Mortimer Taube - Computadoras y Sentido Común
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- Libro:Computadoras y Sentido Común
- Autor:
- Editor:Sargont
- Genre:
- Año:1971
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MORTIMER TAUBE
COMPUTADORAS
Y SENTIDO COMÚN
EL MITO DE LAS MÁQUINAS PENSANTES
GÉMINIS EDITORA S.R.L.
Título del original inglés:
COMPUTERS AND COMMON SENSE
(The Myth of Thinking Machines)
Copyright © 1961, Columbia University Press, Nueva York
Versión castellana de:
C ARLOS A LBERTO V IÑUALES
Edición digital: Sargont (2019)
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina
© Noviembre de 1971 by GÉMINIS EDITORA S. R. L. - Buenos Aires
Esta investigación constituye un intento de crítica de la ciencia, similar en sus objetivos a la crítica tradicional que se ejerce en los campos de la actividad literaria, musical, artística y religiosa. Ve en el quehacer científico una actividad realizada por hombres, no por semidioses, ni siquiera por sacerdotes de elevada jerarquía. Y así como la crítica literaria o la crítica artística es muchas veces rechazada por áspera o no constructiva, y la crítica de la doctrina religiosa por herética, así también puede ocurrir que la crítica de la ciencia sea puesta en la picota y, lo que es peor aún, se haga caso omiso de ella.
El crítico debe guardar una doble lealtad. Debe profesar una honda devoción a la actividad que se propone criticar y debe tener conciencia de su responsabilidad pública, a la vez que un sentido del bien público como criterio para la interpretación de intenciones especiales. Esto no quiere decir que el crítico de la ciencia habrá de insistir en obtener de la actividad científica utilidades inmediatas de orden práctico o económico. A él le corresponderá, en mayor grado aún que al científico práctico, insistir en el valor del conocimiento científico y en la importancia de comprender el mundo en que vivimos, como una fuerza liberalizadora y vigorizante dentro del Estado.
Mientras la ciencia era una actividad individual de hombres que vivían consagrados a ella, la crítica de la ciencia podía considerarse superflua. Pero en el mundo moderno la ciencia es una gran empresa, con sus hombres- organización, su aversión a la controversia y a los espíritus polémicos, su dosis de envanecimiento y su preocupación por planes y presupuestos más que por contribuciones de orden científico. Muchas de nuestras universidades, que se supone constituyen los últimos baluartes de la investigación pura y básica, en contraste con el gobierno y con el mundo empresario, han fundado institutos de investigación y sociedades de investigación, que denodadamente andan a la caza de contratos e intervienen en licitaciones competitivas de fondos públicos.
Lo ideal sería que las sociedades científicas ejercieran sus atribuciones de sanción y cumplieran sus tareas de crítica indirectamente a través de su control de publicaciones, promoción académica y otorgamiento de distinciones. Y en gran medida hacen esto, y lo hacen bien. Pero las investigaciones por contrato y las subvenciones del gobierno, junto con la oportunidad de publicar informes no tamizados por la crítica y de participar en simposios, dan pie a que los científicos jóvenes, impacientes y ávidos de progreso, eludan las aprobaciones tradicionales y el comentario y la crítica tradicionales de sus trabajos por parte de colegas más antiguos. Se observará que la mayor parte de las actividades criticadas en este volumen se hallan respaldadas por contratos gubernamentales, y que sus resultados han sido anunciados en gran medida en informes y simposios sustraídos a las ventajas del comentario crítico.
Es probable que la actual modalidad de investigaciones respaldadas por subvenciones y contratos continúe generalizándose a expensas de la tradicional investigación académica de gabinete, y también es probable que los informes científicos y técnicos, sobre todo en los nuevos campos tecnológicos de carácter espectacular, tiendan cada vez más a convertirse en el instrumento primario de la comunicación científica a expensas de las publicaciones de las sociedades científicas. Esto significa que habrán de buscarse nuevos tipos de comentarios y de crítica. También tendrán que crearse nuevos tipos de entidades administrativas responsables en el campo de la ciencia y la tecnología, similares a los que han demostrado ser necesarios en el campo de la medicina y de la salud.
Así como la guerra es algo demasiado importante para ser dejada en manos de los generales, y la medicina es demasiado importante como para ser dejada en manos de los médicos, así la ciencia es demasiado importante como para ser dejada en manos de los científicos. No hay más motivos para creer que la ciencia se verá perjudicada si acepta el apoyo oficial en lugar de las subvenciones de personas ricas y de filántropos, que para admitir que la literatura y la música se vieron perjudicadas cuando los acaudalados protectores fueron reemplazados por el apoyo oficial. Pero el apoyo oficial a la ciencia debe implicar responsabilidad pública y crítica pública de la ciencia.
Un crítico suele tener también sus propios críticos. En cuanto a la apreciación crítica de esta obra en las distintas etapas de su preparación, tengo una deuda de honda gratitud para con mis amigos y colegas de Documentation Incorporated, sobre todo con los señores Eugene Miller y Alexander Kreithen. Cuando me he dejado llevar por mis arrebatos, ello se debe a que en mi celo misionero resté importancia a las sugerencias que ellos me formularon. Expreso también mi reconocimiento a la señora Ca- rolyn Thomas, insustituible en la preparación del manuscrito. Por último, como la mayoría de los hombres, tengo en mi hogar a un crítico cuya paciencia y comprensión posibilitan todas las cosas.
Pero me apresuro a agregar que de todas las exageraciones, subestimaciones y errores soy yo el único responsable.
M ORTIMER T AUBE
El capítulo que ahora figura como Apéndice con el título “De las aberraciones científicas”, fue escrito en primer término, y mi intención era incluirlo como capítulo primero para explicar en él los propósitos del libro. Sin embargo, a medida que iba redactando un borrador tras otro, me di cuenta de que lo que había empezado como introducción se iba convirtiendo en una sucesión de conclusiones y evaluaciones. Así, pues, dejar ese material al comienzo del volumen equivalía, en realidad, a emular aquello de la Reina Roja: “Primero la sentencia, después las explicaciones”. A raíz de ello modifiqué el manuscrito de manera de dar cabida a la introducción que el lector tiene a la vista.
En esta introducción sólo hace falta una breve exposición del alcance del libro y del plan que en él se sigue. Durante varios años mis colegas y yo estuvimos empeñados en la formación de un centro mecanizado para el procesamiento de datos e informaciones de carácter científico y técnico. Mientras trabajábamos resolviendo un problema tras otro, mientras ideábamos métodos para transformar datos primarios e informes en otros mecánicamente procesables, tropezando a cada paso con limitaciones mecánicas y con la incapacidad humana para dar forma acabada a las intenciones y significados que nos inspiraban, abrigábamos una vaga sensación de que al margen de nuestros modestos esfuerzos iba enriqueciéndose una literatura sobre nuevos tipos de máquinas, cuya posible existencia convertiría todo nuestro trabajo en obsoleto. Este tipo de obsolescencia tecnológica se ha presentado anteriormente y volverá a presentarse. En contraste con esa corriente renovadora se observa, por ejemplo, que los telares utilizados en nuestros establecimientos textiles para tejer las distintas telas, guardan notable semejanza con los de un siglo atrás, a pesar de que cualquiera que se detenga a observar el pesado traqueteo de un telar no dejará de pensar en la posibilidad de algún procedimiento más ágil, cosa que muchos inventores han procurado hallar. De ahí que nos pareció razonable examinar lo que se había escrito sobre ciertas nuevas máquinas en el campo del procesamiento de datos, antes de desechar de plano nuestros limitados y laboriosos avances.
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