© Lee Pelligrini
Alan Wolfe es profesor de Ciencias Políticas y director del Centro Boisi para la Religión y la Vida Pública Norteamericana de la Universidad de Boston. En la primavera de 2011 fue profesor visitante del gobierno norteamericano en la Universidad de Oxford. Es autor o editor de más de veinte libros, entre los cuales alguno tan célebre como The Future of Liberalism. Es colaborador de The New Republic, así como de las principales revistas y periódicos estadounidenses, y presidente del Grupo de Trabajo sobre Religión y Democracia de la Asociación de Ciencias Políticas Americanas de Estados Unidos.
«La maldad política es una de las grandes cuestiones intelectuales de nuestro tiempo. Al intentar responder a ella, no debemos correr a la guerra o levantar las manos con resignación y desesperanza. Lo primero no sólo nos tienta a implicarnos nosotros mismos en el mal, sino que exige que nos enfrentemos a éste en el campo de batalla preferido por los malhechores. Lo segundo permite que el mal continúe y les dé lo que anhelan a quienes están sedientos de sangre. La maldad política no desaparecerá nunca. Razón de más para que, la próxima vez, nuestra respuesta a ella sea la correcta.»
Con estas palabras, Alan Wolfe se une a una extensa nómina de pensadores –Hannah Arendt, Reinhold Niebuhr o Arthur Koestler– que, a lo largo del pasado siglo, hicieron del mal en la esfera política el argumento central de su obra. En La maldad política, qué es y cómo combatirla, el autor examina casos de genocidio, terrorismo, limpieza étnica y tortura, en escenarios tan diversos como Oriente Medio, Darfur, Ruanda, los Balcanes, Irak o Irán, y analiza las contradictorias respuestas que la comunidad internacional ha dado para su resolución.
Michael Ignatieff ha sabido sintetizar a la perfección las enseñanzas de Wolfe: «La precisión moral es una precondición para la precisión política. Nada se gana, y mucho se pierde si, tratando de movilizar a la opinión pública para detener una masacre, la llamamos genocidio. La magnitud del ultraje se degrada. La próxima vez, cuando digamos que viene el lobo, nadie nos creerá».
Un jurado compuesto por Tzvetan Todorov, Wolf Lepenies, Enrique Vila-Matas, Jordi Llovet y Tomàs Nofre concedió a esta obra el III Premio Internacional de Ensayo Josep Palau i Fabre.
Título de la edición original: Political Evil
Traducción del inglés: Ana Herrera
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
info@galaxiagutenberg.com
www.galaxiagutenberg.com
Edición en formato digital: diciembre 2017
© Alan Wolfe, 2011
Esta traducción ha sido publicada por acuerdo con Alfred A. Knopf,
un sello de The Knopf Doubleday Group, división de Random House Inc.
© de la traducción: Ana Herrera, 2013
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2017
Conversión a formato digital: Maria Garcia
ISBN : 978-84-17088-60-6
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede realizarse con la autorización de sus titulares, aparte las excepciones previstas por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)
¿Acaso no debemos advertir a las naciones victoriosas que hacen mal en contemplar su victoria como prueba de su virtud, si no quieren sumir al mundo en una nueva cadena de maldades mediante su afán de venganza, que no es más que la furia de su superioridad moral?
R EINHOLD N IEBUHR (1948)
Parece que existe una curiosa tendencia norteamericana a buscar, en todo momento, un solo centro externo del mal al cual poder atribuir todos nuestros males, en lugar de reconocer que quizá haya múltiples fuentes de resistencia a nuestros propósitos y empresas, y que esas fuentes pueden ser relativamente independientes unas de otras.
G EORGE F. K ENNAN (1985)
Una máxima para el siglo XXI podría ser para empezar no combatir el mal en nombre del bien, sino cuestionar las certezas de la gente que siempre asegura que sabe dónde se encuentran el bien y el mal.
T ZVETAN T ODOROV (2000)
INTRODUCCIÓN
La cuestión fundamental del siglo XXI
COLOCAR LA POLÍTICA EN PRIMER PLANO
Cuando la filósofa Hannah Arendt escribió en 1945 que «el problema del mal será la cuestión fundamental de la vida intelectual en la posguerra europea», pudo haber ampliado con toda facilidad su marco geográfico. No hay problema más importante en el mundo entero hoy en día que la existencia del mal, y no hay tema alguno en el que se piense de una manera más confusa y al que se den unas respuestas más contraproducentes. La maldad nos amenaza de tal forma que los huracanes, el calentamiento global, las epidemias de gripe y los pánicos financieros, por terribles que sean, parecen pequeños en comparación. Presente a nuestro alrededor, la maldad exige todo nuestro esfuerzo para comprenderla, si queremos contenerla. En este libro ofrezco algunas reflexiones destinadas a ese fin.
El problema del mal es uno de nuestros acertijos intelectuales más antiguos. Se han escrito infinidad de libros intentando definir el mal, catalogar sus horrores, dar fe de su persistencia, explicar su atractivo y enfrentarse a sus consecuencias. El tema ha atraído a filósofos, poetas, artistas, teólogos, psicólogos, novelistas, compositores y médicos. Todas las lenguas importantes tienen un término para referirse al mal, y todas las religiones importantes (ya sean panteístas, dualistas o monoteístas) muestran preocupación por él. Los seres humanos quizá quieran ser buenos, pero han reconocido hace mucho tiempo que tienen que familiarizarse con la maldad. Como atañe tan de cerca al misterio de la naturaleza humana, el mal es un tema al que conviene acercarse con muchísima cautela. Afortunadamente, eso no ha sido obstáculo para que los mejores pensadores que ha conocido jamás el mundo se ocuparan de él.
Sin embargo, en el preciso momento en que empezamos a hacernos preguntas sobre la naturaleza del mal, empezamos también a comprender lo difícil que es responderlas. Solo en Occidente, dos de los teólogos más grandes de toda la tradición cristiana (san Agustín y santo Tomás de Aquino) dedicaron incontables páginas a explorar la existencia del mal y las formas que adopta, un trabajo que ya había adquirido forma gracias a anteriores filósofos precristianos como Platón y Aristóteles. Todos los estudiantes a los que se pide que lean Macbeth u Otelo se introducen en la complejidad del mal, igual que aquellos que analizan El paraíso perdido de Milton o el Fausto de Goethe. La fascinación por el problema del mal, según afirma la filósofa Susan Neiman, dominó los escritos de pensadores de la Ilustración como Rousseau, Kant y Voltaire, y encontró una expresión particularmente conmovedora en la filosofía posterior a la Ilustración de Friedrich Nietzsche. Preocupaciones similares han influido también en escritores y líderes norteamericanos, apareciendo en los sermones de Jonathan Edwards, en los debates sobre la Constitución, en la obra de Herman Melville y en los discursos de Abraham Lincoln. Dostoyevski y Conrad están entre los grandes novelistas europeos que escribieron sobre el mal, de una forma sorprendentemente contemporánea. En los años cincuenta del siglo XX , las consideraciones sobre la maldad se encontraban en el núcleo central de pensadores tan reconocidos como Arendt, el teólogo Reinhold Niebuhr, y filósofos judíos como Emil Fackenheim, movido por el Holocausto a reflexionar sobre qué futuro podía tener Dios en mente para su pueblo elegido. Sabemos que el mal existe, pero no podemos estar seguros de lo que hace que la gente sea mala, o si se podrá reducir alguna vez su maldad.