Después de tantos años de sentir que las cosas no marchaban como debían, me detuve a revisar con atención mi entorno y mi propio ser, y al hacerlo observé, de manera consciente y tranquila, que mis creencias no eran realmente mías ni que eran totalmente ciertas, fue entonces que miré al cielo y ¡sonreí!
Prólogo
El poder del cerebro humano es tan inmenso que hace que veamos la realidad no como es, sino de acuerdo a los filtros que tenemos formados por nuestras experiencias, temores y significantes.
Cuando vemos las cosas y las personas, incluso a nosotros mismos, a través de esta óptica, podemos ser tan benevolentes o «castigadores» como lo permita nuestra limitada percepción.
Lo grandioso de todo este proceso es que la variación de la percepción de nuestra mente está a solo un cambio de pensamiento, y con este solo cambio de pensamiento encontraremos felicidad y paz en nuestros corazones y relacionamientos, o encontraremos tristeza e ira en nuestro transitar cada día por la vida.
Podemos vivir o sufrir nuestra existencia. ¡Esa es nuestra decisión!
Con este libro pretendo compartir con usted, amigo lector, mi propio proceso de «liberación de potencial» expresando experiencias y cuestionamientos que me han permitido consolidar quién soy en realidad y liberarme de la «sombra» de fortaleza que construí alguna vez para defender mi autoestima de los «enemigos» de mi entorno, y que hoy en día hace que el mundo, y en ocasiones yo misma, me vea como no soy en realidad, al menos no totalmente, limitándome en el logro de mis sueños y en la interacción con los otros en el día a día.
«Aprendiendo a volar sobre mi sombra» muestra a través de metáforas y reflexiones el proceso que he construido y que he vivido para acercarme cada vez más a ser lo que debo ser.
Quiero compartirlo hoy con usted, esperando que sea una herramienta más en su crecimiento y desarrollo personal y que al igual que yo: ¡Vuele!
Y sea luz y esperanza compartida con todo aquel que esté a su alrededor.
Después de todo, la paz y la felicidad solo se va completando cuando aportamos de manera positiva y constructiva en el mejoramiento de nuestros semejantes y de todo nuestro entorno.
Ahora le invito a que iniciemos juntos este nuevo caminar.
Gracias por su compañía y por aventurarse conmigo en este proceso.
¡Buen viaje!
Solo cuando estamos listos para ver es que nuestros ojos notan los detalles y es cuando la vida se encarga de mostrarnos los puntos conectores de nuestras existencia con la existencia de los demás.
Profunda conciencia…
Allí estaba yo, sentada frente al piano con mis manos tensas, rígidas, sin notar que hasta tenía tenso y rígido el brazo y el hombro.
Mi profesor de piano me decía que debía soltar, que debía soltar mis manos, que debía tocar desde el sentimiento, desde la emoción.
Y ahí estaba yo, sin saber cómo hacerlo.
¡Y en medio de una extraña discusión profesor alumna, le respondí de manera fuerte, con la voz en alto que no podía soltarme! Que no podía soltar mis manos porque no sabía cómo hacerlo, por lo menos no por ahora podía hacerlo, le dije mientras disminuía el tono de la voz y tomaba conciencia de lo que significaba para mí lo que acababa de responder.
Él comprendió, pero no comprendió que lo que yo acaba de expresarle con voz fuerte y agitada, para mí era más que simplemente la respuesta a por qué no podía soltarme para tocar el piano en ese momento e interpretar esa melodía que aprendía.
Significaba que había tomado sentido, me había dado cuenta, que el control que pensé que estaba empezando a dejar en mi vida, que el controlar que creía ya estaba cediendo, realmente estaba mucho más arraigado en mi interior, que nunca me había abandonado, solo era una ilusión de libertad.
Sabía que para el piano tenía que aprender a soltar mis manos porque si no traería problemas de salud para mi cuerpo.
Eso es más fácil de sentir porque el cuerpo te avisa de manera inmediata, te duele, te entumece y te detiene.
Comprendí que si no aprendía a soltar también en mi vida ese sentimiento de control permanente, traería problemas a mi salud, a la emocional y a la espiritual, a aquella que no es tan fácil de sentir o percibir, aquella que nos duele lentamente y que solo con el tiempo notamos su impacto en nosotros, terminando por marchitar nuestros sueños y esperanzas, y sin darnos cuenta: ¡nos suprime!
Para mí era más que aprenderme a soltar para tocar virtuosamente el piano, me di cuenta que la sombra que alguna vez cree para protegerme de situaciones familiares que me causaban angustia y temor, talvez a los 5 años creo yo, no lo sé bien, en este momento al menos no tengo claridad, se había convertido en mi esencia, en mi realidad y entonces comprendí las palabras que muchas veces oí decir de personas a mi alrededor, quienes han pensado y me han dicho que yo soy esa sombra.
No entendía entonces porque se expresaban de mí con esas características, yo no soy esa sombra…
Yo tengo una sensibilidad diferente… yo soy diferente, pero eso solo lo sé yo, en mi interior.
Mi sombra es fuerte, con unas barreras gigantescas, que no permiten espontáneas expresiones emocionales ni que nadie se acerque, evitando así cualquier posible daño, para proteger mi yo, mi yo interior que tal vez en algún momento creí, consideré, me dijeron que era débil, que era enfermizo, que necesitaba cuidado y protección.
Y así mi sombra se convirtió en mi rostro ante el mundo, en mi coraza, y ahora sé, como pasa con el piano, que si no aprendo a volar sobre ella, que si no aprendo a soltar mis emociones y liberar mi esencia, mi yo interno, el daño será permanente y no podré disfrutar de la genialidad de la vida.
La luz y el brillo que se perciben en mis ojos, que se avistan en mi interior, esa espontaneidad y magia que aflora en momentos en que me siento totalmente libre, se perderá.
Y claro que no quiero esto, ¡quiero aprender a volar!
Volar sobre mi sombra, que mi sombra sea eso:
Una imagen de mi ser que se refleja cuando la luz me ilumina
¿Por dónde empezaría?
Cuando las habilidades son innatas para las personas, la explicación del cómo se hace no existe, y si existiese, no tiene una clara explicación.
Mi profesor de piano solía decirme «suéltate, siente la música que interpretas…»
Podría ser fácil para él que talvez durante toda su vida había expresado sus sentimientos y emociones, pero para mí que las controlaba desde cuándo ni si quiera recuerdo, no era una explicación sencilla, ni tampoco que me generara tranquilidad…
Sentía ansiedad y con la ansiedad me tensionaba más, y los dedos, la mano, el brazo e incluso en ocasiones hasta el cuello terminaban doliendo y me embargaba un sentimiento inmenso de frustración.
El ser perfeccionista y eficiente tampoco eran elementos de mi personalidad que me ayudaran en el proceso, por el contrario, me generaban mayor malestar ante eventos como este donde el error era parte del aprendizaje, incluso del desarrollo mismo de la habilidad.
Aprender a reírme de equivocarme, de permitirme equivocarme y hasta divertirme con ello, buscar en internet ejercicios para «soltar» mis manos al tocar el piano y practicar cuanta cosa encontrara que pareciera funcionar, tomar conciencia de los momentos en que tensionaba mis músculos para relajarme y permitir que la música fluyera bien o no tan bien, sin juzgar…