Nuestra situac ión actual
Elisabetta Gentile Carrera
Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).
© Elisabetta Gentile Carrera, 2019
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com
www.
Primera edición: 2019
ISBN: 9788417569914
ISBN eBook: 9788417741051
Mi Blancanieves, mi Nene, mi Flor
y a su familia, mi Peque, mi Almu,
mi María, mi Dori, mi Joseph, mi Fio,
mi Churri, mi Carla, mi Nomen,
mi Pavarotti, mi Miniyo, mi primo Petardo, mi Gerry, mi Marta y a sus padres, Alfonso
y Marga, Fasi y Ale, mi Mami
y al resto de mi familia.
Bienvenido a mi libro, lector, empezaré por donde tiene que empezarse, o sea, por el principio. Te voy a contar por qué decidí dedicar tiempo de mi vida a escribir un libro: desde que cumplí dieciocho años el tiempo me pasa volando, cada año pasa más rápido que el anterior. Frase que habrás escuchado decir muy a menudo o que incluso te suceda lo mismo que a mí. Te propones objetivos para este año, el que viene o para cuando cumplas cierta edad. Luego llegas a ese momento y cambias de objetivos o bien no has conseguido hacer ni la mitad. Déjame decirte que es algo frustrante, pero suele pasar.
Crecemos marcándonos objetivos y metas siempre a nivel personal. Como por ejemplo: ir de viaje a tal lugar; pasar de curso; ir a la universidad; encontrar trabajo; tener dinero; independizarnos; encontrar a la pareja ideal; comprarnos un coche; bajar de peso, etc. Tendemos a querer cumplir esas metas que tan solo nos benefician a nosotros. Por una parte está bien, pero si todos nos ponemos a pensar así ocurre lo siguiente: nos encontramos en la situación de ahora; un mundo en el que la gente se vuelve egoísta. Cada vez pierde más sus principios, sus valores y terminamos pareciéndonos a los personajes de nuestras series favoritas de Netflix.
Escribo porque no quiero que lo que pensamos sobre la situación del mundo actual quede en una conversación con un amigo en una cafetería o en una comida familiar, ni tampoco en mi muro de Facebook o mi estado de WhatsApp.
Con mi libro quiero que te pongas a pensar si estamos haciendo las cosas bien o si hay algo por cambiar. Seguro que lo que leas te hará pensar. Entonces, si tú te pones a reflexionar y el resto de las personas que lean el libro también lo hacen, ¿no crees que conseguiremos algún cambio? Por pequeño que sea, ya es algo. Y créeme, cuando te recuerde en la situación que nos encontramos, que lo necesitamos.
Verás que cada capítulo es diferente. Puede que te sientas identificado con lo que leas o te recuerde a alguien que pasa por lo mismo que describo. Te pondré las cosas tan claras como si tú mismo cogieras un espejo y quedase reflejado lo que ves en este libro. ¿Qué me dices, mi lector, empezamos?
Nos quedamos solo con lo que nos interesa
Estimado lector, lo veo y lo vivo a diario. Es inevitable: ¿a quién le gusta que le digan las cosas que hace mal? ¿O que le hablen sobre temas que no tienen que ver con uno mismo? A pocos, por no decir a nadie. No es interesante, al menos por un largo tiempo, que te estén hablando sin preguntarte sobre ti. Dicen que las malas noticias corren de prisa y que de las buenas poco se habla. En el entorno en el que me rodeo es así. ¿Y en el tuyo?
En este capítulo quiero que pienses: ¿por qué cuando nos cuentan algo solo nos quedamos con una cuarta parte, incluso a veces ni eso? Te pondré en situación.
El médico, cuando pasa visita a sus pacientes, entra a la habitación, pregunta al paciente como está, lo examina y le explica lo que tiene. En función de ello decide el tratamiento que debe seguir. Cuando ha terminado de explicárselo, usualmente le pregunta si tiene alguna duda y si lo ha entendido todo. La mayoría de las veces el paciente responde que sí, sin embargo, cuando el médico se va, empieza un mar de dudas y preguntas en su cabeza de las cuales no puede escapar.
Quizás te haya pasado; vas a ver a un ser querido al hospital, preguntas al enfermero/a por su estado de salud y que te responda: «La información ya la saben los familiares, pregúntales a ellos. Y sino, ven mañana cuando esté el médico de turno».
Aquí hay varios puntos por analizar, lector: como te das cuenta, el paciente no se entera de lo que tiene, los familiares aún menos y aquel que viene de visita no recibe respuestas. ¿Por qué crees que pasa esto?
Empecemos por el paciente: él no sabe lo que tiene porque no presta atención a lo que le dice el médico. ¿Por qué? Porque antes de que el médico entrase por la puerta ya sabía las preguntas que iba a hacerle. A él le interesa cosas concretas como: ¿saldré de esta? ¿Por qué me ha pasado esto a mí? ¿Cuántos días estaré ingresado? ¿Me darán algún justificante para el trabajo? ¿Quedaré bien después de esto? Sé, mi lector, que para ti estas preguntas son más que oportunas en ese momento, pero el motivo por el cual no se entera de lo que le dice no es porque se lo diga con términos médicos, sino porque el paciente no deja de pensar en las preguntas que se ha estado haciendo antes de acudir a la consulta y no puede poner atención al resto de cosas que dice el médico hasta que sus preguntas sean resueltas.
En el caso de los familiares sucede más de lo mismo: ellos quieren saber si su familiar saldrá de esta. Muchas veces toman la actitud de saber lo que el médico les está explicando, como si fuese algo más que evidente.
El que viene de visita, al igual que los familiares, solo se queda con lo que le interesa: que está bien y el número de días que estará ingresado.
¿Sabes por qué ese enfermero/a respondió de esa manera? Por dos motivos: uno, porque consideraba que solo el médico es quien debe rebelar esa información, y dos; porque si los familiares han recibido la información no es necesario decírselo. Por lo tanto, el que visita se quedará sin saber completamente qué tiene ese ser querido que está ingresado, a no ser que la impresión del enfermero/a hacia él sea buena y le explique un poco la situación, algo que a veces no sabes cómo pero ocurre.
Algo así nos pasa cuando hablamos con alguien y nos empieza a dar su opinión. Escucharemos con atención los primeros segundos o incluso durante unos minutos, pero cuando veamos que no estamos siendo partícipes de lo que nos cuenta, o no estamos de acuerdo con lo que nos dice, empezaremos a aburrirnos y nos cansaremos de escuchar. Sin poder evitarlo, desconectaremos de esa conversación aunque físicamente estemos allí haciendo acto de presencia, esperando a que acabe para poder hablar. O directamente le interrumpiremos para hablar sobre nosotros. Porque es así, escuchamos a los demás esperando a que nos cuenten algo que nos pueda beneficiar o que sea de nuestro agrado.
Como dijo alguien: «A mí me inte resa más mi conciencia que la opinión de los otros». Por eso, a menudo nos dicen: «Claro que lo sabes, si te lo he contado. ¿No te acuerdas?».