Introducción
Leer a Audre Lorde es descubrir asombradas a la otra que todas llevamos dentro y que es fuente a la vez de dolor y de fortalecimiento. Mi primer contacto con Audre Lorde fue la lectura de su ensayo «La poesía no es un lujo», incluido en la presente obra. Me impresionó su honestidad y su fe en la poesía como terapia, como iluminación de los recovecos del yo, de la pluralidad de identidades. Como casi todos las y los poetas, Lorde quiere nombrar lo que todavía es una masa informe de sentimientos y experiencias. La palabra poética va más allá del placer estético y puede surgir donde otros lenguajes se callan: en esos lugares íntimos del yo donde se forman los temores, silencios y esperanzas y que constituyen para Lorde reservas de creatividad y poder. La palabra poética puede destilarlas y, a partir de ahí, convertirlas en ideas y en acción, porque para Lorde, la poesía puede cambiar las vidas y, sobre todo, las vidas de aquellas que siempre han estado marginadas. Lorde escribe para todo el mundo, pero se dirige con especial atención a las mujeres negras, pues, como mujer negra que es, nuestra autora desea mejorar las situaciones de opresión en la que muchas viven su existencia en todo el mundo.
Lorde nos hace sentir que no podemos vivir nuestras vidas renunciando a la exploración de nuestros sentimientos más profundos porque eso supondría andar mutiladas y de espaldas a lo que, según Lorde, es nuestra reserva de creatividad, de conocimiento profundo, y que puede convertirse en motor de nuestras acciones. Lo que no se explora, permanece oculto y no puede ser ni utilizado, ni contrastado, ni comprendido. Por eso, la poesía es una necesidad, no un lujo, siempre que parta de una honesta exploración de los sentimientos. Honesta, porque no se trata de articular un yo visionario sino de poder enfrentarnos y compartir tanto nuestros miedos como nuestras esperanzas.
Audre Lorde es una completa desconocida para el gran público en España, sin embargo, en su país natal sí ha alcanzado un merecido reconocimiento, como prueban los premios recibidos a lo largo de su vida y la publicación de sus poemarios en editoriales comerciales como Norton. La traducción al español y la publicación de la presente colección de ensayos La hermana, la extranjera (Sister Outsider, 1984) constituye un paso fundamental para la difusión de las obras de Audre Lorde en España. Hija de inmigrantes caribeños, Audre Lorde nació en Nueva York en febrero de 1932. Creció y se educó en Harlem y en 1959 se licenció en Hunter College, Nueva York, donde posteriormente impartiría clases. El año 1968 fue fundamental para Lorde porque, tras disfrutar de una beca en Tougaloo College (Mississippi), decidió orientar su vida hacia el activismo social, la enseñanza y la escritura. Ese mismo año se publicó su primer libro de poemas, The First Cities, al que seguirían entre otros From a Land Where Other People Live (1973), The Black Unicorn (1978), Our Dead Behind Us (1986) y The Marvelous Arithmetics of Distance (1993, póstumo). Aunque Lorde se considera fundamentalmente poeta, también escribió obras en prosa como la autobiografía Zami: A New Spelling of My Name (1982). Uno de los hechos más dolorosos de su vida fue la aparición de un cáncer de mama en 1978. Su lucha contra dicho mal y sus reflexiones sobre la influencia de esta enfermedad en su identidad y vida diaria quedaron reflejadas en The Cancer Journals (1980). Audre Lorde viajó por todo el mundo dando conferencias, participando en veladas poéticas e impartiendo clases. Desde 1987, la autora pasaba la mayor parte de su tiempo en las Islas Vírgenes (EE. UU.); en cuya capital, St. Croix, falleció en noviembre de 1992.
La obra que la lectora tiene entre las manos, La hermana, la extranjera, se publicó en 1984. Se trata de una colección de ensayos, discursos, fragmentos de los diarios de la autora y una entrevista, abarcando un período que va desde 1976 hasta 1983. Las distintas piezas en prosa aquí reunidas presentan aspectos relevantes en la trayectoria de Lorde como poeta y como mujer activista, lesbiana, negra y madre de dos hijos. La autora reelabora temas que ya habían aparecido en su poesía, como el concepto de la diferencia y la opresión («Arañando la superficie: apuntes sobre las dificultades del amor entre mujeres», «Edad, raza, clase y sexo: las mujeres redefinen la diferencia»), la necesidad de la propia definición y de romper el silencio e invisibilidad en todo lo referente a sí misma y su preocupación por la represión como medio de control («La transformación del silencio en lenguaje y acción», «Usos de lo erótico: lo erótico como poder»). Otros ensayos hacen referencia a viajes («Apuntes de un viaje a Rusia», «Retorno a Granada: un informe provisional») y la entrevista con Adrienne Rich muestra los estrechos vínculos personales y profesionales entre ambas.
