Título original en francés:
Commun, Christian Laval y Piere Dardot
© Éditions La Découverte, Paris, 2014
9 bis, rue Abel Hovelacque
75013 Paris
© De la traducción: Alfonso Díez
Corrección: Marta Beltrán Bahón
Diseño de cubierta: Juan Pablo Venditti / vendittigraphics
Primera edición: mayo de 2015, Barcelona
Derechos reservados para todas las ediciones castellano en todo el mundo
© Editorial Gedisa, S.A.
Avda. Tibidabo, 12, 3º
08022 Barcelona (España)
Tel. 93 253 09 04
www.gedisa.com
Preimpresión:
Editor Service S.L.
Diagonal 299, entresol 1ª – 08013 Barcelona
www.editorservice.net
eISBN: 978-84-9784-881-7
eDepósito legal: B.10769-2015
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.
Índice
Presentación
Por todo el mundo, diferentes movimientos se oponen a la apropiación por parte de una pequeña oligarquía de los recursos naturales, los espacios y los servicios públicos, los conocimientos y las redes de comunicación. Estas luchas plantean todas ellas una misma exigencia, se basan en un mismo principio: lo común.
Pierre Dardot y Christian Laval muestran por qué este principio se impone hoy en día como el término central de la alternativa política para el siglo XXI : anuda la lucha anticapitalista y la ecología política mediante la reivindicación de los «comunes» contra las nuevas formas de apropiación privada y estatal; articula las luchas prácticas con las investigaciones sobre el gobierno colectivo de los recursos naturales o de la información; designa formas democráticas nuevas que aspiran a tomar el relevo de la representación política y del monopolio de los partidos.
Esta emergencia de lo común en la acción reclama un trabajo de clarificación en el pensamiento. El sentido actual de lo común se distingue de los numerosos usos que se ha dado a esta noción, ya sean filosóficos, jurídicos o teológicos: bien supremo de la ciudad, universalidad de esencia, propiedad inherente a ciertas cosas, incluso alguna vez el fin perseguido por la creación divina. Pero hay otro hilo que vincula lo común, no a la esencia de los seres humanos o a la naturaleza de las cosas, sino a la actividad de las personas mismas: sólo una práctica de puesta en común puede decidir qué es «común», reservar ciertas cosas al uso común, producir determinadas reglas capaces de comprometer a los hombres. En este sentido, lo común reclama una nueva institución de la sociedad por ella misma: una revolución.
Agradecimientos
Nuestra reflexión sobre el principio de lo común debe mucho a aquellas y a aquellos que participaron en los trabajos colectivos del grupo de estudios y de investigaciones Question Marx y en el seminario «De lo público a lo común» en el marco del Collège international de Philosophie y del Centro de economía de la Sorbona entre 2010 y 2012, que animamos conjuntamente con Antonio Negri y Carlo Vercellone .
Nuestro agradecimiento a todas las personas que propusieron contribuciones en nuestras sesiones de trabajo y que participaron en las discusiones públicas que organizamos, en especial: Philippe Aigrain , Laurent Baronian, Saïd Benmouffok, Alain Bertho, Yves Bonin, Philippe Chanial , José Chatroussat, François Chesnais, Serge Cosseron, Nathalie Coste, Thomas Coutrot , Patrick Dieuaide, Jean-Michel Drevon, François Du champ, Giorgio Grizotti, Nicolas Guilhot, Laurent Jeanpierre, Mathieu Léno nard, Anne Le Strat, Danièle Linhart, Alberto Lucarelli , Jason Francis Mc Gimsey, Éric Martin, Ugo Mattei , Jean-Marie Monnier, El Mouhoub Mouhoud, Gabriel Nadeau-Dubois, Paolo Napoli , Jorge Novoa, Bernard Paulré, Jérôme Pelisse, Pascal Petit, Frédéric Pierru, Franck Poupeau, Anne Querrien, Judith Revel, Hossein Sadeghi, Christophe Schneider, Andrée Steidel, Ferhat Taylan, Bruno Théret, Olivier Weinstein.
