Índice
Gracias por adquirir este eBook
Visita Planetadelibros.com y descubre una
nueva forma de disfrutar de la lectura
¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos!
Primeros capítulos
Fragmentos de próximas publicaciones
Clubs de lectura con los autores
Concursos, sorteos y promociones
Participa en presentaciones de libros
Comparte tu opinión en la ficha del libro
y en nuestras redes sociales:
Explora Descubre Comparte
SINOPSIS
Hay momentos en nuestras vidas que tienen el poder de cambiar las cosas porque nos moldean, porque enriquecen nuestras experiencias, porque generan recuerdos imborrables, porque nos relanzan hacia nuevos rumbos profesionales... A través de momentos memorables pueden ocurrir cosas maravillosas. Y este libro trata de eso. Los hermanos Heath analizan esos momentos de nuestras vidas en los que tomamos conciencia de forma abrupta de algo que nos gusta o disgusta. Esto suele ocurrir de manera impredecible y obedece más a la serendipia que a un hecho programado. Aun así, los autores estudian cómo realmente es posible crear estos momentos.
Momentos mágicos
Cómo crear experiencias
que nos cambien la vida
CHIP Y DAN HEATH
Traducido por Sigrid Guitart
Para nuestras hijas, Emory, Aubrey y Josephine,
cuyos momentos decisivos convertimos en nuestros
1
Momentos decisivos
Chris Barbic y Donald Kamentz estaban sentados en un bar de Houston, recuperándose de otra jornada de catorce horas dirigiendo su nueva escuela semipública (charter school). Estaban tomando unas cervezas, viendo el canal ESPN y compartiendo una pizza Tombstone, lo único que se podía comer en ese bar. No tenían ni idea, aquella noche de octubre de 2000, de que estaban a escasos instantes de una revelación que afectaría a miles de vidas.
La ESPN informaba sobre el Día Nacional de los Fichajes, el primer día en que los jugadores de fútbol americano que acaban de graduarse en secundaria pueden firmar una «declaración de intenciones» vinculante para ir a una universidad determinada. Para los fans del fútbol americano universitario, es un gran día.
Viendo el exultante reportaje, Kamentz cayó en la cuenta de algo. «Me deja perplejo que celebremos así el deporte, y que no haya nada para celebrar los estudios de igual modo», dijo. Y los alumnos de su escuela —en su mayoría niños de familias hispanas con pocos recursos— se merecían celebrarlo. Muchos serían los primeros de sus familias en graduarse en el instituto.
Barbic había fundado una escuela para ocuparse de esos alumnos. Cada vez estaba más desencantado enseñando a alumnos de último curso en un colegio municipal. «Veo a demasiados de mis alumnos dirigirse al instituto entusiasmados con los estudios e ilusionados por cumplir sus sueños, y que al cabo de unos meses regresan sin rastro de esa luz en sus ojos.» Volvían al colegio de visita, y le contaban historias de bandas, drogas, embarazos. Esto le machacaba. Sabía que tenía dos opciones: dejar la enseñanza para sortearlo, o construir la escuela que esos alumnos se merecían. Así que, en 1998, Barbic fundó YES Prep. Y Donald Kamentz fue una de sus primeras incorporaciones.
Aquella noche en el bar, mientras veían las noticias sobre el Día de los Fichajes, les vino una inspiración repentina: ¿Por qué no creamos nuestro propio «Día de los Fichajes», en el que nuestros alumnos anuncien a qué universidad irán? La ceremonia les permitiría honrar a todos los alumnos que se graduaran, puesto que una de las condiciones para graduarse en el YES Prep es que todos los alumnos soliciten plaza en la universidad y sean aceptados, aunque al final decidan no ir.
Su entusiasmo creció a medida que la idea iba tomando forma: lo llamarían el Día de los Fichajes de Preuniversitarios, y por un día, se trataría a los alumnos que se graduaban de secundaria con el mismo bombo y platillo que a los deportistas universitarios.
Unos seis meses después, el 30 de abril de 2001, celebraron el primer Día de los Fichajes de Preuniversitarios. Alrededor de 450 personas se hacinaron en un centro cívico al lado del campus: 17 preuniversitarios y sus familias, junto con el resto de alumnos del YES Prep, desde los pequeños hasta los de último curso.
Cada uno de los graduados subió al escenario, anunciando a qué universidad iría en otoño: «Me llamo Eddie Zapata, y en otoño iré ¡a la Universidad Vanderbilt!». Y descubrían una camiseta o enseña con el emblema de la universidad elegida. Muchos de los alumnos habían mantenido su decisión en secreto, incluso para sus amigos, así que el suspense flotaba en el aire. Tras cada anuncio, los vítores llenaban la sala.
Más tarde, los alumnos se sentaban a una mesa, rodeados por sus familias, y firmaban cartas de inscripción, que confirmaban su matrícula para otoño. Barbic estaba embargado por la emoción del acto de la «firma»: «Es algo que me toca de cerca; los sacrificios que todo el mundo ha tenido que hacer para que los chicos lleguen hasta aquí. Nadie lo ha hecho solo. Se ha implicado mucha gente». Al final de la ceremonia, en la sala había muchos ojos rojos.
El Día de los Fichajes de Preuniversitarios se convirtió en el acontecimiento anual más importante de la red de institutos YES Prep. Para los graduados, el acto era una celebración, la guinda de sus logros. Pero tenía otro significado para los alumnos más jóvenes. En la tercera edición del Día de los Fichajes de Preuniversitarios, que se había ampliado y se celebraba en el auditorio de la Universidad de Houston, había una estudiante de sexto de primaria entre el público llamada Mayra Valle. Era su primera vez en el Día de los Fichajes de Preuniversitarios, y le causó una profunda impresión. Recuerda haber pensado, Podría ser yo. Nadie de mi familia ha ido a la universidad. Quiero subir al escenario.
En 2010, seis años más tarde, el último curso contaba ya con 126 graduados, y el Día de los Fichajes de Preuniversitarios había crecido tanto que se había trasladado a la pista de baloncesto de la Universidad Rice, ante 5.000 personas. Ese año, el 90 por ciento de los graduados eran los primeros de sus familias que irían a la universidad.
Al orador principal, el secretario de Educación de Estados Unidos, Arne Duncan, le emocionó lo que vio. Se apartó del discurso que había preparado y habló con franqueza: «Ningún partido de baloncesto, ningún partido de fútbol, puede compararse con la magnitud y trascendencia de lo que ha pasado hoy aquí. Gracias por inspirar no sólo a vuestros hermanos y hermanas, no sólo a alumnos de cursos inferiores, sino a todo el país».
Uno de los graduados era Mayra Valle. Seis años después de haber imaginado que subiría al escenario, había llegado su día. «Buenas tardes a todos, me llamo Mayra Valle», dijo con una inmensa sonrisa. «¡Y en otoño iré a la UNIVERSIDAD DE CONNECTICUT!» La universidad estaba entre las cincuenta mejores universidades de humanidades del país.
Página siguiente