Esta obra es un ejemplo más del miedo que Lorde tenía al silencio. Prefería ser malinterpretada, criticada e incluso vilipendiada a callar, ella, que era lesbiana en una sociedad que mira con recelo a la homosexualidad y negra en una sociedad racista. Podía haber decidido vivir su vida sin llamar la atención, sin compartir sus sentimientos y sus reflexiones. Sin embargo, en su juventud, Lorde no encontraba consuelo ni en el arte ni en la literatura, pues por ningún sitio veía reflejadas las situaciones de discriminación y opresión sufridas ni el dolor que le causó la ausencia de diálogo familiar en torno a la raza. Para salir de esta pesadilla, decidió escribir sus propios poemas. La poesía le ayudó a adquirir un compromiso consigo misma y su propia integridad mental y personal. La hermana, la extranjera nace del mismo lugar que sus poemas: de una mirada introspectiva que se proyecta de dentro hacia fuera y que ansía el intercambio, el roce, la dialéctica, la incomodidad, la sinceridad por dura que sea, todo menos el silencio cómplice con la opresión y sinónimo de la muerte en vida.
Lorde comprendió pronto que el silencio no protege y este entendimiento fue dolorosamente confirmado cuando se le diagnosticó un cáncer de mama. La muerte, el silencio final, le acechaba. Como nos cuenta en «La transformación del silencio en lenguaje y acción», Lorde realizó una travesía en el desierto tras serle diagnosticada la enfermedad. Se vio forzada a revisar toda su vida, sus expectativas, sus miedos. Más que nunca, la autora se dio cuenta de que el silencio sobre su enfermedad no la iba a salvar, al contrario, el compartir sus propias vivencias sobre el cáncer podría convertirse en una terapia al tender puentes con otras personas en la misma situación. No obstante, hacer visible la enfermedad suscita sentimientos de miedo al qué dirán, a la censura, a haber roto el decoro por hablar de temas desagradables. Lorde sintió el miedo y la vulnerabilidad, pero concluye que ocultar su experiencia para minimizarlos no la libra de ellos. Su articulación, sin embargo, conduce a la fortaleza, no a la mera supervivencia.
La hermana, la extranjera ejemplifica esta filosofía de Audre Lorde de romper el silencio y los tabúes sobre muchos aspectos de su propia vida, sobre la experiencia vital de las mujeres, y en especial, de las mujeres negras. Esta obra respira vitalidad, valentía y también humanidad a raudales. No estamos ante una heroína, sino ante una persona que a base de honestidad y coraje se ha aceptado a sí misma como mujer negra y lesbiana y que desea no solo sobrevivir sino ser feliz. Podría Lorde haber permanecido en su parcela privada, sin complicaciones, disfrutando de su pareja y de sus hijos, sin embargo, estos ensayos muestran que la autora cree que lo personal es político y lo pone en práctica. Para ella, pues, la necesidad de cambios sociales y colectivos nace de la experiencia de esa misma necesidad en el ámbito de lo privado y personal.
La mayoría de estos ensayos son conferencias y, por lo tanto, interpelan directamente al público que se encontraba escuchándolas. Como lectoras, podemos sentir ese interés de Lorde por ir del yo al nosotras. No se trata de sesudas reflexiones escritas para un público imaginario, al contrario, Lorde nos convence de que ha pensado en mí, en ti, en nosotras al escribir sus palabras. No cree poseer la exclusiva del dolor, de la opresión, del sentimiento, de la fortaleza, ella siempre intenta compartir y conectar. Tanto en sus crónicas de viajes como en sus entrevistas y charlas, Lorde saca todo lo que lleva dentro en ese momento, por desagradable o escabroso que sea. Para ella, esa es la única manera de aceptar nuestra riqueza interior como personas, nuestras diferencias y conflictos interiores y las de las demás. Lorde nos obliga a enfrentarnos a nosotras mismas en toda plenitud, a lo bueno y lo malo. Al igual que hemos aprendido a trabajar cuando estamos cansadas, también hemos de aprender a articular nuestro dolor, miedo y recelos. Lo contrario sería un silencio interior que termina por acallar también lo mejor que llevamos dentro. Según Lorde, todo se puede utilizar para luchar contra la opresión, el racismo o la discriminación y, como ella sabe bien, se puede ser fuerte si se sabe lo que es la vulnerabilidad o valiente si se ha sentido miedo.