AGRADECIMIENTOS
Este libro incluye una pequeña parte de todo un campo de investigación que explora los orígenes de la complejidad y sus límites. Si bien en algunos casos las preguntas formuladas tienen una respuesta (nunca definitiva), en la mayoría de los ejemplos las preguntas abiertas seguirán abiertas después de cerrar el libro. Aunque podría pensarse que ésta es una carencia, creo que de hecho es lo más estimulante de lo que he intentado explicar: los límites de lo posible encuentran su lugar en los límites del conocimiento científico. En este sentido, las ideas que se despliegan a lo largo de los siete capítulos servirán al lector para situarse en estas fronteras aún inexploradas.
Son muchas las personas que han influido en el desarrollo de este libro, en especial mis colegas del Santa Fe Institute, un lugar imposible donde los haya. También a mis colaboradores de Complex Systems Lab, en particular a Raúl Montañez y Luis Seoane por sus comentarios sobre algunos de los capítulos. Algunas ideas también han surgido de las cenas y paseos por las Ramblas de Barcelona con mis viejos compañeros de instituto, Josep Cañellas y Jordi Ibarz. He disfrutado también, y mucho, de mis conversaciones con Ernesto Azzurro, un científico de primera y magnífico dibujante, que comparte conmigo la fascinación por los monstruos. Él me contó la sorprendente historia de la sirena del capitán Eades, que me sirvió para introducir el capítulo 3.
Algunas de las ideas relacionadas con el futuro de los humanos le deben bastante a la oportunidad que tuve de participar como asesor científico en la exposición del CCCB «+Humans» (sobre el futuro de nuestra especie) y a mis conversaciones con Rosa Ferré y Miquel Nogués así como con Juan Insúa, todos ellos fervientes apóstoles de la tercera cultura.
Este libro ha sido concebido y desarrollado a lo largo de los años y el parto final ha sido difícil. Una buena parte de las ideas y ejemplos utilizados vinieron a mi cabeza durante los trayectos en el autobús de la línea 45, y otras tomaron forma en el Instituto de Santa Fe y en el Centre for Living Technology de Venecia. Pero nunca (ni siquiera ahora) pude llegar a un resultado final que sintiera como definitivo. Sin embargo, algún día tenía que acabarse, y debo agradecer a mis editores de Tusquets su infinita paciencia con mis peticiones de tiempo extra y a Josep Maria Ventosa, en particular, su cuidadosa lectura y revisión de cada capítulo.
Quiero también agradecer finalmente a Jordi Alberch la fotografía de su hermano Pere Alberch, de quien he tomado algo más que una imagen. El título de este libro es el que él creó para uno de sus artículos y que considero de lo más estimulante: «The logic of monsters». Alberch fue un visionario que comprendió las carencias de la aproximación reduccionista centrada en el gen como explicación de la diversidad de formas en biología. Hace treinta años, cuando publicaba sus artículos más influyentes, ésta era aún una visión marginal dentro de la biología. Hubo que esperar más de veinte años para que el cambio de paradigma empezara a tener efecto, aunque lamentablemente demasiado tarde para este científico único e inclasificable que nos dejó cuando todo estaba aún por hacer. Confío en que este libro sirva de modesto homenaje a su legado.
Introducción
Lo esperable, lo inesperado
En algún lugar entre el azar y el misterio se desliza la imaginación.
Luis Buñuel
Ocurre con las ciudades como con los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado.
Italo Calvino, Las ciudades invisibles
Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad.
Arthur Conan Doyle
Imaginar
¿Cuántas piernas tendría un extraterrestre? ¿Cuántos ojos? Si pudiéramos viajar a un planeta distinto del nuestro, ¿encontraríamos vida en él?, ¿sería ésta totalmente incomprensible, basada en una lógica imposible de descifrar?, ¿existirían organismos o, en su lugar, una sopa de moléculas indiferenciada? ¿Habría enfermedades contagiosas?, ¿sería posible la inmortalidad?, ¿descubriríamos formas de vida dotadas de conciencia? La lista de preguntas que podríamos plantearnos es casi inacabable. El arte, el cine y la literatura han expandido el horizonte de nuestro mundo real y lo han enriquecido con su creación de criaturas únicas con cabezas extra, cuerpo de humano y cola de pez, un solo ojo o múltiples brazos. Los monstruos, en definitiva, nos han acompañado a lo largo de nuestra historia evolutiva y constituyen una parte esencial del legado cultural de todas las civilizaciones. San Jorge matando al dragón, Ulises enfrentándose al cíclope o un extraterrestre con boca retráctil encerrado con siete tripulantes humanos en una nave espacial de la que nadie puede escapar. Y no olvidemos a los monstruos de feria, que definen a su vez otra dimensión de lo imaginario: la mujer barbuda, el gigante, el hombre con piel de lagarto o las siamesas unidas entre sí se encuentran cerca de una delgada línea que separa el mundo real del universo literario: de algún modo existen como productos posibles de la imaginación, aunque a la vez nos desconcierte su aparente imposibilidad.
El universo de los monstruos se extiende mucho más allá del dominio de las formas. Nuestra especie parece particularmente capaz de imaginar lo inexistente, y de un modo extraño los humanos encontramos cierto placer en las alternativas y los futuros posibles. La capacidad de evocación de lo improbable es extraordinaria. Series como Star Trek y la mayoría de libros de ciencia ficción explotan este universo de posibilidades mostrándonos civilizaciones lejanas habitadas a menudo por seres inteligentes, casi siempre bípedos y con atributos más o menos humanoides. En otros casos, la inteligencia tiene la escala del planeta al completo, o tal vez los seres de otros mundos son formas de energía sutiles e indefinidas. Pero no deja de ser interesante que la gran mayoría de los mundos de ficción estén habitados por organismos dotados de dos piernas, brazos y ojos, así como una boca en la parte frontal del rostro por la que hablan empleando nuestro mismo sistema de comunicación (y no pocos hablan un inglés muy correcto). Del mismo modo, la gran mayoría de los «monstruos» ideados por la mente suelen ser combinaciones de partes: leones con alas, como el que se encontraba a la entrada del palacio del rey Asurbanipal y que vemos en la figura 0.1, diosas con múltiples serpientes sobre su cabeza o demonios con cuerpo humano y cabeza de carnero. Ninguno de estos monstruos ha sido visto jamás, o, por lo menos, dejaron de verse una vez que se completó la cartografía del planeta.