Antes de presentarme, deja que te dé las gracias por darme esta oportunidad de contar mi historia. En el libro que tienes entre las manos quiero enseñarte quién soy, cómo llegué aquí y cómo es mi vida ahora que todo me va sobre ruedas (sí, es un chiste sobre ir en silla de ruedas, ja, ja). Si lo lees hasta el final, espero que descubras muchas cosas interesantes que antes no sabías, que cambie la idea que tienes sobre algunos temas (para bien) y que disfrutes de lo que te cuento, igual o más de lo que yo lo he hecho escribiéndolo. Gracias por leerme y por querer aprender algo (o cotillear, que nos conocemos).
Mi nombre es Alan, nací en Madrid en el año 2000 y tengo veintidós años. Fácil de calcular, ¿verdad? Por lo demás, el resto de mi vida te la voy a contar en las páginas siguientes, centrándome, por supuesto, en cómo ha sido desde que dio un giro de ciento ochenta grados. Si hubiera dado los trescientos sesenta grados en aquella voltereta hace cuatro años, no estaríamos aquí. Pero a eso llegaré en su momento, sin prisas. Aparte de esto, lo que más me gustaría hacer aquí es mostrar cómo veo la vida, cómo la afronto y transmitir en la medida de lo posible el positivismo con el que intento acercarme a todo.
¿Te apetece dar un paseo por la vida, las opiniones y los mil pensamientos de un tío como yo? ¡El viaje es sobre ruedas!
Como en este libro voy a hablar mucho de mi silla de ruedas, creo que no está de más que también lo haga un poco de quién soy aparte de ella. Para que me conozcas un poco, ¿sabes?
Para empezar, diría que fuera de la silla soy un chaval, sobre todo, extrovertido. Tengo poca vergüenza a la hora de hacer cosas, conocer a gente y exponerme a planes nuevos. También soy alguien muy positivo. Creo que me esfuerzo, pero la verdad es que me sale muy natural ver el lado bueno de las cosas y de la gente, sea lo que sea que haya pasado, aunque el hecho en sí sea malo. Me gusta tomarme la vida con calma, no preocuparme por lo que no me tengo que preocupar y, sobre todo, ignorar las críticas y comentarios de otra gente. Es curioso, porque me considero el típico «bienqueda» que se muere por caerle bien a todo el mundo (lo cual es imposible, claro), pero a la vez no me afecta para nada que alguien haga comentarios sobre mi silla o se meta con mi aspecto, en especial si lo que dice va a joder. Al final, hay algo que sí tengo clarísimo: si no le gusto a alguien por cómo soy, sobre todo habiendo intentado gustarle (no lo puedo evitar, es parte de mi naturaleza), pues tampoco me voy a morir. No pasa nada. Hay más peces en el mar y muchos mocos en un pañuelo, que dicen, y, si al final alguien no encaja conmigo, a otra cosa… ¡No voy a cambiar por nadie!
Algo importante acerca de mí es que tengo un superpoder: soy capaz de sacar amigos de debajo de las piedras. En serio, tengo una facilidad impresionante. Confío superrápido en la gente y, aunque he sufrido decepciones, creo que vale la pena abrirse con los demás solo por la posibilidad de descubrir a alguien maravilloso. Además, guardo tan buen recuerdo de gente que ha pasado por mi vida que a algunas de esas personas las llevo literalmente sobre la piel.
Por lo demás, soy MUY FRIKI con las cosas que me gustan (si ya me conoces y has visto mis vídeos, puede que te hayas fijado en la pared de mi casa), entre ellas los superhéroes, los animes, Harry Potter (¡viva Hufflepuff!), las historias de fantasía y ciencia ficción (mi serie favorita es Teen Wolf , la recomiendo), las deportivas y las sudaderas. Cualquier película por la que me preguntes la he visto. Y las series igual. Me encanta que me cuenten historias, te lo juro. Las historias son una maravilla.
También me interesa mucho la psicología. No me refiero a leer sobre psicología, no es algo que vaya buscando en los libros, pero es un mundo sobre el cual me encanta aprender (le pregunto mil cosas a mi psicóloga) y que me han dicho que me pega. En el sentido de ser yo psicólogo, ya sabes. Mucha gente me ha dicho que serviría para dedicarme a este mundillo, y yo también lo creo: me encanta escuchar y ayudar siempre que puedo, doy buenos consejos (consejos vendo, aunque para mí no tengo, como se suele decir) y tengo buena cabeza para razonar y ver las cosas desde diferentes perspectivas. No descarto estudiar algo de eso en unos años, la verdad. De hecho, hay tantas cosas que me gustaría estudiar en el futuro que echo la vista adelante… ¡y no me alcanza casi!
Creo que, a grandes rasgos, este soy yo: el friki extrovertido «bienqueda» que quiere que todo el mundo sonría, que no se cansa de hacer amigos y al que le gusta ayudar a la gente. Es una descripción corta y rápida, pero no está mal para empezar; a ver si al acabar el libro se te ocurre algo más para describirme.
¿Seguimos con la parte buena?
¿Qué me pasó?
Antes de responder a la pregunta, me remontaré a lo que hacía antes. Siempre me ha encantado el deporte, me gusta desde pequeño, pero hubo un antes y un después: cuando tenía ocho años, descubrí las acrobacias. Me fliparon. Al principio solo desde fuera, claro, viendo a otra gente y mirando casi sin pestañear mientras las hacían, porque me parecía alucinante. Sin embargo, cuando con doce años me apunté a kárate y empecé a hacer acrobacias… ahí ya apaga y vámonos. No hubo vuelta atrás. Me encantó, simplemente, y me obsesioné, aunque no me pudiera pasar todo el día dando volteretas (de pequeño tenía sobrepeso y hacer acrobacias era complicado, de modo que me limitaba a hacerlas en kárate y poco más). Sin embargo, seguí con ello. Bueno, seguí con otros deportes y… Varios años después, y ahora rebobino un poco hacia delante, ahí estaba yo: treinta kilos menos y muy (pero que MUY) metido en el tema del deporte, me encontraba y me veía muchísimo mejor físicamente y estaba decidido a retomar aquello que tanto me gustaba y que no había dejado de ver en YouTube: las acrobacias.
Y entonces, llegamos al instituto. A primero de Bachillerato, concretamente. En el gimnasio donde hacíamos Educación Física había unas colchonetas muy gordas que fijo que te suenan porque seguro que en tu gimnasio o en tu polideportivo de confianza también las tienen. Vale, pues no te olvides de ellas, que son importantes (sobre todo porque puede que sin ellas no me hubiese lesionado..., pero no me adelanto). El caso es que un día, a primerísima hora, estábamos en clase y le dije a mi profe: «Hola, buenas, me gustan mucho las acrobacias y los mortales, ¿puedo practicarlos aquí alguna vez, en mis ratos libres?». Y la mujer, más maja que las pesetas (y alguien que sabía del tema, todo hay que decirlo), respondió que de acuerdo, pero que ella me ayudaría a hacerlos antes, de modo que quedamos así.