Ferran Caballero presenta sus respetos al Presidente Mariano Rajoy.
Quienes desean conseguir la gracia de un gobernante suelen hacerlo, la mayoría de las veces, con aquellas cosas que entre ellos son más apreciadas o con las que ven que más le gustan; por lo que muchas veces vemos que se le regalan perritos, trajes, series y películas, puestos en consejos de administración y otros ornamentos semejantes dignos de su grandeza.
Deseando yo, pues, presentarme ante Vuestra Excelencia con algún testimonio de mi devoción, no he encontrado entre mis posesiones cosa más querida o que aprecie tanto como mis reflexiones sobre los hechos de los grandes hombres, motivadas por la mirada esporádica sobre las cosas de actualidad y la lectura continuada de las antiguas. Cosas que yo he meditado y examinado durante tiempo con cierta dedicación, y que ahora he comprimido en un pequeño librito que remito a Vuestra Excelencia. Y aunque estimo que esta obra es indigna de presentarse ante vos, no obstante también confío en que debéis aceptarla, habida cuenta de vuestra benignidad, considerando que no os puedo hacer mayor regalo que ofreceros la posibilidad de pasar un buen rato leyendo lo que yo he aprendido a lo largo de los años y que con tantas incomodidades y penurias he acabado por poner sobre el papel. No he adornado ni amplificado la obra del magnífico Maquiavelo con frases amplias o con voces ampulosas o grandilocuentes, ni con ningún otro aditamento u ornamento extrínseco, con los que muchos suelen escribir y embellecer sus cosas, porque es mi deseo o que nada la adorne o que solo la variedad de los asuntos y ejemplos tratados y la gravedad de la materia la hagan interesante. No quiero que se tome por presunción que un humilde profesor de filosofía se atreva a discurrir y a proponer normas de gobierno para los políticos, porque al igual que para apreciar la belleza del fútbol hay que verlo desde la grada y para apreciar la immensidad del Estadio hay que estar en el terreno de juego, del mismo modo hace falta ser gobernante para conocer bien la naturaleza del pueblo y formar parte del pueblo para conocer bien la del gobernante.
Acepte, pues, Vuestra Excelencia este pequeño regalo con la intención con que yo os lo envío. Si lo leéis y reflexionáis sobre él con diligencia, reconoceréis en él mi grandísimo deseo de que alcancéis la grandeza que vuestra fortuna y vuestras otras condiciones auguran. Y si desde el culmen de vuestra grandeza dirigís alguna vez vuestros ojos hacia estas partes humildes, sabréis sin duda valorar con la magnanimidad que os caracteriza los extraordinarios esfuerzos que alguien como yo tiene que hacer para ganarse una vida que preferiría dedicar al reposo y la lectura.
OYENDO A LOS GRILLOS CANTAR
I NTRODUCCIÓN
El viernes 20 de enero caía una persistente aguanieve sobre Les Planes, en la barcelonesa sierra de Collserola. Desde nuestro refugio contemplábamos los grandes pinos doblarse, agitados por el viento, y la noche cayendo pesada sobre el valle de Vallvidrera. Parecía el escenario adecuado para acompañar lo que se estaba transmitiendo en directo por la televisión: la toma de posesión de Donald Trump como 45.o presidente de los Estados Unidos. En el Círculo Filosófico de Les Planes decidimos rendirnos por una vez a la actualidad y postergar nuestra lectura del curso de Leo Strauss sobre la Política de Aristóteles hasta que nuestro anfitrión nos sacara el té y los scones, a cuyo calor nos congregamos como los antiguos viajeros junto al fuego de una posada. Cuando el nuevo presidente norteamericano retiró su mano de la Biblia que sostenía la que acababa de convertir en «first lady» y al mismo tiempo que millones de telespectadores europeos constataban, con frustración, que la estatua de la libertad no había descendido de su pedestal para hacerse el haraquiri frente a Trump, Ferran Caballero nos comunicó que había terminado este libro. Un libro en el que, inevitablemente, también se habla de Trump.
Es un hecho que para hablar de política no se puede prescindir de Maquiavelo. Hay que resaltar esto, porque a nadie parece preocuparle si Trump es un político aristotélico o popperiano, pero resulta de lo más natural preguntarse si es o no maquiavélico. ¿Cómo es que no nos sorprendemos por recurrir al vocabulario de un pensador de hace quinientos años para explicarnos las singularidades del presente?
Detengámonos un poco en esta cuestión.
A decir verdad, la sospecha de «maquiavelismo» ha estado mucho más asociada a Hillary Clinton que a Donald Trump.
Alissa Ardito, profesora de ciencia política en Yale y autora de un interesante libro sobre Maquiavelo, cuando nada parece más alejado del republicanismo del florentino que un dictador comunista.
A finales de septiembre de 2016, Chris Kutarna, profesor de ciencia política en Oxford, donde colabora con Ian Goldin,
Por último recogeré un artículo de Uri Dromi en el que sostiene que en El Príncipe el gobernante se enfrenta a dos amenazas, una externa y otra interna. La externa se podría frenar con poder militar, pero la interna requiere sutileza para evitar aquellas cosas que le pueden hacer odiado o despreciado. «Obviamente —asegura Dromi— en la Italia
No haré bromas fáciles sobre lo que la ciencia política cree poder dar de sí, pero me pregunto qué es lo que incapacita a la izquierda para aceptar que pueda haber personas de buena fe y bien informadas que se sienten legítimamente perjudicadas por las políticas socialdemócratas.
Maquiavelo, pues, sigue prestándonos una ayuda inestimable para pensarnos políticamente, lo cual sugiere que hay algo en la política que va más allá del presente o que quizás los instrumentos conceptuales elaborados por el presente no son suficientes para que este se piense bien a sí mismo.
Tras las elecciones, Maquiavelo ha seguido proporcionando inspiración a los articulistas, pero la mayoría de los que escribieron sobre Trump prefirieron acudir a Orwell para explicar sus primeros gestos como gobernante. Parece que 1984 está siendo un superventas en los Estados Unidos mientras escribo esto (finales de enero de 2017).
Ferran Caballero no es, pues, original —ni lo pretende— acudiendo a Maquiavelo para explicar la espuma de los días presentes, pero sí es inteligente, lee bien al florentino, escribe de maravilla y sabe construir analogías con más perspicacia que todos estos señores, a los que acabamos de referirnos, juntos.
Antes de continuar, apliquémonos dos dosis de prudencia maquiaveliana en relación a Trump, porque la virtud de un gobernante no la deciden los columnistas, sino su fortuna y con frecuencia, aunque lo acusen los hechos, lo excusan los resultados. Así que, esperar y ver.