Las fotografías de ANDREW D. BERNSTEIN han aparecido en miles de periódicos y portadas de revistas de todo el mundo. Bernstein es el fotógrafo oficial de Los Angeles Lakers y el principal fotógrafo de la NBA. En 2018 recibió el premio Curt Gowdy Media del Salón de la Fama del Baloncesto (el Naismith Memorial Basketball Hall of Fame). Aparece regularmente en SportsCenter, de ESPN, y otros programas nacionales de radio y televisión.
KOBE BRYANT es uno de los deportistas más destacados y célebres de todos los tiempos. En el transcurso de sus veinte años de carrera —todos jugados con Los Angeles Lakers— alcanzó, entre otros muchos logros, cinco campeonatos de la NBA, dos oros olímpicos, dieciocho selecciones del All-Star, y cuatro MVP del All-Star. Bryant se retiró en el año 2016. Vive en la región de California del Sur con su mujer, Vanessa, y sus tres hijas. Todavía se precia de no haber sido batido nunca por nadie en el uno contra uno.
CUANDO SE TRATABA DE BALONCESTO, NO TENÍA MIEDO
Lo que quiero decir con esto es que si quería implementar algo nuevo en mi juego, lo vería y trataría de incorporarlo de inmediato. No temía fracasar, dar una mala impresión o pasar vergüenza. Eso se debe a que siempre tenía en mente el resultado final, el objetivo a largo plazo. Me centraba en el hecho de que para conseguirlo lo tenía que intentar, y cuando lo conseguía tenía una nueva herramienta en mi arsenal. Si el precio a pagar era mucho trabajo y unos cuantos tiros fallados, lo aceptaba sin más.
De niño, trabajaba sin tregua añadiendo elementos a mi juego. Veía algo que me gustaba en una persona o en una grabación, y lo ponía en práctica de inmediato, seguía practicándolo al día siguiente, y luego salía y lo usaba. Cuando llegué a la liga, tenía una curva de aprendizaje corta. En cuanto veía algo interesante, lo ponía en práctica, y lo hacía mío.
Desde el principio, quería ser el mejor.
Tenía un anhelo constante, un afán de mejorar y ser el mejor. Nunca necesité ninguna fuerza externa para motivarme.
Durante mi primer año, al principio, algunos informes decían que no era lo suficientemente fuerte. La primera vez que llegué a la canasta en un partido, me golpearon, y la defensa pensaba que me tenía controlado. Volvería a la siguiente jugada y provocaría una falta en ataque solo para enviarles un mensaje.
Sin embargo, yo no necesitaba ese empuje adicional para ser grande. Desde el primer día, quería dominar. Mi mentalidad era: voy a descifrarte. Ya se tratara de AI, Tracy, Vince —o, si saliera a jugar hoy, LeBron, Russ, Steph—, mi objetivo era descubrirlos. Y para eso, para resolver esos enigmas, estaba dispuesto a hacer mucho más que cualquier otro.
Esa era la parte divertida para mí.
Cuando llegué a la liga, tenía una curva de aprendizaje corta.
HACÍA ENTRENAMIENTOS BÍBLICOS
Comencé a levantar pesas a los diecisiete años, cuando llegué a la NBA. Nada del otro mundo, solo métodos básicos y probados de levantamiento orientados a fortalecer un conjunto de músculos cada vez. En el transcurso de mi carrera, ya fuera en temporada o en verano, hacía levantamientos durante noventa minutos todos los lunes, martes, jueves y viernes. Cuando digo levantar, hablo de un tipo de levantamiento pesado, duro, de esos en los que uno no siente los brazos. Después, iba al gimnasio y hacía lanzamientos.
Puede que con los años cambiara algo mi rutina, pero mi filosofía siempre fue la misma. Si algo ha funcionado para otros grandes en el pasado y a ti te funciona, ¿por qué cambiarlo y abrazar una nueva moda? Quédate con lo que funciona, aunque esté mal visto.
MIS ENTRENAMIENTOS DE MADRUGADA SE HAN VUELTO LEGENDARIOS
Siempre fueron entrenamientos deliberados: fruto de mi obsesión por el juego y las responsabilidades que tenía en el mundo real.
Siempre pensé que si madrugaba, podría entrenar más cada día. Si empezaba la jornada a las once de la mañana, entrenaría unas pocas horas, descansaría cuatro y, alrededor de las cinco de la tarde, volvería al gimnasio hasta las siete. Pero si empezaba a las cinco de la mañana y seguía hasta las siete, podía volver de nuevo de once a dos y de seis a ocho de la tarde. Al comenzar más temprano, me preparé para un entrenamiento adicional cada día. A lo largo de un verano entero, eso supone muchas horas extra en el gimnasio.
Además, comenzar temprano me ayudó a conciliar el baloncesto y la vida. Cuando mis hijas se levantaban por la mañana, ahí estaba yo, y ellas ni siquiera sabían que acababa de terminar mi primera rutina en el gimnasio. Por la noche, podía acostarlas y volver luego a entrenar, en mi tiempo, no en el suyo.
No estaba dispuesto a sacrificar mi juego, pero tampoco quería sacrificar el tiempo de mi familia. Así que decidí sacrificar horas de sueño, y eso fue todo.
Madrugar me ayudó a conciliar el baloncesto y la vida.
ESTUDIAR VÍDEOS ES SOBRE TODO UNA CUESTIÓN DE DETALLES
Desde que era joven —muy joven— devoraba grabaciones y vídeos, y miraba todo lo que caía en mis manos. Siempre me gustó. Al fin y al cabo, unos disfrutan contemplando un reloj, y a otros les hace más felices descubrir cómo funciona.
Siempre me ha divertido mirar, estudiar…, y hacer la pregunta clave: ¿por qué?
Sin embargo, el principal cambio que experimenté con el tiempo fue pasar de ver lo que allí había a detectar lo que faltaba y lo que debería haber estado allí. Pasé de ver lo que sucedió a lo que podía y debía haber sucedido. El estudio de vídeos, finalmente, se convirtió en imaginar alternativas, opciones, así como los detalles que explican por qué unas acciones funcionan y otras no.
NO ENTRENABA SOLO MI CUERPO, SINO TAMBIÉN MI MENTE
La única manera en que podía captar los detalles en la cancha, tomar conciencia de las minucias sobre el parqué, era entrenando mi mente para ello fuera de la cancha, concentrándome en cada detalle de mi vida cotidiana. Leyendo, prestando atención en clase y en los entrenamientos, trabajando, fortalecía mi concentración. Hacer este tipo de cosas me ayudó a fortalecer mi capacidad para estar presente y no tener una mente dispersa.
Igual de importante que la lectura era cultivar las relaciones con los grandes que me precedieron. Como prueba de esto, echa un vistazo a la celebración de mi retirada y mira quién estuvo allí. Eso te dará una idea de cómo conseguí que retiraran mis camisetas. Ahí estaban Bill Russell, Kareem Abdul-Jabbar, Magic Johnson, Jerry West, James Worthy… Estos tipos me enseñaron lecciones que me dieron ventaja frente a mis competidores. Por eso es tan importante tener mentores como ellos, faros de los que aprendes y a los que admiras.