Introducción
E ste relato es una sÌntesis de una gama de recuerdos que a la distancia me convocan a echarles una tierna mirada, con la única intención de lograr que me conmuevan hasta tal punto que me provoquen visualizar imágenes, texturas, temperaturas, colores y olores, que en forma de gestos, se transformen en un camino que al transitarlo en dirección al pasado me permita dirigirme hacia la b úsqueda de una transformación; convirtiéndose en figuras abstractas con formas de interrogantes para encontrar respuestas a sentimientos y sensaciones que me producían cierto malestar que me incomodaba. Malestar psíquico y físico, generando dudas, inseguridades y síntomas a veces mole stos.
Comenzando ese recorrido por una infancia y adolescencia hacia la madurez, sus imágenes en movimiento constante me generan bienestar a lo largo de los años.
Veranos en el mar, en familia, amigos, navidades, colegios, compañeros como parte de ese gran espectáculo que me fue brindando la vida.
Mis padres a su manera, con todos los prejuicios y mandatos que su educación e historia poseían, hijos de emigrantes españoles, de padres luchadores, trabajadores y por sobre todas las cosas lo que trasciende en mi es esa inquieta preocupación en brindarnos todo aquello que creían positivo y conveni ente.
Con el correr de los tantísimos años en determinadas circunstancias siento que el nivel cultural en el que me han criado hicieron de los elementos para afrontar dificultades que la vida me pres ento.
Los estímulos, la expresión, la experiencia que el ejercicio del Arte me ha ofrecido permitió y permite desarrollar, desbloquear mi creatividad. Me otorgó un estado de conciencia que a la hora de convivir con los fantasmas personales y sociales hacen que elija ser más realista. Muchas veces el entorno, el sistema político, social, económico, la comunicación, la información, hacen que no se produzca esa lectura de la realidad y nos convierte en esclavos de ciertos modelos y poderes enquistados en las sociedades en las cuales he convivido y con vivo.
A mis veinte años, mi hermano mayor muere en un accidente. Esos hechos los recuerdo siempre, desbordados de sentimientos, de emociones, a veces hasta confusas. Circunstancia que hace que se proyecte en mi de maneras vari adas.
Se llamaba Luis Enrique (Quique), lo recuerdo con gran amor y admiración, por su pasión por la mecánica y los coches y el compartir los primeros años de mi adolescencia con sus compañeros y amigos. No lo siento remoto, el convivir con ello me permitió el darme cuenta que ¡nacemos y morimos! cosa que esquivaba, por mis miedos tal vez.
Se llamaba así, en homenaje al gran maestro de la medicina argentina el doctor Enrique Finochietto, persona trascendente en la formación y la vida de mi p adre.
Estos años transcurrieron muy raros, como en un estado de shock. Más tarde, más consciente aún, sentí la necesidad de localizar esas zonas tratando de darles un sentido, ponerles palabras. Aceptar convivir con ello y de esa forma darles ciertas respuestas que me permitieran ordenar pensamientos, ideas etc., en un tiempo de búsqueda de mi identidad, de reencontrarme desde un lugar diferente, más salud able.
Es claro que en un principio poner palabras a los sentimientos y sensaciones era imposible. Mas aún cuando los modelos no me facilitaban la posibilidad para expresar, decir y escucharme. Ponerlas en un lugar real adecuado para aceptar, registrar y convivir con ello.
Mis padres me preocup aban.
En ocasiones sentía que de la noche a la mañana me había convertido en la hermana m ayor.
Acompañaba a mi padre a las consultas a domicilio, sanatorios y hospitales. Me producía mucha tristeza hablar del tema con él. Sentía que no podía, ni sabía, cómo ofrecerle aunque sea un poquito de paz. No me agradaba su estado, su tristeza era inmensa, se encontraba envejecido, con una apariencia de muchos más años.
Recuerdo uno de esos días en el que me pidió que le alcanzara a Dios para su resignación. Si bien percibía su tristeza, no estaba yo entonces lo suficientemente madura para saber respond erle.
