H EIKE F REIRE
¡Estate quieto y atiende!
Ambientes más saludables para prevenir
el déficit de atención y la hiperactividad
Herder
Diseño de portada: Gabriel Nunes
Edición digital: José Toribio Barba
© 2017, Heike Freire
© 2017, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN DIGITAL: 978-84-254-4033-5
1.ª edición digital: 2017
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Herder
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Índice
Para mi madre y mi abuela
Cada cultura proporciona el remedio contra la exteriorización
de los síntomas neuróticos que resultan del defecto
que ella misma produce.
Erich Fromm
Presentación
Las personas no somos muy distintas de los árboles: nacemos y crecemos a partir de una minúscula semilla, siguiendo el curso de nuestra naturaleza. Brotamos hojas y flores y, cuando estamos maduras, producimos frutos. Como en el caso de las plantas, nuestra salud y desarrollo dependen en gran medida de las condiciones del entorno: la luz, los nutrientes de la tierra, el grado de humedad, la temperatura, la calidad del aire, las especies e individuos que nos rodean… Ningún ser vivo se encuentra aislado en este planeta: estamos en íntima y constante interacción con un entorno que nos transforma y al que, con nuestra presencia y actividades, transformamos a un tiempo.
Entendida en un sentido amplio, la noción de «entorno» abarca absolutamente todo lo que nos constituye. No es un simple escenario inerte, sino algo vivo y cambiante que incluye el medio ambiente natural (aire, sonido, vegetación..) y el construido (edificios, aulas, calles…), los vínculos afectivos, los estilos de vida, los hábitos (alimenticios, de transporte…), las creencias y valores culturales, e incluso la relación con el propio cuerpo.
Sabemos por los estudios de biología genética que los seres humanos somos en extremo sensibles al entorno; más independientes de la herencia genética que, por ejemplo, nuestros parientes chimpancés. Esta sensibilidad es quizá nuestra mayor riqueza y al mismo tiempo nuestra principal debilidad.
Debido a la bipedestación, nacemos más frágiles y dependientes que otras especies y nuestro desarrollo cerebral no alcanza su madurez completa hasta, aproximadamente, los 17 años. Esta capacidad para retener las características infantiles más allá de la madurez sexual (que biólogos y antropólogos denominan «neotenia») nos ha permitido desarrollar un encéfalo de mayor tamaño que otras especies. Gracias a nuestra condición de organismos abiertos, inacabados, nuestro cerebro posee esa famosa plasticidad neuronal, que es la base de nuestras casi «ilimitadas» capacidades de aprendizaje.
Modificar los cuerpos
En los últimos cuarenta años, las ciencias de la salud y, en concreto, de la salud psíquica han conocido el auge de la «corriente organicista», que sitúa las causas de la enfermedad, el sufrimiento emocional y los problemas de comportamiento en el organismo individual del afectado. Una visión en absoluto neutra desde el punto de vista político, social y económico. que subraya el vínculo emocional innato del ser humano con el mundo natural y entiende los problemas mentales como resultado de esa desconexión, parecen haber sido olvidadas.
Pero es un hecho que siguen siendo válidas y hoy emergen de nuevo con toda la fuerza del sentido común, apoyadas por los resultados de numerosas investigaciones.
Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar Japón, un país donde la medicina forestal está reconocida de manera oficial e integrada en el sistema de salud pública. Así, un paciente con, por ejemplo, dolor de cabeza o fibromialgia puede recibir de su médico de cabecera una receta de «baño de bosque», que consiste en una estancia de uno a varios días en la floresta realizando actividades de conciencia sensorial, relajación, etc. Si estos tratamientos vienen avalados por estudios científicos, ¿es posible imaginar que, en un futuro no muy lejano, nuestros pediatras y psicólogos prescriban a una criatura con problemas de atención que, en lugar de pastillas o más horas de clase, camine cada día para ir al cole, o que disfrute de tres a cuatro horas diarias de juego al aire libre, o que reduzca a la mitad el tiempo que pasa frente a las pantallas? ¿Podrán las escuelas responder y adaptarse, como muchas están haciendo ya, a las necesidades de movimiento espontáneo, de experiencias sensoriales concretas y del contacto con la naturaleza de los niños y niñas de hoy? ¿Podemos imaginar un sistema educativo que sitúe en el centro de su labor el bienestar de los estudiantes, una vivencia básica, esencial para que pueda darse cualquier forma de aprendizaje?
Sobre este libro
Dicen los pueblos esquimales que «el ser humano se compone de cuerpo, alma y nombre», para señalar la importancia de un sonido que nos acompaña durante toda la vida. Creo que algo parecido sucede con los libros. La primera edición del material que el lector tiene en sus manos fue publicada por la editorial RBA, en el año 2013, bajo el título ¿Hiperactividad y déficit de atención? Tras realizar una profunda revisión del texto e incorporar las últimas investigaciones en la materia, es para mí una satisfacción presentar esta segunda edición en Herder Editorial recuperando su título original, el «nombre» con el que había sido concebido: ¡Estate quieto y atiende!
En cuanto a la estructura, en el primer y segundo capítulo se hace un breve repaso a la historia de la hiperactividad, su impacto en los países occidentales, el intenso debate entre especialistas para determinar si se trata de un síntoma, un síndrome o una enfermedad, y si sus causas son genéticas o ambientales. Contiene una síntesis de los hallazgos relativos a la posible peligrosidad del metilfenidato, el fármaco utilizado por lo general para tratar el TDAH , así como una discusión sobre los riesgos del diagnóstico, que suele emplearse más para clasificar y etiquetar a las personas que para curarlas. También aborda el problema del negocio de los laboratorios farmacéuticos como motor de una posible promoción de falsas enfermedades (disease mongering), y la costumbre, cada vez más extendida (y socialmente aceptada), de tomar medicinas no para sanar dolencias, sino para adaptarse a los nuevos «estilos de vida» y sentirse mejor (lifestyle drugs).
El tercer capítulo echa una mirada a la situación actual de la infancia en los países desarrollados: la condición minoritaria y de creciente aislamiento de los pequeños, las transformaciones urbanas que les han «robado la calle» (es decir, su espacio de socialización tradicional), el sedentarismo y la vida en espacios cerrados, la contaminación ambiental, el exceso de tecnología, la falta de juego y de contacto con la naturaleza, la sobrecarga de deberes y exámenes, la presión por los resultados escolares y las formas en que todos estos factores pueden estar influyendo en el increíble aumento del trastorno.
El cuarto trata de reflexionar sobre algunas cuestiones clave relacionadas con el TDAH : el problema de la «normalidad», entendida como rechazo a las diferencias individuales, grupales, sociales…, como empeño en dirigir y controlar una realidad biológica que desborda y escapa a todas las previsiones; la importancia del movimiento y las sensaciones para el equilibrio energético y el desarrollo de las capacidades de atención y aprendizaje; la incidencia de los procesos individuales de maduración emocional en el desarrollo físico e intelectual, así como las dificultades que existen en nuestra cultura para expresar las emociones y establecer relaciones empáticas; por último, analiza los conceptos de «atención» y «concentración» desde el punto de vista del desarrollo cerebral, los aspectos psicosociales y también de los métodos pedagógicos.
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