Durante más de dos décadas, el legendario entrenador Tim Grover ha ayudado a algunos de los más grandes a ser aún mejores. Entre sus clientes, ha contado con estrellas como Michael Jordan, Kobe Bryant y Dwyane Wade. Ahora, por primera vez, revela en este libro todo lo que les ha enseñado, y también todo lo que ha aprendido de ellos: cómo piensan, cómo aprenden, cómo tienen éxito, cómo fracasan... en definitiva, qué les convierte en implacables.
Ser implacable es exigirte a ti mismo más de lo que nadie podría exigirte, sabiendo que siempre puedes hacer más. Es deshacerte de las excusas que se interponen entre tú y tus objetivos, sin importar lo inalcanzables que parezcan o cuánta gente te diga que no se puede.
De forma directa y contundente, Grover analiza lo que se necesita para ser implacable y detalla los rasgos esenciales que comparten las personas más exitosas, ya sea en el deporte, los negocios o cualquier otro ámbito de la vida. Podrás aprender la ética de trabajo de los mejores, su implacable impulso y su inflexible concentración en los objetivos y aplicarlo en tu vida para mejorar tus posibilidades de éxito.
Repleto de historias nunca antes contadas y una inmersión incomparable en la psique de los atletas más exitosos y consumados de nuestro tiempo, Implacable te muestra que incluso los mejores pueden mejorar y te enseña cómo puedes hacerlo tú también.
Tim S. Grover con Shari Lesser Wenk
No pienses
Eran las 22.00 cuando el Suburban negro llegó a las puertas de seguridad de Attack Athletics, mi centro de entrenamiento en el West Side de Chicago. Nada raro. Los deportistas profesionales se presentaban a cualquier hora en el lugar en el que Michael Jordan, Kobe Bryant y Dwyane Wade tenían taquillas permanentes, donde incontables superestrellas se ejercitaban, jugaban a la pelota o simplemente pasaban el rato con otros tíos.
Esta noche en particular, sin embargo, sólo hay un hombre en el gimnasio, y nadie más sabe que está aquí. Ni su equipo, ni los medios de comunicación, ni su familia. Sus compañeros de equipo están en un hotel a 3.200 kilómetros de distancia; los teléfonos de los periodistas no dan abasto a tantas llamadas y mensajes de texto.
Y estamos en plenos playoffs de la NBA, a menos de setenta y dos horas de que tenga que volver a la pista.
La noche anterior, el mundo entero lo vio salir dolorido cojeando de la cancha. Ahora todos quieren saber qué pasa. ¿Está bien? ¿Podrá jugar? «Estoy bien», aseguró en la conferencia de prensa posterior al partido. «Está bien», garantizó el entrenador, que no tiene ni idea de dónde se encuentra su estrella esta noche. «Le conseguiremos algún tratamiento y estará listo para jugar», dijo el director general, que ya sabe que el jugador no se acercará al personal de entrenamiento del equipo.
Por último, a solas en la privacidad de su habitación en el hotel del equipo, hace una llamada, al número confidencial guardado en el teléfono de innumerables deportistas de todo el mundo.
—Necesito ayuda —dice.
—¿Cuánto tardas en llegar hasta aquí? —respondo yo.
Llegar a mí sin que nadie se entere es la parte fácil cuando uno es deportista de élite: reservas un avión, avisas a tu guardaespaldas y te marchas; confidencialidad garantizada. Por lo general, lo difícil sucede al llegar, ya sea que necesites una intervención de urgencia, un programa a largo plazo o una patada psicológica en el trasero. Algunos vienen pensando que van a rellenar unos cuantos formularios y estirar un poco, y al cabo de una hora llevan tres camisetas sudadas y están vomitando en un cubo de basura.
Pero esa noche, el jugador y yo sabíamos que el verdadero problema no era físico. Estábamos a final de temporada, todo el mundo tiene lesiones. No voy a solucionar nada importante en unas horas, y el personal de entrenamiento del equipo podría haberse ocupado de los dolores y las molestias habituales. Seamos honestos, uno no fleta un avión en secreto y vuela 3.200 kilómetros para que le apliquen hielo y unas vendas. Podemos adaptarnos a las limitaciones: así es como debes ajustar el lanzamiento, impúlsate de esta manera, vuelve a pisar la pista de esta otra, haz esto antes del partido, haz esto otro durante el descanso, haz algo con las zapatillas deportivas. Ignora el dolor por ahora. Vas a sentir molestias, acostúmbrate. Prepara todo el guion, no dejes nada al azar; si sigues el plan, estarás físicamente listo para jugar. O tan listo como puedas llegar a estarlo.
Pero mentalmente, ésa es otra historia…, y por eso me llamó. Está escuchando toda la palabrería sobre si estará preparado para jugar, si podrá terminar el trabajo, si ha perdido un poco de habilidad. Y ahora ni siquiera está seguro de sí mismo.
La presión le está afectando. La presión externa que te distrae y te hace fracasar, no la presión interna que puede llevarte a superar cualquier cosa.
Y en vez de hacer caso omiso de los comentarios y confiar en su instinto y habilidad natural, está pensando.
Ha volado 3.200 kilómetros para escuchar estas dos palabras: No pienses.
Ya sabes lo que tienes que hacer y sabes cómo hacerlo.
¿Qué te detiene?
Para ser el mejor, ya sea en el deporte, en el mundo empresarial o en cualquier otro aspecto de la vida, nunca es suficiente con llegar a la cima, tienes que mantenerte ahí, y luego subir más alto, porque siempre hay alguien justo detrás de ti tratando de alcanzarte. La mayoría de la gente está dispuesta a conformarse con ser «suficientemente buena». Pero si quieres ser imparable, esas palabras no significan nada para ti. Ser el mejor significa diseñar tu vida para no parar nunca hasta conseguir lo que quieres, y luego seguir adelante hasta alcanzar lo siguiente. Y entonces se va a por más.
Implacable.
Si eso te describe, este libro es la historia de tu vida. Eres lo que yo llamo un cleaner, el competidor más intenso y motivado que se pueda imaginar. Rechazas las limitaciones. De forma discreta y enérgica, haces lo que sea necesario para conseguir lo que quieres. Entiendes la insaciable adicción al éxito que define toda tu vida.