Norberto Levy
Los diálogos interiores
Cómo transformar los estados emocionales que
producen sufrimiento en recursos para vivir mejor
Grijalbo
Agradecimientos
Quiero agradecer a Graciela Figueroa, quien me instó a escribir este libro, me acompañó durante todo el proceso con sugerencias conceptuales fecundas y me brindó su respaldo emocional en los momentos más difíciles de esta tarea.
Quiero agradecer, también, a Daniel Gutman, quien, en las correcciones finales, aportó con rigurosa precisión los cambios que el texto requería.
Tengo la fortuna de albergar con ellos una entrañable amistad. Ese es mi agradecimiento más profundo.
Capítulo 1
Presentación de las ideas básicas
Estamos habituados a pensarnos como individuos en relación con otros individuos (padres, pareja, amigos, entre otros) y a que los conflictos que podamos tener se explorarán y resolverán en ese espacio interpersonal. Es decir, nos pensamos como individuos y nos describimos como individuos; algo que sin duda está bien, pero que es solo una parte de nuestra condición. Además de ser un individuo en relación con otros individuos, también soy, en mí mismo, un conjunto constituido por aspectos psicológicos que se relacionan entre sí.
Desde nuestra condición de individuos solemos creer que los diálogos significativos solo existen entre dos personas y no estamos familiarizados aún con otro ámbito de diálogo: el diálogo interior. Ese diálogo que se da entre dos o más aspectos psicológicos de uno mismo. Decimos: “Soy muy exigente conmigo”. “Me doy con un caño”. “Me torturo con autorreproches”. “Me felicité por lo que hice”. “No me perdono el haber dicho eso”, etcétera.
Estas frases aluden efectivamente a diferentes formas de diálogo interior. Pero hasta ahora, hasta ahí llegamos. Todavía es yo con yo. Percibimos ese suceso, pero no hemos reconocido aún quiénes son los que hablan entre sí. ¿Qué aspecto mío es “el que da con un caño” y qué otro aspecto mío es el que recibe ese trato? Y lo mismo con los demás ejemplos: ¿Quién es en mí el que reprocha y quién es en mí el reprochado? ¿O el que felicita y el felicitado?
Ingresar en este espacio e identificar esos roles es como ingresar en una habitación que hasta ahora ha estado a oscuras e iluminarla para conocer con precisión a los protagonistas de esos vínculos. Es muy importante conocerlos porque en esas relaciones está la base del metabolismo psíquico de cada uno, que conduce, ya sea al sufrimiento autocreado o a la posibilidad de aprendizaje, transformación y crecimiento.
Ese es precisamente el propósito de este libro: describir en detalle quiénes son los protagonistas de dichos vínculos y mostrar cuál es el aprendizaje vivencial que necesitan realizar para transformar los diálogos interiores que producen sufrimiento en diálogos que ayudan a resolver los conflictos que tenemos y que permiten crecer y disfrutar.
Algo que dificulta el poder percibir con claridad los aspectos psicológicos que nos constituyen es que dichos aspectos no tienen presencia física. Sabemos que nos criticamos, aunque ¿dónde está ese “criticador”? Como no tiene una presencia física contundente, y estamos apoyados básicamente en lo que vemos, nos resulta difícil y extraño reconocerles una identidad específica.
En relación con este componente, es interesante mencionar que cada vez se está proponiendo con más frecuencia el recurso de mirarse al espejo y hablarse. Es un muy buen recurso porque es una excelente transición: les da presencia física a dos partes mías y facilita ingresar, con ese apoyo, en el universo de los diálogos interiores.
Pat Rodegast, exploradora estadounidense de la conciencia, de excepcional talento (1926-2012), agregó a este recurso una nueva faceta, más sutil. Ella proponía: “Ponte frente al espejo, lleva una silla, y agua si quieres, para que te puedas dar todo el tiempo que necesites, y quédate mirándote hasta que encuentres, en los ojos que te miran, una mirada de amor hacia ti”.
Además de la belleza con que está formulada esta propuesta, es de una sencillez y una hondura que merecen ser destacadas.
El famoso aforismo griego inscripto en el templo de Apolo en Delfos, que instaba a: Conócete a ti mismo, visto desde esta perspectiva de “yo” como un conjunto, se convertiría en: Conoce tus diálogos interiores y te conocerás a ti mismo, pues eso es lo que somos: diálogos interiores.
Lo que fue en El asistente interior —uno de mis libros anteriores— una breve reflexión, ahora es el eje de esta nueva obra. Aquí se amplifica, despliega y potencia lo que el anterior trabajo solo enunciaba. Es como presentar en sociedad a esta categoría conceptual; darle identidad gnoseológica. Como expresamos anteriormente, sabemos, en términos generales, que hablamos con nosotros mismos, pero hasta ahora ese acontecimiento no había sido reconocido como un espacio específico de actividad psicológica y merece un nombre propio: los diálogos interiores.
Estos diálogos son los que determinarán el destino de cada emoción conflictiva que vivimos y que las convertirá en un padecimiento crónico o en una señal útil que nos orientará hacia la resolución del problema.
En mis libros anteriores, La sabiduría de las emociones y La sabiduría de las emociones 2, analicé las emociones conflictivas básicas, como el miedo, el enojo, la culpa, la envidia, la voracidad, entre otras. Aquí, continúo esa exploración y me centro en la inseguridad, la autoestima, la queja, el perdón, entre otras, y pongo especial énfasis en los diálogos interiores que subyacen en cada una de ellas y muestro en detalle cuál es el modo a través del cual influyen en el destino de cada emoción.
Al igual que en aquellos libros, incluyo la misma sugerencia: este texto no requiere ser leído según el orden del índice, y el lector aprovechará mejor su lectura si ingresa en el tema que más le interesa y continúa avanzando en la obra, guiándose por ese criterio.
Para completar esta presentación, en el último capítulo incluyo una reflexión acerca de las dos grandes cosmovisiones reinantes: la dual y la no-dual. Expresado en términos sencillos: la cosmovisión dual afirma que en el corazón humano hay una eterna batalla entre los impulsos constructivos y los impulsos destructivos. En cambio, la cosmovisión no-dual sostiene que en el corazón humano hay un continuo proceso de autorregulación en curso. Esta mirada es la que ha caracterizado a las psicologías humanistas y transpersonales y es también en la que se apoya esta obra.
Cada una de estas dos cosmovisiones impregna fuertemente nuestro modo de explicar y de intentar resolver los conflictos que experimentamos, tanto en nuestras relaciones interpersonales como en nuestros diálogos interiores. Incluyo el tema de las cosmovisiones en este libro porque entiendo que tan importante como la existencia misma de los diálogos interiores es la cosmovisión en las que nos apoyamos para comprender los conflictos que se producen en dichos diálogos.
Capítulo 2
El conflicto interior
El conflicto interior central que experimentamos los seres humanos es el que se produce entre “lo que deseo ser” y “lo que soy” o, para decirlo con más precisión, entre “lo que deseo ser” y “cómo me siento en cambio”.
Deseo ser seguro y me siento inseguro, deseo ser autónomo y me siento dependiente, deseo ser alegre y me siento triste, deseo sentirme decidido y me siento vacilante, etcétera. Y así podríamos continuar esta larga lista de los diferentes modos en los que deseo sentirme y de las diversas formas en las que me siento en cambio.