debe considerarse este texto como un sustituto de la asistencia médica o como una prescripción, ni siquiera de carácter nutricional. Se recomienda a aquellas personas que sean conscientes de poder presentar un riesgo anormal o una sintomatología específica que consulten a su médico, ya que este es el único cualificado para proporcionar prescripciones o consejos nutricionales adaptados a cada caso específico.
Recordamos que el consumo de alcohol está prohibido a las mujeres embarazadas. Por lo tanto, los autores y el editor rechazan por anticipado cualquier tipo de responsabilidad dimanante de un uso del presente texto con otros objetivos diferentes a los enumerados en este aviso.
A fin de alcanzar la precisión deseada, era necesario citar algunas marcas comerciales, laboratorios y sitios de internet. Dichas referencias se realizan a título gratuito y no constituyen en ningún caso una valoración de las citadas marcas.
Lista de abreviaturas utilizadas:
g: gramo
mg: miligramo
µg: microgramo
Fotografías de la cubierta de © Sucré Salé.
Traducción de Jesús Valdés Blanqued.
Diseño gráfico de Sophie Zadgrasky.
Título original: Le guide familial des aliments soigneurs.
© Éditions Albin Michel, S. A. - París 2005
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-68325-332-7
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Índice
Introducción
¿Por qué hablamos de alimentos y nutrientes beneficiosos? El ser humano jamás ha conocido en su historia —ni siquiera en la Prehistoria, como algunos pretenden afirmar— un auténtico «paraíso nutricional». Muy al contrario, la mayor parte de la población mundial se ha visto sometida a hambrunas y carencias de forma constante. En la actualidad, por lo menos en los países desarrollados, hemos conseguido alejar con gran eficacia el riesgo de hambrunas y de numerosas carencias.
Y, sin embargo, los habitantes de estos países presentan importantes desequilibrios nutricionales. En primer lugar, porque los fulgurantes avances tecnológicos han reducido de forma considerable la obligación de mover los músculos: ya no necesitamos descender a un pozo para bombear agua, subir el cubo hasta la superficie, llenar un barreño, lavar la ropa a mano y volver a salir para tenderla. Tanto en el hogar como en el trabajo existen aparatos y herramientas que nos permiten ahorrar energía. De esta forma, de repente, ya no necesitamos comer tanto como antes.
En efecto, en 1890, un hombre consumía aproximadamente 4.000 calorías, y una mujer, alrededor de 3.000; por el contrario, en la actualidad, un hombre no consume más de unas 2.200, y una mujer, 1.700. Esto resulta, sin lugar a dudas, beneficioso, ya que en aquella época un hombre vivía 46 años de media, y una mujer, 49. En efecto, el hecho de comer menos reduce la inevitable corrosión vinculada a la combustión imperfecta de las calorías. Sin embargo, como es evidente, al ingerir una menor cantidad de calorías, también hemos limitado las fuentes de sustancias beneficiosas y nutrientes esenciales para nuestro correcto funcionamiento, así como para el mantenimiento de una buena salud: las vitaminas y los minerales. No fue hasta mucho más tarde cuando descubrimos que, sin necesidad de hablar de una auténtica carencia, la falta de determinadas sustancias constituye la causa más frecuente de molestias cotidianas como el cansancio, la vulnerabilidad ante el estrés, la irritabilidad, la disminución de la resistencia frente a las infecciones, los problemas sexuales y de fertilidad, o la mala memoria; y, de forma aún más sorprendente, que estas sencillas ausencias o déficits desempeñan un papel fundamental en la aparición de las enfermedades degenerativas, también denominadas «enfermedades de la civilización», que en nuestros días afectan a la mayor parte de los occidentales una vez superada cierta edad: patologías cardiovasculares, cánceres, enfermedades autoinmunes, artrosis, osteoporosis, sordera, cataratas, degeneración macular (principal causa de ceguera en personas ancianas), alteraciones de la memoria, enfermedades de Alzheimer y Parkinson...
No hay duda de que los avances tecnológicos han supuesto un extraordinario beneficio para el ser humano: alrededor de treinta años más de vida. Pero, consecuentemente, tenemos tiempo para desarrollar patologías de desgaste relacionadas con la edad, y la falta de aportes minerales y vitamínicos, derivada de forma inevitable de la inferior cantidad de alimentos consumidos, aumenta aún más el riesgo de aparición de estas patologías. De forma paralela, el progreso tecnológico, unido a la industrialización de la producción alimentaria, ha apartado de nuestros platos las frutas y verduras provenientes del huerto tradicional, las patatas cosechadas en campos cercanos y el pollo de corral en beneficio de postres elaborados con mermeladas muy azucaradas y envasadas, el puré precocinado, un pollo incapaz de tenerse en pie en medio de su revoloteo e infinidad de alimentos deteriorados, cuyo contenido en minerales y vitaminas ha desaparecido por completo. Y todo ello, sin tener en cuenta que la urbanización y la industrialización nos proporcionan una abundante aportación de contaminantes —en el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que consumimos existen más de 100.000 moléculas nuevas— y estrés. En efecto, el estrés y la contaminación aceleran de por sí la aparición de un gran número de patologías: por ejemplo, el ruido puede originar sordera, y los contaminantes atmosféricos, asma. Estos son los responsables, en gran medida, de que se realice un uso excesivo de las cualidades protectoras de los minerales y las vitaminas, como ocurre con el magnesio para el oído y los antioxidantes para los bronquios. Este terrible doble efecto explica que, a pesar de los «grandes» progresos de la medicina, sigamos estando muy lejos de la anunciada erradicación del cáncer y las enfermedades cardiovasculares, mientras que el sobrepeso y la diabetes se convierten en una auténtica epidemia, la frecuencia del asma se duplica y el gasto en seguros de enfermedad provoca pesadillas.
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