A mi madre, una mujer con capacidad intelectual interesante, la sentía muy dolida y triste por lo suce dido.
Teniendo en cuenta el rol de la mujer en esa época, vivía para su casa y su familia. Rol que adquirió desde que se casó con mi p adre.
Anteriormente había trabajado como secretaria de un ejecutivo en una empresa extranjera. Recuerdo que cuando se refería a temas sociales o políticos, me agradaba escucharla. Apasionada y ferviente, a veces llegaba hasta una instancia que sin embargo me producía male star.
No lo comprendía. Hoy desde la mujer adulta que soy, me planteo que diferente hubiera sido tal vez su vida, si su coraje le hubiera permitido desarrollar su inmenso poten cial.
Eran pocas las mujeres que se atrevían a romper estructuras y prejuicios de la sociedad en esa é poca.
A la larga el esperar sin hacer, repercutió en su vida y en nuestros vínculos, pues si pienso que su compañero, mi padre, falleció a la edad de cincuenta y cinco, tiene que haberle sido aún más difícil de sobrell evar.
Éramos una familia que convivía con la medicina. Algunos pacientes al residir en ciudades y pueblos lejanos, venían a Buenos Aires para su atención con especialistas colegas de mi padre y se albergaban en nuestro hogar los días que fueran necesarios para ello.
Mis padres construyeron una casa en Mar del Plata para las vacaciones de los meses de verano, al igual que varios de sus am igos.
Con sus hijos éramos una especie de banda, un grupo hoy, con variedad de anécdotas que a veces sabemos recordar con mucho af ecto.
En la ciudad de Mar del Plata estaban establecidos pescadores inmigrantes italianos, varios de los cuales fueron pacientes de mi padre. De esos pescadores del puerto de Mar del Plata aprendí a pescar en el mar junto a mi hermano Quique participando en concursos. En los más atrevidos, mi hermano competía noches enteras y con oleajes difíciles de resistir. Era digno de ver como disfru taba.
Compartíamos más calmados pero también entretenidos concursos de pesca y al recordarlo me invade cierta melancolía con recuerdos saturados de una inmensa ter nura.
Es curioso, aunque hasta diría comprensible. Realizar este libro me significa caminar de la mano de mi historia y rescatar recuerdos de mi mem oria.
En el pasado la circunstancia trágica por la cual he transitado, lo único que me posibilitó fue bloquearlos y poner la mirada en la pérdida exclusivamente cuando en realidad, hasta ese momento existían veintiún años de vivencias que me conmu even.
Me invade una enorme felicidad al sent irlo.
Hoy día una de las cosas que me apasiona, es cruzar esa línea pequeña que separa mi casa del Mediterráneo y pasarme las horas pescando. Rescatando los recuerdos de esas aventuras de adolescente en el mar. Observando la nada y el todo. Tratando de adivinar que hay debajo de ese manto azul en constante movimi ento.
En aquellos tiempos existían grandes médicos de cabecera e investigadores, su ética, el acercamiento a los pacientes y a sus familias me conm ovía.
Recuerdo anécdotas muy valiosas. Diferentes a los modelos actu ales.
En una oportunidad mi padre comento a mi madre su preocupación por un niño que atendía. El pequeño padecía de fiebres, siendo el factor que las producía imposible de detectar. Mi madre entonces sugirió a mi padre “porque no le pides que escriba cuanto acontece día a día en su casa”.
Cuando el niño expresa lo vivido en el seno familiar describe los momentos violentos que allí protagonizaban su padre y su m adre.
Es a partir de esos datos que mi padre pudo colaborar en la recuperación de la salud de ese niño y por cierto, ¡del resto de aquella fam ilia!.
Rescato imágenes de mi padre cuando investigando sin cansancio la problemática del ex sanguíneo transfusión, incompatibilidad sanguínea en recién nacidos, decidió realizar una película obteniendo de su esfuerzo personal los medios para hac erlo.
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