Reinhold Niebuhr - El hombre moral y la sociedad inmoral: un estudio de ética y política

El hombre moral y la sociedad inmoral: un estudio de ética y política

por Reinhold Niebuhr

Publicado en 1932 por Charles Scribner's Sons. Este material fue preparado para Religion Online por Ted y Winnie Brock.

PDF de ANGEL

Introducción

La inferioridad de la moralidad de los grupos a la de los individuos se debe en parte a la dificultad de establecer una fuerza social racional que sea lo suficientemente poderosa para hacer frente a los impulsos naturales mediante los cuales la sociedad logra su cohesión; pero en parte es meramente la revelación de un egoísmo colectivo, compuesto de los impulsos egoístas de los individuos, que logran una expresión más vívida y un efecto más acumulativo cuando están unidos en un impulso común que cuando se expresan separadamente y discretamente.

Capítulo 1: El hombre y la sociedad: el arte de vivir juntos

La historia es una larga historia de esfuerzos fallidos hacia el fin deseado de la cohesión social y la justicia, en los que el fracaso se debió generalmente al esfuerzo por eliminar por completo el factor de la fuerza oa una confianza indebida en él.

Capítulo 2: Los recursos racionales del individuo para la vida social

Las tradiciones y supersticiones, que en el siglo XVIII parecían ser la raíz misma de la injusticia, han sido eliminadas, sin frenar el crecimiento constante de la injusticia social. Sin embargo, los eruditos persisten en su esperanza de que una mayor inteligencia resuelva el problema social. Pueden ver las realidades presentes de manera bastante realista; pero se aferran a la esperanza de que una técnica pedagógica adecuada produzca finalmente el "hombre socializado" y resuelva así los problemas de la sociedad.

Capítulo 3: Los recursos religiosos del individuo para la vida social

Si el reconocimiento del egoísmo es un requisito previo para la mitigación de su fuerza y la disminución de sus consecuencias antisociales en la sociedad, la religión debería ser una influencia dominante en la socialización del hombre; porque la religión es fruto del espíritu de contrición.

Capítulo 3: Los recursos religiosos del individuo para la vida social

Si el reconocimiento del egoísmo es un requisito previo para la mitigación de su fuerza y la disminución de sus consecuencias antisociales en la sociedad, la religión debería ser una influencia dominante en la socialización del hombre; porque la religión es fruto del espíritu de contrición.

Capítulo 4: La moralidad de las naciones

Una discusión sobre las características morales de una nación y las razones del egoísmo y la hipocrasia que se encuentran en ella.

Capítulo 4: La moralidad de las naciones

Una discusión sobre las características morales de una nación y las razones del egoísmo y la hipocrasia que se encuentran en ella.

Capítulo 5: Las actitudes éticas de las clases privilegiadas

Se analizan los prejuicios, hipocresías y deshonestidades de las clases privilegiadas y dominantes. Las actitudes morales de los grupos dominantes y privilegiados se caracterizan por el autoengaño y la hipocresía universales.

Capítulo 5: Las actitudes éticas de las clases privilegiadas

Se analizan los prejuicios, hipocresías y deshonestidades de las clases privilegiadas y dominantes.

Las actitudes morales de los grupos dominantes y privilegiados se caracterizan por el autoengaño y la hipocresía universales.

Capítulo 6: Las actitudes éticas de la clase proletaria

Si analizamos las actitudes del trabajador políticamente consciente de sí mismo en términos éticos, su característica más llamativa es probablemente la combinación de cinismo moral e idealismo social igualitario incondicional que traicionan. El trabajador industrial tiene poca confianza en la moralidad de los hombres; pero esto no le impide proyectar un riguroso ideal ético para la sociedad. El efecto de este desarrollo de una civilización industrial se revela vívidamente en las actitudes sociales y políticas de la clase proletaria moderna. Estas actitudes han alcanzado su expresión y definición autorizadas en la filosofía política marxista.

Capítulo 6: Las actitudes éticas de la clase proletaria

Si analizamos las actitudes del trabajador políticamente consciente de sí mismo en términos éticos, su característica más llamativa es probablemente la combinación de cinismo moral e idealismo social igualitario incondicional que traicionan. El trabajador industrial tiene poca confianza en la moralidad de los hombres; pero esto no le impide proyectar un riguroso ideal ético para la sociedad. El efecto de este desarrollo de una civilización industrial se revela vívidamente en las actitudes sociales y políticas de la clase proletaria moderna. Estas actitudes han alcanzado su expresión y definición autorizadas en la filosofía política marxista.

Capítulo 7: Justicia a través de la revolución

Por difícil que sea el método de revolución para cualquier civilización industrial occidental, no debe considerarse imposible. Las fuerzas que conducen a la concentración de la riqueza y el poder están operativas, aunque no se mueven tan inequívocamente como profetizaron los marxistas.

Capítulo 7: Justicia a través de la revolución

Por difícil que sea el método de revolución para cualquier civilización industrial occidental, no debe considerarse imposible. Las fuerzas que conducen a la concentración de la riqueza y el poder están operativas, aunque no se mueven tan inequívocamente como profetizaron los marxistas.

