Agradecimientos
Este libro ha sido fruto de un largo proceso que comenzó durante mi investigación de doctorado. Por ello me gustaría empezar dando las gracias a David Pineda, quien fue mi director, y a mis compañeros y profesores en LOGOS, en especial a Marc Artiga, Ekain Garmendia y sobre todo a Manolo Martínez, con quienes pude discutir muchas de las ideas en las que profundizo en esta obra. También agradecer a Pepa Toribio su apoyo y guía al final de este proceso y en los que vinieron más tarde.
En los años que han pasado desde entonces, mucha gente ha contribuido con sus comentarios y discusiones a las ideas que desarrollo en este trabajo. No podría nombrarlos a todos y de intentar hacerlo dejaría a demasiada gente en el tintero. En cada uno de los artículos relacionados que he publicado, y que se mencionan a lo largo de esta obra, he tenido la oportunidad de agradecerles su contribución. Por ello, me gustaría centrarme en mencionar a aquellos que directamente han contibuido a hacer realidad este libro.
Cuando consideré la posibilidad de escribir un libro sobre el debate actual en torno al problema mente-cuerpo quería que este pudiera ser útil a los estudiantes de Filosofía. Con la idea del libro en la cabeza, en la primavera de 2017 tuve la oportunidad de dar un curso sobre este tema en el posgrado en Filosofía y en el de Filosofía de la Ciencia de la UNAM. En esa ocasión organicé el curso siguiendo la estructura que quería que tuviera el libro y que me parecía ideal para entender el debate en torno a la naturaleza de la consciencia. Ese curso fue muy útil para aclarar algunas ideas y la estructura del libro, por ello quiero agradecer a los alumnos de aquel curso todas sus sugerencias. En esa época resultó fundamental el apoyo de Angélica Pena-Martínez. Sin sus constructivas críticas y correcciones sobre aquel primer borrador, la escritura de este libro no hubiera sido posible. También quiero agradecer a mis estudiantes del SCC- ϕLab por sus comentarios, especialmente a Diego Reynoso.
Quiero mencionar de forma muy especial a Víctor Sánchez, quien con mucha paciencia se encargó de que el texto fuera legible, corrigiendo el estilo y muchas otras cosas. También a Ekain Garmendia cuyos detallados comentarios han contribuido enormente a refinar los argumentos y la presentación de los mismos. Los posibles errores que puedan aparecer se deberán, con seguridad, a que desoí alguno de sus comentarios.
Finalmente, quiero también darles las gracias a mis padres y a mi hermano por tantas cosas que no sabría ni por dónde empezar, y a Noa y Emma que aunque no han tenido mucho tiempo aún de hacer demasiadas cosas, me han ayudado más de lo que puedan llegar a imaginar.
Esta investigación ha sido realizada gracias al programa UNAM-PAPIIT IN400520 e IG400219.
Introducción
Nuestro cuerpo está compuesto por átomos, estos forman moléculas que, a su vez, configuran distinto s tejidos que dotan al cuerpo de cierto tamaño, peso o forma. Ahora bien, así como tenemos un cuerpo, también tenemos una mente. Experimentamos sensaciones, anhelos, deseos, dudas, ilusiones, alegrías o placeres. Este tipo de estados parece exhibir propiedades distintas de las que, en principio, atribuimos a los estados físicos. Por ejemplo, mi creencia de que Ciudad de México es la capital de los Estados Unidos Mexicanos tiene la propiedad de estar dirigida a, o ser acerca de, Ciudad de México. Típicamente los estados mentales son acerca de otras cosas y, usando la jerga filosófica, decimos que exhiben intencionalidad,que representanel mundo siendo de tal o cual manera. Además, hay algunos estados mentales, los llamados ‘estados conscientes’, tales que estar en ellos se siente de una determinada manera. Por ejemplo, se siente de alguna manera oler una rosa, escuchar Minor Swingen la radio, contemplar el atardecer, estar deprimido o alegre, tener un dolor punzante en los riñones o tener un orgasmo.
Cuerpo y mente, pese a sus aparentes diferencias, no parecen estar completamente disociados y tenemos buenas razones para creer que hay interacción entre ellos. Sabemos que el deterioro de nuestro sistema nervioso resulta en el deterioro de nuestra mente. Creemos, además, que los estados conscientes producen cambios en nuestro cuerpo; por ejemplo, la sensación de sed causa, al menos en parte, que me levante para beber agua. También parece que nuestras creencias producen cambios en nuestro cuerpo. Caso común es el conocido como efecto placebo, según el cual la creencia de estar tomando un medicamento puede causar una mejora en un determinado padecimiento. No obstante, parece, a primera vista, que los estados físicos y los mentales son estados de naturalezas dispares y resulta difícil entender cómo interaccionan.