MENÚ DE BIENVENIDA
D icen que cuando los años pasan y uno va llegando a la edad madura —alcanzo los cincuenta mientras escribo este libro— la vida empieza a retirar los callos que ella misma impuso en nuestro corazón.
De pronto nos volvemos sensibles y vulnerables a situaciones que antes nos eran indiferentes. De pronto nuestra memoria se llena de nostalgia al recordar hechos pasados que parecían haberse ido para siempre, cuando en realidad estuvieron simplemente dormidos, como si supieran que un día, pasada la tormenta, nuestra humanidad finalmente despertaría.
Es así que nace este libro, hijo de una nostalgia que recuerda los momentos más felices de la vida gracias a esa actividad que nos une a todos: la cocina. Nace desde la emoción de recordar que fue la cocina la que puso magia y amor a nuestras vidas y que, gracias a ella, pasado el tiempo, podemos suspirar al recordar tantos y tantos momentos vividos alrededor de esa mesa que mantuvo unida a nuestra familia.
Esto fue así durante miles de años: la cocina entendida como una gran fuerza transformadora y unificadora que, a su paso, fue dando vida a grandiosas civilizaciones como la de nuestros antepasados, los incas, que supieron encontrar en sus alimentos y en la relación de estos con su entorno la fuente de vida que permitió su admirable desarrollo.
Sin embargo, en los últimos años la cocina se vio arrinconada por un nuevo modelo que irrumpió con furia en el hogar. La revolución industrial, tan necesaria e importante para la vida moderna, de pronto propuso un nuevo estilo de vida en el que mucho de lo que desde siempre era valioso ya no lo fue tanto; y donde bastante de aquello que nos llenaba de hermosos recuerdos podía ser prescindible. Y llegaron al hogar ya no promesas de buenos momentos, sino cosas que nos aseguraban la felicidad en un instante.
Fue así como la cocina tuvo que esconderse en la alacena empolvada de nuestra memoria. Los nuevos vientos de una vida frenética sustentada en el consumo ilimitado, una vida donde la pausa no tenía cabida, poco a poco creó la sensación de que la cocina en realidad no era necesaria.
Afortunadamente, ese escenario empieza a cambiar. Hoy, en este mundo conectado, nuestra memoria dormida por largos años empieza a despertar. La información infinita que recibimos a diario nos hace, poco a poco, tomar conciencia de hechos que hasta hace muy poco nos eran indiferentes.
Por ejemplo, descubrir que ese estilo de vida que creíamos perfecto es el que ha ocasionado el cambio climático que hoy amenaza nuestro planeta. O reconocer que, en realidad, las cosas que comprábamos para llenarnos de una supuesta felicidad eran mucho menos importantes que esas experiencias de vida compartida como viajar o sentarnos a disfrutar de una cena en familia.
Experiencias que al pasar los años siguen allí, convertidas en recuerdos que siempre nos sacan sonrisas.
Y es así como nace este libro. De la necesidad de recopilar 40 años de amor incondicional a una cocina que ha llenado mi vida de felicidad en un pequeño libro que, a su manera, se sume a la necesidad urgente de que en cada hogar del presente y el futuro la cocina habite más viva que nunca.
Que la cocina sea un espacio de bienestar para toda la familia.
Un recetario que de manera sencilla y asequible intente convencer y animar a todos a cocinar platos que, además de ricos, saludables y fáciles de hacer, poco a poco vayan devolviéndole a la cocina el lugar que nunca debió perder en nuestras vidas.
Buen provecho.
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LOS CLÁSICOS
41 RECETAS PRINCIPALES
LA NOBLE CAUSA DEL PERÚ
L a causa, ese encuentro de dos titanes del Perú —la papa y el ají— aparece ya en varios recetarios antiguos del siglo XIX, solo que difiere mucho de la receta que hoy conocemos. De hecho, las primeras causas no solo carecían de relleno, sino que tampoco llevaban limón. En su lugar se empleaba la naranja agria, el mismo cítrico que se usaba en aquella época para el cebiche.
Décadas después, la causa se convierte en uno de los platos más populares de la familia peruana y toma esa forma que todos conocemos, al menos en Lima: con su relleno de verduras, de pollo o de atún, y sazonada con ají y limón.
Llegamos a finales del siglo XX y los peruanos celebramos nuestra diversidad descubriendo que la causa no era solo limeña, sino que estuvo siempre en la mesa norteña. En Chimbote, con su yuca y su pescado salpreso. En Trujillo, con su causa en lapa. En Lambayeque, con su causa ferreñafana. Causas que se sazonan con el juguito de cocción del pescado salpreso y se acompañan con yuca, camote, choclo e incluso plátano.
Sigue pasando el tiempo y llegamos de nuevo a Lima, donde la causa toca la puerta del ingenio popular y se sirve combinada en mercados, fondas o esquinas, con su escabeche al lado, con su cebichito al lado. Y como ocurre desde hace décadas en la cocina del hogar, la causa sigue esperándonos al llegar de la escuela o del trabajo. Aplicada, en silencio, sin pedir nada a cambio, amarillita, cremosa, generosa en relleno, con ese saborcito que nos roba una sonrisa, un suspiro, cada vez que tenemos la suerte de probarlo.
1 Causa básica
Cocemos 1 kilo de papas amarillas con su piel hasta que estén completamente cocidas. Las pelamos y pasamos todavía calientes por el prensapapas. Echamos sal y 4 cucharadas de aceite vegetal. Amasamos. Dejamos enfriar y agregamos el jugo de 1 limón grande o de 2 chicos. Echamos ahora ¾ de taza de ají amarillo licuado y amasamos nuevamente con las manos limpias, suave, con cariño y dulzura. Listo. Procedemos a dividirla en dos partes. Colocamos la primera mitad en un molde como un primer piso. Echamos una capa de mayonesa clásica (Ver: La celebración / Salsa y sabor), colocamos rodajas de tomate, encima rodajas de palta, rodajas de huevo duro cocido y, finalmente, cubrimos con la otra mitad de la masa de causa. Decoramos como más nos guste. Con huevo picado y puntitos de mayonesa; con salsa huancaína en forma de sonrisa; como guste. Siga su corazón.
2 Causa de atún
En la receta de la causa básica eliminamos el tomate y mezclamos 2 tazas de atún en aceite vegetal desmenuzado con ½ taza de cebolla roja picada finita y 1 de mayonesa clásica . En vez de echar 1 capa de mayonesa como en la preparación anterior, volcamos esta mezcla sobre la primera capa de masa de causa. Luego, cubrimos con rodajas de palta y huevo. Tapamos con la otra mitad de la masa.