A mis hijas, Telma e Inés, mis maestras
PREÁMBULO
¿Qué les diríamos a nuestros hijos e hijas si supiéramos con certeza absoluta que nos queda un día de vida?
¿Y si en lugar de un día, fuera una semana la que nos restara de vida?
¿Y si fuera no más de un mes?
“Por aquí es el camino” es, entre otras cosas, una respuesta a estas y otras cuestiones.
¿Qué quiere transmitir el texto? Con una permanente invitación y ruego a la reflexión, quiere transmitir lo esencial (que no lo básico), lo sustancial, la traducción de la encriptada fórmula que nos plantea el hecho rotundo de vivir, de vivir en las sociedades occidentales, y particularmente en España, en el siglo XXI. Fórmula que debiéramos comprender. La vida, no es una fórmula a resolver, sino a comprender.
¿A quién quiere ser transmitido el texto? A cualquier padre o madre, abuelo o abuela, hermano o hermana, hijo o hija, tío o tía, a todos cuantos amamos; para que estos a su vez puedan transmitir el propio texto, o su sustancia, a sus seres más queridos y, a ser posible cuanto antes. Es necesario comprender nuestra existencia, nuestro entorno, nuestro Sistema, nuestros verdaderos problemas, y es muy necesario que las nuevas generaciones los conozcan cuanto antes. No podemos seguir perdiendo generaciones en este sentido.
Vivir en España y en las sociedades occidentales avanzadas del siglo XXI, con el software educativo, formación, valores y estructuras de todo tipo, que absorbemos por cada micro poro de nuestros cuerpos desde que respiramos nuestro primer oxígeno, se ha vuelto una tarea muy compleja.
Y, frente a este hecho, nuestros esfuerzos personales y colectivos, se dirigen hacia la mala adaptación, hacia lo “práctico” y no hacia lo esencial; hacia el ocio, hacia las modificaciones y no hacia los cambios; se dirigen en mi opinión y lamentablemente, hacia el maquillaje.
Por qué no transmitimos a nuestros hijos e hijas, cuanto antes en sus vidas y en las nuestras, lo esencial; por qué no nos dedicamos a comprender nuestra existencia, como especie zoológica, en esta sociedad, y se la mostramos tan pronto sea posible a nuestra descendencia; por qué enseñamos, a nuestros sucesores, en altísimo porcentaje con respecto a lo esencial, lo meramente “práctico” en esta organización social, lo coyuntural, lo pactado, como las matemáticas, la química y otros asuntos como estos.
No digo que esto no haya que explicarlo y aprenderlo y comprenderlo, pero por qué no con carácter prioritario y en mayor medida que lo esencial.
Si nos quedara una semana de vida, me podría alguien explicar, quién iba de verdad a invertir el 95% de ese escasísimo tiempo en explicar a sus amados hijos, y con carácter prioritario, por ejemplo que en Laos hay una provincia que se llama Bokeo, que el PIB español ronda el billón de euros, que la ultra famosísima prima de riesgo es el indicador porcentual que mide precisamente el riesgo de que España no pague sus deudas -y que esto se hace en relación con el activo nacional menos riesgoso que es la nación de Alemania-, que la jornada laboral es de unas 40 horas semanales, que la hija de no sé quien se ha casado con el hijo de otro no sé quien, que el símbolo del Hierro es Fe y no HI, que Europa tiene un déficit inferior al de EE.UU; o bien por el contrario, quién y por qué iba a dedicar esa gran cantidad de tiempo, por ejemplo a enseñar a fabricar vehículos que sean capaces de viajar más veloces por carretera, o cómo conseguir construir un edificio de 500 plantas -o de 1.000 si ya nos ponemos-, o cómo conseguir imponer un idioma, una cultura, una economía, una religión determinadas a otros, o cómo orientar una vida a amasar una fortuna o simplemente a ganar dinero.
¿De verdad la mayoría de nosotros íbamos a destinar gran cantidad de nuestro escaso tiempo, en las circunstancias antes descritas, a transmitir todo esto, y otras cosas tan “prácticas, a nuestros hijos, a nuestras personas más amadas?
Seguramente no.
Y entonces, ¿qué estamos haciendo? ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué no empezamos por lo esencial? Por aquello que no sea coyuntural y pactado, ¿no son nuestros hijos lo que más amamos?
Nadie sabe el tiempo que estaremos por aquí, y cuando sí lo sabemos es que nos queda poco; es por ello que, en mi humildísima opinión, debemos dedicar nuestros primeros actos, nuestros mejores esfuerzos y nuestro mayor tiempo, a transmitir a nuestros seres amados, a nuestros hijos y nuestras hijas, y madre o padres, y hermanos y hermanas, y esposas y maridos, lo esencial en nuestra existencia. Aquello que no es coyuntural y no deriva de un pacto. Y conforme esto quede bien asentado, bien comprendido, podemos ir pasando a cuestiones más “practicas”, más coyunturales, como saber que la capital de Albania es Tirana, como saber interpretar un balance de pérdidas y ganancias, como calcular un interés variable a 10 años, como la distinción entre caducidad y prescripción.
¿Saben nuestros hijos y nuestras hijas que los amamos incondicionalmente, ocurra lo que ocurra? ¿De verdad lo saben todos?
¿Saben nuestros hijos que el mundo que nos rodea, creado por nuestra especie, es mentira?
¿Tienen referentes vitales reales que les guíen?
¿Saben, quizá, que el tiempo no existe?
¿Saben cuál podría ser, quizá, la quintaesencia de la vida?
¿Saben cuál debiera ser, quizá, la verdadera ambición en la vida?
¿Saben que más allá de una cifra menor de lo que creen, el dinero no es nada?
¿Saben nuestros hijos, que ya, y de adultos, van a tener que cambiar con su conducta, y con sus actos, el rumbo de auto extinción que nuestra especie ha tomado?
¿Sabemos todos qué es urgente o importante, qué es útil y necesario?
Todo ello en orden a que nuestras hijas y nuestros hijos, nuestros seres más queridos, y por conexión emocional, la mayor cantidad de población nacional y mundial posible, hagan nuclearmente tres cosas esenciales:
Adoptar cuanto antes la postura vital más adecuada para no caer subyugado ante el Suprasistema, para no vivir una vida falsa, y a partir de ahí traten de vivir una vida lo más plena posible.
Adoptar las estructuras económicas, jurídicas, políticas y vitales, con la antelación suficiente, que les permitan solucionar en el mayor grado posible, los gravísimos problemas presentes, los que se nos avecinan a las generaciones actuales, y más aún a las futuras, en las civilizaciones occidentales del siglo XXI, y particularmente en el Reino de España.