PRÓLOGO
La guerra eterna
El universo está compuesto de energía, materia e información, pero es esta última la que lo hace interesante. Sin ella, el universo sería una sopa amorfa. Carecería de las formas, las estructuras, los órdenes aperiódicos y las disposiciones fractales que le dotan tanto de su belleza como de su complejidad.
Pero la información escasea. Se oculta en rincones desde donde combate el inexorable avance del universo hacia el desorden: el aumento de la entropía. Este libro trata del crecimiento de la información y de los mecanismos que le permiten crecer a pesar de la entropía. Entre estos se cuentan los procesos naturales que hacen que se origine, así como los mecanismos sociales y económicos que contribuyen a su crecimiento acelerado en la sociedad. Esta obra trata pues del crecimiento de la información —el crecimiento del orden físico— que hace que nuestro planeta sea excepcional, rico y dispar, de los átomos a las economías.
Buena parte del libro se centrará en nuestro planeta y en nuestra especie. El motivo para ello es que, desde una perspectiva cósmica, la Tierra es un lugar especial. Sabemos de muchos lugares en el universo que concentran más materia y energía que nuestro planeta, pero no conocemos ninguno con una mayor concentración de información. Las estrellas de neutrones son tan densas que una cucharada de ellas pesa más que el Empire State. Los agujeros negros son tan masivos que retuercen la geometría del espacio. La energía también es extraordinariamente abundante en los miles de millones de estrellas que iluminan nuestra galaxia, pero no lo es tanto en nuestro planeta. Así pues, lo que hace que la Tierra sea especial no es una singularidad de materia o energía, sino una singularidad de información: ella es a la información lo que un agujero negro es a la materia y una estrella a la energía. Nuestro planeta es el lugar donde la información se concentra, crece y se oculta en un universo que por lo demás es inhóspito.
Pero ¿de dónde proviene la información? ¿Por qué se concentra en nuestro planeta, y cómo la vida favorece su crecimiento? ¿Cuáles son los mecanismos sociales y económicos que facilitan el crecimiento de la información en la sociedad? ¿Por qué nuestra capacidad de acumular información depende de la información que ya hemos acumulado? ¿Y cómo el crecimiento de la información afecta nuestras disparidades económicas y sociales?
En las páginas siguientes aprenderemos qué es la información, de dónde procede y por qué crece. Aprenderemos sobre los mecanismos naturales, sociales y económicos que contribuyen a que la información se rebele contra la entropía. Aprenderemos sobre los mecanismos que ayudan a que la información triunfe en pequeñas batallas, imponiéndose, estoica, en la única verdadera guerra que se libra en el universo: la que enfrenta al orden contra el desorden, la entropía contra la información.
INTRODUCCIÓN
De los átomos a las personas y a las economías
Ludwig era un hombre triste. ¿Fue la muerte de su hijo la gota que colmó el vaso? ¿O fueron las críticas de sus colegas? ¿Quizá amaba demasiado a los átomos?
Durante sus vacaciones estivales, Ludwig se suicidó. Elsa, su hija menor, lo encontró colgando de una soga. Se negó a hablar de este episodio durante el resto de su vida.
Por supuesto, el Ludwig del que hablo es Ludwig Boltzmann. Ludwig era un científico de renombre, y también un hombre inseguro. En su vida, hizo importantes contribuciones a nuestra comprensión de la naturaleza. Contribuciones que, sin embargo, fueron controvertidas.
Ludwig creía en los átomos en una época en que muchos de sus colegas no los consideraban más que una analogía práctica. El escepticismo de sus colegas lo incomodaba. Por una parte, sabía que iba por buen camino: había demostrado que el comportamiento empírico de los gases podía atribuirse al movimiento colectivo de las moléculas o de los átomos. Este resultado le proporcionó evidencia indirecta de la existencia de los átomos, pero ninguna manera de observarlos directamente.
La falta de evidencia directa dejó a Ludwig a merced de las críticas de sus colegas. Su némesis, el físico reconvertido en filósofo Ernst Mach, sostenía que la ciencia debía concentrarse solo en objetos que fueran observables directamente. Constructos teóricos adicionales, como los átomos de Boltzmann, no estaban permitidos.
Los problemas de Ludwig no solo eran sociales. Durante décadas había intentado explicar los orígenes del orden físico. Sus intentos, aunque fructíferos desde el punto de vista científico, también fracasaron. La teoría de Ludwig predecía lo contrario de lo que él pretendía demostrar. Su experiencia cotidiana indicaba que el orden aumentaba a su alrededor: las flores florecían, los árboles brotaban y la sociedad industrial producía nuevos aparatos cada día. Sin embargo, la teoría de Ludwig predecía la desaparición, no el crecimiento del orden. La teoría explicaba por qué el calor fluye de los objetos calientes a los fríos, por qué las espirales de leche desaparecen en el café, y por qué los susurros se desvanecen en el viento. Aunque Ludwig demostró que las microestructuras del universo desgastan el orden, haciendo que este sea efímero, era consciente de que esa no era la historia completa. Faltaban los mecanismos que contribuían a la perseverancia de la información.
El crecimiento del orden lo incomodaba. Lo incomodaba de una forma que solo un científico puede entender. Sabía que a su teoría le faltaba algo, pero no era capaz de identificar qué. En el ocaso de su vida, cansado de luchar contra las personas y la naturaleza, Ludwig tomó una soga. Lo que quedó fue un armazón de átomos que comenzó una progresiva e indudable descomposición, tal y como su teoría predecía.
En 1906 Ludwig puso fin a su vida, pero no a los problemas filosóficos que lo atormentaban. Para explicar los orígenes del orden físico, relacionó fenómenos que ocurrían en distintas escalas espaciales, en particular en átomos y gases. Aunque hoy en día tiene sentido, en la época de Ludwig operar en distintas escalas espaciales era una práctica que violaba un contrato implícito entre científicos. Muchos de sus colegas veían la ciencia como una jerarquía de muñecas rusas, en la que nuevas estructuras surgían en cada nivel. Consideraban innecesario transgredir las fronteras de dicha jerarquía. La economía no necesitaba de la psicología, así como esta no necesitaba de la biología; y la biología no necesitaba de la química ni la química de la física. Explicar los gases en función de los átomos, aunque no era tan descabellado como explicar el comportamiento humano a partir de la biología, se veía como una traición a este acuerdo implícito. Boltzmann había «pecado» al tratar de explicar las propiedades macroscópicas de la materia a partir del movimiento de los átomos.