Capítulo 8: Justicia a través de la fuerza política

El grupo, que se siente defraudado de su justa proporción de la riqueza común de la sociedad, pero que tiene una medida de seguridad y por lo tanto no se siente completamente desheredado, expresa sus aspiraciones políticas en un marxismo calificado en el que el objetivo colectivista es compartido con los marxistas más revolucionarios, pero en los que los métodos parlamentarios y evolutivos sustituyen a la revolución como medio para lograr el objetivo.

Capítulo 8: Justicia a través de la fuerza política

El grupo, que se siente defraudado de su justa proporción de la riqueza común de la sociedad, pero que tiene una medida de seguridad y por lo tanto no se siente completamente desheredado, expresa sus aspiraciones políticas en un marxismo calificado en el que el objetivo colectivista es compartido con los marxistas más revolucionarios, pero en los que los métodos parlamentarios y evolutivos sustituyen a la revolución como medio para lograr el objetivo.

Capítulo 9: La preservación de los valores morales en la política

Si la coerción, la autoafirmación y el conflicto se consideran instrumentos permisibles y necesarios de redención social, ¿cómo evitar el conflicto perpetuo y la tiranía perenne?

Capítulo 9: La preservación de los valores morales en la política

Si la coerción, la autoafirmación y el conflicto se consideran instrumentos permisibles y necesarios de redención social, ¿cómo evitar el conflicto perpetuo y la tiranía perenne?

Capítulo 10: El conflicto entre la moralidad individual y social

El conflicto entre ética y política se hace inevitable por el doble enfoque de la vida moral. Un enfoque está en la vida interior del individuo y el otro en las necesidades de la vida social del hombre. Desde la perspectiva de la sociedad, el ideal moral más elevado es la justicia. Desde la perspectiva del individuo, el ideal más elevado es el altruismo.

La tesis que se elaborará en estas páginas es que debe trazarse una clara distinción entre el comportamiento moral y social de los individuos y de los grupos sociales, nacionales, raciales y económicos; y que esta distinción justifica y necesita políticas políticas que una ética puramente individualista siempre debe encontrar vergonzosa. El título "El hombre moral y la sociedad inmoral" sugiere la distinción pretendida de manera demasiado incondicional, pero, no obstante, es una buena indicación del argumento al que están dedicadas las páginas siguientes. Los hombres individuales pueden ser morales en el sentido de que son capaces de considerar intereses distintos a los suyos al determinar los problemas de conducta y son capaces, en ocasiones, de preferir las ventajas de los demás a las propias. Están dotados por la naturaleza de una medida de simpatía y consideración por los de su especie, cuya amplitud puede ampliarse mediante una astuta pedagogía social. Su facultad racional los impulsa a un sentido de justicia que la disciplina educativa puede refinar y purgar de elementos egoístas hasta que sean capaces de ver una situación social en la que están involucrados sus propios intereses, con una justa medida de objetividad. Pero todos estos logros son más difíciles, si no imposibles, para las sociedades humanas y los grupos sociales. En todo grupo humano hay menos motivos para orientar y frenar el impulso, menos capacidad de autotrascendencia, menos capacidad para comprender las necesidades de los demás y, por tanto, más egoísmo desenfrenado que los individuos que componen el grupo, revelan en sus relaciones personales. Su facultad racional los impulsa a un sentido de justicia que la disciplina educativa puede refinar y purgar de elementos egoístas hasta que sean capaces de ver una situación social en la que están involucrados sus propios intereses, con una justa medida de objetividad. Pero todos estos logros son más difíciles, si no imposibles, para las sociedades humanas y los grupos sociales. En todo grupo humano hay menos motivos para orientar y frenar los impulsos, menos capacidad de autotrascendencia, menos capacidad para comprender las necesidades de los demás y, por tanto, más egoísmo desenfrenado que el que los individuos que componen el grupo revelan en sus relaciones personales. Su facultad racional los impulsa a un sentido de justicia que la disciplina educativa puede refinar y purgar de elementos egoístas hasta que sean capaces de ver una situación social en la que están involucrados sus propios intereses, con una justa medida de objetividad. Pero todos estos logros son más difíciles, si no imposibles, para las sociedades humanas y los grupos sociales. En todo grupo humano hay menos motivos para orientar y frenar los impulsos, menos capacidad de autotrascendencia, menos capacidad para comprender las necesidades de los demás y, por tanto, más egoísmo desenfrenado que el que los individuos que componen el grupo revelan en sus relaciones personales. si no imposible, para las sociedades humanas y los grupos sociales. En todo grupo humano hay menos motivos para orientar y frenar los impulsos, menos capacidad de autotrascendencia, menos capacidad para comprender las necesidades de los demás y, por tanto, más egoísmo desenfrenado que el que los individuos que componen el grupo revelan en sus relaciones personales. si no imposible, para las sociedades humanas y los grupos sociales. En todo grupo humano hay menos motivos para orientar y frenar los impulsos, menos capacidad de autotrascendencia, menos capacidad para comprender las necesidades de los demás y, por tanto, más egoísmo desenfrenado que el que los individuos que componen el grupo revelan en sus relaciones personales.