Damos gracias a las personas que nos proporcionaron preciosos elementos de documentación, especialmente a Gilles Candar, Guy Dreux, Louise Katz, Jean-Louis Laville , Alexis Pelletier, Pierre Sauvêtre y Va lentin Schaepelynck. No olvidamos a Corine y Thierry Richoux, para quienes el noble y antiguo oficio de vinatero es también un arte de lo común.
Que este libro se haya podido llevar a cabo se debe en gran parte a nuestro editor en Francia, Rémy Toulouse, quien nos dio un apoyo constante desde el comienzo y nos prodigó numerosos consejos y sugerencias para hacer que la argumentación fuese lo más clara posible.
Que Anne Dardot y Évelyne Meziani-Laval, nuestras respectivas esposas, reciban una vez más nuestro agradecimiento por su apoyo, su confianza y sus opiniones, siempre esenciales para nosotros.
Introducción.
Lo común, un principio político
El porvenir parece estar suspendido. Vivimos este momento extraño, desesperante e inquietante, en el que nada parece posible. El porqué no tiene ningún misterio; no se debe a ninguna eternidad del capitalismo, sino al hecho de que éste no ha topado todavía con los suficientes obstá culos. El capitalismo sigue desplegando su lógica implacable, aun cuando demuestra cada día su temible incapacidad para aportar la menor solución a las crisis y los desastres que engendra. Incluso para extender su dominio sobre la sociedad a medida que va desarrollando todas sus consecuencias. Burocracias públicas, partidos de la «democracia representativa», expertos, están cada vez más encerrados en corsés teóricos y dispositivos prácticos de los que no pueden salir. El hundimiento de lo que había constituido la alternativa socialista desde mediados del siglo XIX , que permitió contener o corregir algunos de los efectos más destructivos del capitalismo, agrava el sentimiento de que la acción política efectiva es imposible o impotente. Quiebra del estado comunista, transformación neoliberal de lo que ya ni siquiera merece el nombre de «socialdemocracia», deriva soberanista de buena parte de la izquierda occidental, debilitamiento de la masa de asalariados organizados, ascenso del odio xenófobo y del nacionalismo, son otros tantos elementos que nos llevan a preguntarnos si hay todavía fuerzas sociales, modelos alternativos, modos de organización y conceptos que permitan esperar un más allá del capitalismo.
La tragedia de lo no común
La situación que se impone a la humanidad es, sin embargo, cada vez más intolerable. El verdadero «espíritu del capitalismo» nunca fue mejor plasmado que con la expresión atribuida a Luis XV: «¡Después de mí, el diluvio!» El empuje del capitalismo había sido más o menos canalizado por políticas redistributivas y sociales tras la Segunda Guerra Mundial, evitando así, se creía, el retorno de los desastres sociales, políticos y militares que había producido desde el siglo XIX . En los años 1980, el neoliberalismo, con la ayuda de todo el arsenal de las políticas públicas, impuso una vía muy distinta, extendiendo la lógica de la competencia a toda la sociedad.
De todo ello ha resultado un nuevo sistema de normas que se apode ra de las actividades laborales, de los comportamientos, incluso de las mentes. Este nuevo sistema instaura una competencia generalizada, ordena la relación con uno mismo y con los demás en función de la lógica de la autosuperación y el rendimiento indefinido. Esta norma de la competencia no nace espontáneamente en cada uno de nosotros como un producto natural del cerebro, no es biológica, sino efecto de una política deliberada. Es con la ayuda muy activa del Estado como la acumulación ilimitada del capital dirige de un modo cada vez más imperativo y rápido la transformación de las sociedades, de las relaciones sociales y las subjetividades. Estamos en la época del cosmocapitalismo, en el que, mucho más allá de la esfera del trabajo, las instituciones, las actividades, los tiempos de vida, son sometidos a una lógica normativa general que los reconfigura y los orienta de acuerdo con los fines y los ritmos de la acumulación del capital. Este sistema de normas es el que alimenta hoy en día la guerra económica generalizada, sostiene el poder del mercado de las finanzas, engendra las desigualdades crecientes y la vulnerabilidad social de la mayoría, acelerando además el abandono de la democracia.