Una monumental historia de la Ciencia, con un enfoque novedoso, que combina la aportación de dos de los más prestigiosos investigadores del panorama académico español contemporáneo. Un historiador y un científico se unen por vez primera para ofrecernos un exhaustivo recorrido a través de los hitos fundamentales de la Ciencia a lo largo de los siglos.
Los pilares de la Ciencia es un ambicioso proyecto que aborda la explicación de los métodos de investigación y los principales experimentos en este campo, y nos informa sobre los protagonistas y las circunstancias históricas que acompañan el proceso de elaboración de los conceptos científicos. Asimismo, la obra da cuenta de los avances más notables que, desde el principio de los tiempos, han contribuido al desarrollo intelectual del ser humano.
José Manuel Sánchez Ron & Miguel Artola
Los pilares de la ciencia
ePub r1.0
casc 19.09.15
José Manuel Sánchez Ron & Miguel Artola, 2012
Ilustraciones: Album & Calderón Studio
Diseño: Tycho Brahe en el observatorio de Hven: Album/Universal Images Group
Editor digital: casc
ePub base r1.2
INTRODUCCIÓN
Cuando, hace 2,5 millones de años (M. a.), aparecieron sobre la Tierra los primeros individuos del género Homo, los homínidos, y dentro de ellos la especie homo habilis, se encontraron en un mundo que tenía una larga historia (ellos mismos eran fruto de un largo proceso de evolución biológica). En efecto, la formación del planeta en el que vivían, la Tierra, comenzó hace 4500 M. a., a partir de una masa de polvo que giraba alrededor del Sol y que se condensó en una gran esfera debido a la atracción gravitacional. La formación de una corteza sólida, y en ella de los océanos, se sitúa en torno a hace unos 4100 M. a. Aún se discute si la vida se originó, hace alrededor de 3600 M. a., en la Tierra, como producto de reacciones químicas entre materiales presentes en ella, o si llegó del exterior, transportada por alguno de los numerosísimos meteoritos que chocaron contra su superficie en los primeros tiempos de su historia, cuando la atracción gravitacional —especialmente la del Sol— no había «puesto orden» en el entonces convulso Sistema Solar. La aparición de células semejantes a las procariotas (carentes de núcleo) dio lugar al proceso de la fotosíntesis, la producción de oxígeno que absorbían los metales y en particular el hierro. Cuando estos se saturaron, hace entre 2500 y 2400 M. a., el oxigeno libre se incorporó a la atmósfera, acabando (hace unos 2000 M. a.) en una gran crisis de «oxigenación» con la mayor parte de los entonces dominantes seres anaeróbicos; fue entonces cuando la atmósfera terrestre alcanzó una composición semejante a la actual. Durante el período denominado Proterozoico (2500-542 M. a. ) aparecieron las células eucariotas (provistas de núcleo), se inició la reproducción sexual y surgieron los protozoos. La explosión de vida animal del Cámbrico (590-505 M. a. ) y la colonización del suelo por las plantas a partir de los 470 M. a. cambiaron la imagen del planeta. El Carbonífero (359-299 M. a. ) dejó tras de sí grandes estratos de carbón. Y la extinción de los dinosaurios, hace unos 60 M. a., dejó libre el campo para el desarrollo de los mamíferos y la aparición de los homínidos.
El homo habilis (los homínidos que vivieron en África desde hace aproximadamente 1,9 hasta 1,6 M. a. ) recibió este nombre por su capacidad para fabricar herramientas (armas entre ellas), con las que surgió la posibilidad —implementada— de explotar y transformar el mundo en que vivía. La cultura de Olduvai —el conjunto arqueológico y paleontológico situado en Tanzania, descubierto por el geólogo alemán Hans Reck antes de la Primera Guerra Mundial, en donde se encuentran sedimentos de una antigüedad entre 2 M. a. hasta 15 000 años— es uno de los testimonios de esas habilidades. La aparición del homo erectus (vivieron desde hace 1,8 M. a. a 300 000 años), el gran productor de la tecnología lítica denominada achelense (herramientas del tipo de cuchillos, martillos o puntas de flechas), constituye otro momento sobresaliente en la historia de los homínidos, lo mismo que la primera salida de estos de África, que se produjo hace aproximadamente 1,5 M. a. , o el uso del fuego (se han encontrado restos de hace 400 000 años en la cueva china de Zukudian, mientras que los más antiguos hogares conservados son de hace 125 000 años y están en Sudáfrica).
Otra especie notable, finalmente desparecida, la de los neandertales, llegó a asentarse (hace entre 120 000 y 30 000 años) en Europa y Oriente Próximo, época de la cultura musteriense. El último de los homínidos, el único que ha sobrevivido, el homo sapiens, apareció en África hace unos 200 000 años. Organizados en bandas de cazadores-recolectores, se extendieron por los otros continentes a partir de hace 50 000 años. Sabemos que por entonces ya existían instrumentos de caza como el arco y un arma arrojadiza; algo más tarde, hace unos 20 000 años, en un proceso que podemos denominar de «desarrollo tecnológico», las flechas llevaban una punta de piedra. En un abrigo de Tassili, en el desierto del Sahara, datado del 700 al 500 a. C., se conservan unas 15 000 muestras de arte rupestre, entre las que se encuentra la imagen de un arquero con su carcaj. La «revolución neolítica» comenzó en torno a 9000 a. C. Su nombre se justifica por el salto cualitativo que supuso la domesticación de animales y vegetales. Comenzó con la de los lobos y las ovejas hacia 6500 a. C., continuó (4000 a. C.) con la del ganado mayor y la de los caballos. La domesticación de las plantas —trigo en el 7000, cebada en el 5000, patatas en Perú y Bolivia en el 4400— aumentó la producción y multiplicó la población, un hecho que se reflejó en la importancia de los asentamientos. Jericó, junto con Damasco, la ciudad más antigua de las aún habitadas, se levantó 8000 años antes de nuestra era, y a partir de 5500 a. C. se generalizó el nuevo estilo de vida, en el que la agricultura y la ganadería desempeñaban papeles centrales. Las herramientas que requerían mayor fuerza que la individual dieron origen a la utilización de la fuerza animal. El arado ligero necesitaba dos personas: una para tirar de él y otra para guiarlo, hasta que la domesticación de los animales de tiro permitió prescindir del primero. Cuando el agua no llegaba del cielo, se extraía de un pozo mediante el uso de un cigüeñal (2500 a. C.) o de una noria, como la descrita en una tablilla babilónica de 700 a. C. La noria permitió la irrigación de los huertos, en tanto que la de los campos requería el uso de canales, de los que se conservan restos de hace 3600 años. La invención de la rueda del alfarero permitió fabricar recipientes de distintas formas y tamaños, destinados al almacenamiento del agua, los granos y las harinas, mientras que la construcción de hornos cubiertos hizo posible aumentar la temperatura de la combustión hasta los 1000 grados centígrados (3500 años antes de Cristo), lo que permitió la fabricación de ladrillos, cuyas proporciones (4:2:1) eran las más convenientes para la estabilidad de la construcción en cuestión. El bronce, una aleación del cobre y el estaño, mucho más duro que el cobre, tenía toda clase de usos, entre ellos la construcción de armas y la fabricación de ruedas. Apareció en el Próximo Oriente y en el Egeo, en la divisoria del cuarto al tercer milenio, y mediado este tuvo un gran desarrollo en el valle del Indo. Fue decisivo para la fabricación de armas.