A los miles de mujeres, hombres, niños y niñas,
que me acompañan para seguir escribiendo
y que cobijan mi esperanza
A Cecilia Loría Savignón,
por su legado a México
Con mi hij@ no es un manual para quienes busquen —y deberíamos ser todos— cómo hablar con las y los niños sobre sexualidad y prevención del abuso, cómo detectarlo, qué decir y qué no a una víctima. Se trata, en fin, de prevenir, entender y sanar el abuso sexual. Este libro nació en los más de 3000 correos electrónicos recibidos por Lydia Cacho tras publicarse Los demonios del Edén, en que sus lectoras y lectores compartieron con ella que sufrieron abuso sexual en su niñez o que sus propias hijas e hijos lo padecieron. Otras personas buscaban orientación para proteger a sus pequeños. Así que Lydia Cacho redacto este manual para contrarrestar el abuso sexual infantil. Escrito en un lenguaje ágil y con el estilo directo y periodístico de la autora, el libro traza una radiografía del abuso sexual a menores, desde los orígenes históricos en que se ha fomentado hasta los perfiles para detectar a pedófilos y pederastas. A la vez, se muestra cómo hasta los casos más difíciles pueden sanar con la ayuda adecuada, se explican las consecuencias del abuso, y se orienta en los caminos para denunciar, sanar y erradicar la violencia sexual. Los aspectos que en el libro se centran directamente en la realidad de México son fácilmente adaptables por cualquier lector.
Lydia Cacho
Con mi hij@ no
Manual para prevenir, entender y sanar el abuso sexual
ePUB r1.1
Mowgli31.10.13
Título original: Con mi hij@ no
Lydia Cacho, 2008
Editor digital: Mowgli
Corrección de erratas: Budapest
ePub base r1.0
LYDIA CACHO RIBEIRO nació en México D.F. el 12 de abril de 1963. Es periodista, feminista y activista de derechos humanos de las mujeres. Desde 1986 se mudó a vivir a Cancún Quintana Roo, y ha promovido cursos y talleres de desarrollo humano para mujeres y jóvenes. Desde el año 2000 trabaja como consultora especialista en temas de derechos humanos y salud de las mujeres para la Agencia de las Naciones Unidas de la Mujer (UNIFEM) con sede en Nueva York. Lydia Cacho defiende que su activismo a favor de las mujeres y niñas es la forma en que se responsabiliza por su ciudadanía plena. Y, así, no sólo ha ganado credibilidad en su país, sino un indiscutible liderazgo como experta en el desarrollo y aplicación de proyectos y herramientas sociales para la prevención, la protección, defensa y sanación de las mujeres y niñas que han vivido violencia doméstica y sexual. ECPAT la ha calificado como una líder mundial en el posicionamiento del tema de explotación sexual infantil en los medios desde una perspectiva humanista. Gracias al manejo que Cacho ha hecho en situaciones de peligro extremo por denunciar a los agresores de mujeres y niñas, la activista mejicana inspiró a miles de personas para transformar leyes y crear organizaciones civiles en defensa de niñas y niños en el país. Sus libros han sido traducidos al sueco, italiano, portugués e inglés.
Agradecimientos
Escribir este libro fue toda una experiencia. Ya he publicado un poemario, una novela, varios ensayos y, por supuesto, mi trabajo periodístico que he desarrollado a lo largo de 18 años. Pero este reto fue distinto.
Mientras corregía uno de los capítulos más desgarradores de un libro que está todavía en proceso sobre la trata de mujeres y menores en el mundo, una noche perdí el aliento: ¡es demasiado!, pensé llorando, es descomunal el dolor de miles de criaturas vendidas para la explotación sexual en el mundo, y el dolor de sus familias es también inconmensurable. Aunado a ello estaban los correos que recibo en mi blog de padres y madres que han vivido el abuso de sus menores.
Entrar en las catacumbas de la maldad humana nos exige trabajar constantemente en la compasión y la paz interior. Reportear estas realidades y su incremento precisa de frialdad para investigar hechos concretos, datos duros, cifras comprobables. Escuchar a víctimas y a policías contar sus versiones, entrevistar a tratantes presos, entrar en bares en los que las criaturas trabajan bajo la mirada de las autoridades y los explotadores exige equilibrio emocional. Esa exigencia me llevó a preguntarme: ¿cómo mostrar esa oscuridad sin intentar revelar el lado de la luz, de la sanación? ¿Cómo no buscar respuestas humanistas a problemas humanos?
Así que comencé a escribir este libro, que es para las y los demás, pero también es un ejercicio de compasión para mí, para acordarme de la fortaleza y la capacidad de sanar de las niñas y los niños abusados; para seguir mostrando la realidad a la sociedad sin la sensación de que abro la cloaca sin mirar si alguien la puede limpiar tras mis pasos.
Cuando se lo expliqué a mi editor, Cristóbal Pera, su mirada de azoro y alegría me dio aliento; sin su animosa actitud este libro no hubiera sido posible. Son muchas las personas a las que les debo el aprendizaje para este libro, requeriría una decena de páginas para escribir sus nombres como se merecen. A Jorge, mi compañero que en las buenas y en las malas camina a mi lado y celebra la vida. A María José, a mis hermanos y en especial a mi hermana Myriam, extraordinaria psicóloga de quien he aprendido el poder de la sanación, incluso en casos que psiquiatras especializados daban por perdidos. A mi madre Paulette, también psicóloga, quien desde adolescente me invitó a aprender a dar talleres, a explorar la mente humana y sus infinitas posibilidades; desde donde se encuentre su alma, estoy segura de que comparte el espíritu de este libro.
Al equipo del Centro Integral de Atención a las Mujeres (CIAM Cancún), una tribu de extraordinarias mujeres que me han tenido paciencia para escribir y seguir a su lado, que trabajan sin detenerse para acompañar a las víctimas de violencia a renacer y reinventar su vida. De ellas aprendo cada día; al igual que de los cientos de mujeres, niños y niñas que han pasado por nuestro refugio, que creyeron en nosotras y en su poder de transformación personal.
A mis amigas y amigos que se han asegurado de que el refugio tenga todo para subsistir. A Valentina, Leda, Pita, Coco, Alejandra, Fernando, Lía, Ricardo, Javier, Blanca, Cristina, Francesc, Eduardo, Terry, Josefina, Paul, José Alberto, Félix y Joaquín. A Lucía Lagunes y Blanche Petrich. A David Romero, al equipo mexicano de la Fundación Ford, a la Fundación Angélica y a Mary Kay, porque las víctimas tuvieron terapias gracias a su apoyo incondicional en los peores momentos. A Flora Aurón, la maestra terapeuta, quien escuchó mi proyecto sobre este libro y celebró las voces narrativas de las víctimas como camino del aprendizaje y la sanación. A Elena Poniatowska, quien brindando con un buen tinto me dijo, con su sabiduría dulce y profunda, que la vida es para atreverse a soñar, a ser solidaria y a gozar cada minuto escribiendo.
A Jesús Díaz Ibáñez, Flavio Larrañaga, Clara Solís, Claudia Fronjosá, Enrique Arrúa, Debbie Tucker, Mario Zumaya, Tere Ulloa, Gerardo Sauri y la Red por los Derechos de la Infancia; a Alicia Leal, Jorge Garaventa, Malú Micher, Rafaela Herrera, y al ministro Juan Silva Meza: todas y todos especialistas en salud mental, en leyes y en derechos humanos, quienes me ayudaron a comprender el fenómeno y sus alcances.