P RÓLOGO
Este es un libro maravilloso. Peter Bridgewater ha obtenido un resultado sobresaliente al combinar su experiencia, su perspicacia y su sabiduría. Como voluntario de apoyo en situaciones de duelo, sabe lo que se siente cuando alguien se ahoga en un mar de penas tras la muerte de un familiar querido o un amigo apreciado.
Peter narra una serie de conmovedoras historias llenas de humanidad, vulnerabilidad y ternura. Me llegaron al alma las emociones y experiencias de esas personas que han pasado por una oscura noche de desesperación, dolor, culpa, temor, ira, acusaciones, aislamiento y separación, pero quienes, con una orientación y un apoyo consciente, han salido de esa oscuridad, a la luz de la comprensión y del alivio.
Peter se encuentra en una situación única para trabajar con los dolientes y escribir esta obra. Él mismo ha pasado por un dolor muy profundo. Tanto su padre como su madre fallecieron a causa de un suicidio, y puedo imaginarme perfectamente las heridas y cicatrices que algo así inflige en los seres queridos que se quedan. No obstante, con la ayuda del tiempo y de la consciencia, Peter consiguió concentrarse en lo que sus padres le dieron, y no en lo que se llevaron. Este es el milagro de la conciencia plena, que actuó a modo de remedio y de auxilio para el alma.
La mayor fuente de inspiración para Peter a la hora de escribir este libro ha sido Elisabeth Kübler-Ross. Fue sin duda una mujer excepcional, capaz de entender, valorar y explorar el significado universal de la muerte. Sus cinco etapas del duelo —negación, ira, negociación, depresión y aceptación— constituyen piedras de toque esenciales en el recorrido hacia la reconciliación pacífica con el hecho y el fenómeno de la pérdida y el sufrimiento a causa de la muerte. La hipótesis visionaria de Kübler-Ross en combinación con el consejo práctico y la orientación de Peter Bridgewater convierte esta obra en un complemento sobresaliente para todo aquel que necesite ayuda y apoyo en momentos traumáticos.
Peter ha incluido diversas citas muy bellas e ilustradoras cuyos autores van desde el Buda hasta Carl Jung. Al leer estas líneas con el resto del libro, se alcanza una comprensión más profunda de la pérdida. En última instancia, caemos en la cuenta de que no hay por qué temer la propia muerte o la de los demás. Al fin y al cabo, la muerte no es el final de la vida, sino una puerta hacia una nueva, ya que la vida es eterna. El Bhagavad Gita, texto sagrado de los hindúes, dice que, igual que nos despojamos de las ropas antiguas para sustituirlas por otras nuevas, así también nos despojamos de nuestro cuerpo para reemplazarlo por otro nuevo; de manera que la muerte se recibe como una fuerza liberadora. Nos regocijamos en el instante del nacimiento, pero no puede haber nacimiento alguno sin muerte. Así, deberíamos celebrar también la muerte como la consumación del viaje de la vida. En nuestra meditación consciente podemos alcanzar un estado de serenidad y aceptación. Este es el profundo sentido de esta obra.
S ATISH K UMAR
Activista por la paz y el medio ambiente
Fundador de la revista Resurgence
Cofundador del Schumacher College
E L SONIDO DEL LUTO
La primera vez que perdí a un ser querido fue en el suicidio de mi padre. Yo tenía toda la vida por delante: a mis veintiún años estaba a punto de terminar mis estudios en la Escuela de Bellas Artes. Su muerte provocó un tsunami de dolor que resultó incontenible, pero que no me engulló. Me sentí inseguro y enfadado hasta los treinta, furioso con mis padres, con los dos, por su legado psicológico, sus oídos sordos a mis necesidades. Me enterré bien hondo en mi trabajo y en el hedonismo como barreras que impidiesen que me llegara el ruido, para no oír mi disonancia emocional. Al escuchar ahora la melodía, al reflexionar y escribir sobre el duelo cuatro décadas más tarde, la pérdida de mi padre suena con delicadeza y más armoniosa en la partitura de mi vida.
L A VIDA Y LA MUERTE
El nacimiento y la muerte son las verdades inexorables y universales de la existencia humana. La muerte de alguien cercano, un ser querido, es algo traumático. Puede hacernos pedazos, literalmente, lograr que nos invada una sensación de añoranza, de tristeza, de soledad, de temor, de culpa... incluso de abatimiento y desesperación.
E l trauma y el dolor de perder a alguien importante en nuestra vida son abrumadores. El duelo se puede manifestar en síntomas físicos como fatiga, una sensación de vacío en la boca del estómago, tensión en la garganta y en el pecho, alteración del sueño, retraimiento social, despiste y ganas de llorar. Quizá nos sintamos anestesiados y completamente perdidos, o tan afligidos, enfadados y emocionalmente inestables que nos vemos incapaces de encontrarle sentido al hecho de seguir adelante. Quizá nuestra desesperación sea tan grande que pongamos en tela de juicio el mismísimo objetivo de la existencia y nos preguntemos «¿Acaso me queda algo por lo que vivir?».