Introducción
Crecí manejando una cuatrimoto y atrapando lombrices para usarlas como carnada de pescar. Nunca me gustaron las muñecas. No me interesaba el maquillaje. Y odiaba ir de compras.
Pero mis rodillas raspadas, el cabello despeinado y las uñas sucias me dieron una maravillosa niñez. Mis padres me convencieron de que podía hacer las mismas cosas que los niños y lo intenté sin dudar. Ya fuera corriendo con los niños en el recreo o peleando hasta someterlos, la mayoría del tiempo fui capaz de llevarles el ritmo. Pero no trataba de probar nada. Sólo me divertía.
Recuerdo la primera vez que me encontré con la palabra sexista: estaba en primero de secundaria. Mi maestro de álgebra siempre hacía una pregunta extra relacionada con los deportes que no tenía nada que ver con las matemáticas. Si tenías la respuesta correcta, te añadía cinco puntos a la calificación del examen. Era frustrante que cinco puntos dependieran de saber quién corrió más yardas en el partido del domingo o quién anotó más puntos en los playoffs de la NBA del año pasado. Pero nadie se quejaba.
Un día estaba enferma y no fui a la escuela. Me perdí un examen de álgebra, así que al día siguiente me quedé después de clases para reponerlo. La pregunta extra era sobre un jugador de beisbol de las grandes ligas. Por fortuna, amaba este deporte y sabía la respuesta. Al día siguiente el maestro me devolvió el examen con mi calificación. Con tinta roja escribió: “0 puntos extras, tuviste bien la pregunta sólo porque uno de tus compañeros te la dijo”.
Me horrorizaba que mi maestro pensara que había hecho trampa, pero no le dije nada. No sabía qué decir. Así que llevé el examen a casa y se lo mostré a mi papá.
Él escribió una nota para el maestro: “Amy tiene más de 10 000 tarjetas de béisbol y ve los partidos conmigo todas las semanas. Como tuvo bien la pregunta extra usted la acusó de hacer trampa. Ella sabía la respuesta de forma justa. Lo que no es justo es que haga preguntas extras que no tienen nada que ver con matemáticas. Es claro que trata de darles ventaja a los niños ya que la mayoría de las niñas de 13 años no ven deportes”.
Le di la nota a mi maestro al día siguiente y me fui a sentar. Cuando terminó de leerla, anunció a la clase: “Ya no les daré preguntas extras porque el papá de alguien cree que soy sexista”. Fue la primera vez que pensé en el sexismo.
El hombre no asumió que mis amigos me hubieran pasado las preguntas de matemáticas, sólo la de deportes. Y supuso que no había forma de que supiera la respuesta a una pregunta de beisbol a no ser que hiciera trampa. No puedo evitar preguntarme si habría pensado lo mismo si hubiera sido varón.
Eso pasó hace 25 años y quiero imaginar que los maestros ya no dan ventajas injustas a los niños. Pero las investigaciones muestran que todavía ocurre. Hablaremos sobre ello más adelante.
También me gustaría pensar que los estudiantes y padres ya no son tan tolerantes con algo así en estos días. En ese entonces nadie decía nada, ni siquiera los padres. Lo aguantábamos. Si el maestro no me hubiera acusado de tramposa no sé si mi padre habría hecho algo al respecto.
Mis ideas sobre el sexismo han cambiado desde la secundaria y por fortuna también nuestra cultura. Pero las mujeres siguen enfrentando retos únicos en la actualidad. Lo he visto en mi vida y en mi consultorio.
Mi interés en la fuerza mental es personal
Cuando llegué a mi primer empleo como terapeuta, estaba emocionada por ayudar a las personas a superar los retos que enfrentaban. Tenía una maestría y conocimientos recopilados de mis libros de texto, clases en la universidad y prácticas. Durante el primer año como terapeuta, mi madre falleció de forma repentina e inesperada. La búsqueda por aprender sobre fuerza mental se hizo algo personal.
Empecé a estudiar a todos los que entraban en mi consultorio de manera más profunda. Me di cuenta de que algunas personas eran más capaces de mejorar que otras. Se recuperaban más rápido, tenían esperanzas en el futuro y sin importar qué retos enfrentaran, persistían. Quería saber qué hacía que siguieran adelante.
Después, en un giro cruel del destino, en el tercer aniversario luctuoso de mi madre, Lincoln, mi esposo de 26 años, falleció de un paro cardiaco. Ser una viuda de 26 años es una experiencia surrealista. A veces la pena era abrumadora, pero sabía que permitirme experimentar emociones dolorosas era parte del proceso de sanación.
Entonces adquirí nuevos conocimientos sobre fuerza mental. Descubrí que las personas perseverantes en la vida no sólo tenían hábitos saludables, sino que de forma intencional evitaban los hábitos dañinos que las mantendrían estancadas.
Empecé a observar patrones claros en mi consultorio. La gente que tenía la intención de alcanzar su mayor potencial rechazaba hábitos contraproducentes. La clave para su progreso no era sólo lo que hacían, más bien era lo que no hacían.
Apliqué lo aprendido en mi propia vida mientras procesaba mi pena. Mi corazón tardó muchos años en sanar. Tuve la fortuna suficiente de encontrar el amor de nuevo, cuando conocí a Steve. Pero poco tiempo después de casarnos a Steve le diagnosticaron cáncer terminal. Comencé a pensar cosas como: “Esto no es justo, ¿por qué tengo que seguir perdiendo a la gente que amo?”
Pero sabía que autocompadecerme era uno de esos malos hábitos que drenarían mi fuerza mental en el momento en el que más la necesitaba. Así que me escribí una carta recordando todos los malos hábitos que podrían mantenerme estancada en un lugar de miseria. Cuando terminé, tenía una lista de 13 cosas que las personas con fuerza mental no hacen. Leí la lista varias veces los siguientes días. El recordatorio de lo que no debía hacer me daba consuelo. Pensé que si esa lista me ayudaba, tal vez a otros también. Así que la publiqué en línea, esperando que mi mensaje sobre la fuerza mental resonara en alguien más.
En pocos días el artículo se hizo viral. Más de 50 millones de personas lo leyeron. Antes de darme cuenta, medios de comunicación como Forbes y CNN me llamaban para hacer preguntas. Mi artículo no explicaba el contexto de la lista, por lo que el mundo asumió que lo escribí porque dominaba todo sobre él. Pero la verdad, todavía necesitaba un recordatorio para evitar esas 13 cosas.
Agradecí mucho la oportunidad de escribir el libro 13 cosas que las personas mentalmente fuertes no hacen para explicar la historia detrás del artículo viral. Cuando los lectores siguieron preguntando cómo enseñar fuerza mental a los niños, me emocioné al escribir 13 cosas que los padres mentalmente fuertes no hacen