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Amy Morin - 13 cosas que las personas mentalmente fuertes no hacen

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Amy Morin 13 cosas que las personas mentalmente fuertes no hacen
  • Libro:
    13 cosas que las personas mentalmente fuertes no hacen
  • Autor:
  • Editor:
    Penguin Random House Grupo Editorial México
  • Genre:
  • Año:
    2016
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13 cosas que las personas mentalmente fuertes no hacen: resumen, descripción y anotación

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Amy Morin te enseña a recuperar tu poder, aceptar el cambio, enfrentar tus miedos y entrenar tu cerebro para la felicidad y el éxito.

El libro sensación a nivel mundial, con nuevas estrategias revolucionarias que funcionan para todo el mundo, de amas de casa a soldados y de maestros a empresarios.

Descubre con Amy Morin que un líder, un innovador, un emprendedor no tienen límites, y nunca, harían lo siguiente:

1. No pierden el tiempo autocompadeciéndose.

2. No regalan su poder.

3. No evitan el cambio.

4. No se concentran en lo que no pueden controlar.

5. No se preocupan por complacer a los demás.

6. No temen arriesgarse.

7. No viven en el pasado.

8. No repiten los mismos errores.

9. No les duele el éxito de los demás.

10. No se rinden tras un fracaso.

11. No temen a la soledad.

12. No sienten que el mundo les debe algo.

13. No esperan resultados inmediatos.

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Para todos los que se esfuerzan por ser mejores cada día INTRODUCCIÓN - photo 8

Para todos los que se esfuerzan por ser mejores cada día

INTRODUCCIÓN

Cuando tenía 23 años mi madre murió repentinamente por un aneurisma en el - photo 9

Cuando tenía 23 años, mi madre murió repentinamente por un aneurisma en el cerebro. Fue una mujer saludable, trabajadora y vibrante que amó la vida hasta el último momento. De hecho, la vi la noche anterior a su muerte. Fuimos a un partido de basquetbol. Mi madre reía, platicaba y disfrutaba la vida como siempre. Pero sólo veinticuatro horas después se había ido. Perderla me afectó de manera muy profunda. No imaginaba continuar el resto de mi vida sin sus consejos, sin su risa… sin su amor.

En esa época, trabajaba como terapeuta en un centro de salud mental. Me tomé unas semanas de descanso para lidiar con mi dolor. Sabía que no ayudaría a los demás de manera efectiva si no podía lidiar bien con mis propios sentimientos. Acostumbrarme a una vida que no incluía a mi madre era un proceso. No fue fácil, pero trabajé duro para recuperarme. Gracias a mi entrenamiento como terapeuta sabía que el tiempo no cura las cosas; lo que realmente determina la velocidad para sanar es la manera en que lidiamos con ese tiempo. Entendí que el duelo era el proceso necesario que aliviaría mi dolor (con el tiempo). Por eso me permití sentir tristeza y enojo, y aceptar por completo lo que perdí en verdad cuando murió mi madre. No sólo la extrañaba, también me di cuenta de que nunca volvería a estar aquí en los eventos importantes de mi vida y que ya no viviría las cosas que deseaba (como su retiro y ser abuela). Con amigos, familia y mi fe en Dios, encontré un sentido de paz… Y así como la vida sigue, fui capaz de recordar a mi madre con una sonrisa en vez de tristeza.

Tiempo después, justo el fin de semana en el que se cumplían tres años de su muerte, mi esposo Lincoln y yo comentábamos cuál sería la mejor forma de honrar su memoria. Unos amigos nos invitaron a un partido de basquetbol el sábado en la noche. Por coincidencia era en el mismo auditorio donde vi a mi madre por última vez. Lincoln y yo platicábamos sobre lo que sería regresar a ese lugar, justo al espacio donde la vi una noche antes de morir.

Decidimos que sería una forma maravillosa de celebrar su vida. Después de todo, mis recuerdos de esa noche eran muy buenos. Reímos, platicamos de muchas cosas y pasamos una tarde muy agradable. De hecho, aquel día mi madre dijo que mi hermana se casaría con su novio, y años después se cumplió su predicción.

