Cuando una persona es diagnosticada de cáncer, su vida experimenta una sacudida, un auténtico terremoto que afecta a todos los niveles: personal, familiar, laboral, social... Aunque es difícil mantener la calma en una situación así, lo mejor para combatir la desorientación inicial es disponer de la información correcta, pautada y pausada. Esto aporta una dosis de tranquilidad imprescindible para poder afrontar el proceso que está por llegar.
Este libro pretende ser justamente eso: una primera dosis de tranquilidad en forma de manual con información ordenada, contrastada y actualizada. No se trata de un libro de autoayuda ni tampoco pretende distanciarte de los profesionales que van a acompañarte en la consulta, sino cubrir algunas necesidades que a menudo no son satisfechas durante el proceso: cómo afrontar el shock inicial que supone el diagnóstico, las distintas etapas psicológicas que habitualmente se atraviesan o los pasos para llevar una vida saludable que te ayude a darle puerta al cáncer y a evitar que vuelva a visitarte en el futuro.
El doctor Javier de Castro, uno de los oncólogos más reputados del país, se ha basado en sus décadas de experiencia para elaborar esta guía que te ayudará a entender la enfermedad y a comprender mejor las diferentes pruebas y opciones de tratamiento.
Porque estar bien informado es fundamental y es el punto de partida para transitar de la mejor manera posible por este desagradable viaje que te ha tocado emprender.
Introducción
Cuando una persona es diagnosticada de cáncer, su vida experimenta una sacudida. No es un simple susto, sino un auténtico terremoto que afecta a todos los niveles: personal, familiar, laboral, social… Provoca tal impacto que al principio la persona queda descompuesta, confundida, en shock, sin saber qué hacer ni por dónde tirar, como si el cerebro no supiera qué orden lanzar a las extremidades. Sucede como en esas trágicas imágenes que hemos visto alguna vez de los supervivientes de una explosión, que vagan desorientados sin saber hacia dónde ir y sin oír a nadie, como idos. Ésta es la mejor representación de un paciente y su familia cuando acaban de recibir la mala noticia de boca de alguien como yo, o sea, de un oncólogo.
Aunque es difícil mantener la calma en esa situación, uno de los mejores remedios para la desorientación inicial es una información correcta, pautada y pausada. Esto aporta la dosis de tranquilidad imprescindible para afrontar el proceso que viene a continuación, que por lo general no es fácil ni breve.
Este libro pretende ser justamente eso: una primera dosis de tranquilidad en forma de manual con información ordenada, contrastada y actualizada. No se trata de un libro de autoayuda ni de un dogma de fe que pretenda distanciarte de los profesionales que van a acompañarte durante el proceso (tanto si eres tú el paciente como si lo es alguien cercano). Ellos son, sin duda, los más preparados para aconsejarte y los que realmente tienen que marcar las directrices de tu tratamiento. No pretendo, ni mucho menos, sustituir las indicaciones que te vayan dando, sino cubrir algunas necesidades que a menudo no son satisfechas en la consulta.
Me gustaría transmitirte la experiencia de muchos años en el mundo de la oncología, con numerosos pacientes tratados y, sobre todo, muchas experiencias vividas y compartidas con ellos y sus familiares. La relación entre los oncólogos y los pacientes llega a ser muy estrecha por dos razones fundamentales: se establece un lazo emocional muy intenso y recorremos un camino común en el que pasamos mucho tiempo juntos. Del lazo emocional ya hablaremos, porque, por el bien del paciente y del profesional sanitario, la relación debe ser equilibrada, y eso no siempre es fácil. En cuanto a la convivencia estrecha, es algo imprescindible. Buscando de nuevo un símil, me gusta describir el proceso del cáncer como un viaje donde el equipo sanitario es el guía que te puede hacer el viaje más agradable y, sobre todo, más seguro. Ahora que están tan de moda los viajes de aventura, nadie se imaginaría subir al Everest o recorrer el Amazonas o los desiertos más inhóspitos sin un equipo cualificado de guías. Pues eso mismo pasa cuando nos adentramos en la aventura del cáncer, que necesitamos tener buenos guías en quien confiar para dejarnos llevar por el mejor camino posible.
El cáncer siempre ha sido una enfermedad tabú porque se ha asociado con sufrimiento y muerte. Por suerte, las cosas están cambiando. Por un lado, se están produciendo grandes avances en el tratamiento de la enfermedad. Por otro, el diagnóstico precoz está permitiendo mejorar las expectativas de curación y emplear tratamientos menos agresivos. Y en aquellos casos que se detectan en un estado más avanzado o que son más severos, a veces es posible cronificar la enfermedad. Esto ya es un gran avance, aunque no siempre se percibe así. Un paciente con un problema grave de corazón o con una diabetes severa tiene que vivir sometido en muchos casos a tratamientos diarios, visitas periódicas a hospitales e incluso ingresos ocasionales, pero lo acepta mejor que uno de cáncer. Sin duda esto irá cambiando, como ha cambiado la percepción del sida, que de ser una enfermedad mortal ha pasado a ser una enfermedad crónica. A principios de los noventa, un enfermo infectado por el VIH estaba sentenciado a muerte, tarde o temprano; ahora su expectativa de vida es similar a la de una persona sin la infección.
Sin entrar en sensacionalismos ni falsas esperanzas, estamos en disposición de curar muchos cánceres o, en aquellos casos en que esto no es posible, de domesticarlos durante muchos años. Este mensaje de esperanza es el más importante que este libro quiere aportar, siempre desde el conocimiento sereno y realista. Por eso, hablaremos de la terapia de precisión, de los tratamientos dirigidos y de la inmunoterapia. Es decir, de todos los caminos que la ciencia está abriendo para la cura del cáncer. Porque del cáncer también se puede salir. No siempre, pero cada vez más.
Alguien podrá acusarme de ser demasiado optimista. Es cierto que los oncólogos, en general, somos optimistas por naturaleza, lo cual es absolutamente comprensible si tenemos en cuenta a lo que nos dedicamos y con lo que convivimos diariamente. Sin embargo, te aseguro que conjugamos a la perfección ese optimismo con el realismo y la sensatez. No tenemos nada de masoquistas y sí mucho de luchadores intentando cambiar el curso natural de las cosas.