Así que Lincoln y yo fuimos al auditorio y disfrutamos el tiempo con nuestros amigos. Sabíamos que eso era lo que mi madre hubiera querido. Se sintió bien regresar a ese lugar, estar ahí. Pero justo cuando suspiré de alivio por el progreso que sentía al enfrentar su muerte, mi vida entera volvió a ponerse de cabeza.

Cuando regresamos a casa, después del partido de basquetbol, Lincoln se quejó de un dolor de espalda. Años antes se había fracturado algunas vértebras en un accidente automovilístico, por lo que el dolor de espalda era algo habitual. Pero unos minutos después se desmayó. Llamé a los paramédicos y lo llevaron al hospital. Le hablé a su madre. Llegó su familia y nos reunimos en la sala de emergencias. No tenía idea de lo que estaba pasando.

Después de algunos minutos nos pasaron a una sala privada. Antes de que el doctor emitiera una sola palabra, yo sabía lo que nos iba a decir. Lincoln había muerto. Le dio un infarto.

Me convertí en viuda el mismo fin de semana que mi madre cumplía tres años de muerta. No tenía sentido. Lincoln sólo tenía veintiséis años y ningún antecedente de problemas cardíacos. ¿Cómo podía estar bien un minuto y morir al siguiente? Apenas estaba ajustándome a una vida sin mi madre y ahora debía aprender a enfrentar una existencia sin Lincoln. No concebía cómo podría superar eso.

Lidiar con la muerte de tu cónyuge es una experiencia surreal. Debes decidir cosas en momentos en los que tu cerebro está en otra parte. En cuestión de horas, tuve que accionar y escoger desde los arreglos del funeral hasta la redacción del obituario. No había tiempo para entender la realidad de la situación. Era abrumadora por completo.

Tuve la fortuna de contar con mucha gente que me apoyó. El viaje a través del dolor y del duelo es un proceso individual, pero la familia y los amigos amorosos ayudan mucho. Había instantes en que las cosas parecían más fáciles y momentos en los que todo estaba peor. Justo cuando pensaba que iba mejorando, daba la vuelta en una esquina y encontraba una tristeza aplastante esperándome. El duelo es un proceso exhaustivo a nivel emocional, mental y físico.

Había tantas cosas para sentirme deprimida. Estaba triste por la familia de mi esposo, por saber cuánto lo amaban. Me dolía pensar en todas las cosas que Lincoln nunca experimentaría. Y me entristecía por todo lo que no haríamos juntos, sin mencionar cuánto lo extrañaba.

Me tomé el mayor descanso posible de los asuntos laborales. La mayoría de aquellos meses son una mancha borrosa en mis recuerdos porque sólo me concentraba en poner un pie frente al otro cada día. Pero no podía dejar de trabajar para siempre. Sólo tenía un ingreso y debía volver al consultorio.

Un par de meses después, mi supervisor llamó para preguntar cuándo planeaba regresar al trabajo. A mis pacientes les dijeron que me había ausentado de forma indefinida por una emergencia familiar. No les dieron ningún margen de tiempo porque no sabían qué iba a pasar. Pero ahora querían una respuesta. Era cierto que no había terminado el duelo y que no me sentía “mejor”, pero necesitaba regresar a trabajar.

Justo cuando perdí a mi madre, me di tiempo para experimentar el dolor de frente. No lo ignoré ni lo hice a un lado. Lo sentí mientras me ayudaba a sanar de forma proactiva. No podía permitir el quedarme estancada en emociones negativas. Aunque habría sido fácil compadecerme y afligirme con mis recuerdos, sabía que no sería saludable. Tuve que hacer una elección consciente y empezar un largo camino para construir una nueva vida para mí.

Necesitaba decidir si algunas de las metas que compartíamos Lincoln y yo todavía eran mis metas. Habíamos sido padres adoptivos por un tiempo y planeábamos adoptar a un niño. Pero, ¿todavía quería adoptar a un niño como madre soltera? Los siguientes años seguí siendo voluntaria y ofreciendo un lugar (sobre todo para emergencias y descanso), pero no estaba segura de querer adoptar a un niño sin Lincoln.

También tuve que crear nuevas metas para mí ahora que estaba sola. Decidí aventurarme e intentar cosas nuevas. Me compré una motocicleta y saqué la licencia de manejo. También empecé a escribir. Al principio era como un

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