Título original: La sabiduría de la muerte.
Tratado sobre el Bardo Thödol y el yoga del sueño
Primera edición: Septiembre 2021
© 2021 Editorial Kolima, Madrid
www.editorialkolima.com
Autor: Rafael Pavía
Dirección editorial: Marta Prieto Asirón
Maquetación de cubierta: Sergio Santos
Maquetación: Carolina Hernández Alarcón
ISBN: 978-84-18811-28-9
Impreso en España
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A Padmasambhava y a todos sus discípulos, que han preservado las enseñanzas sobre la «luz clara».
Prólogo
S iendo joven tenía grandes inquietudes por conocer la verdad que nos rodea, sentía la necesidad de saber cuál es el destino que a todos nos espera tras nuestra efímera existencia y cómo enfrentarnos a nuestro quehacer diario. Me introduje en la tradición esotérica de Occidente, conocí la teosofía, a los espiritistas, rosacruces, templarios, masones, gnósticos, etc. Todo apuntaba hacia una dirección, el famoso: « Homo nosce te ipsum » (Hombre, conócete a ti mismo). Luego seguí formándome en la tradición oriental del yoga, el budismo zen, vajrayana; así me impregné de la sabiduría de Oriente, que nos dirige hacia el conocimiento de nosotros mismos, como no podía ser de otro modo. En mis andares conocí a un egiptólogo, que me dijo: «Los egipcios vivían más para la muerte que para la vida», y aún resuena en mi cabeza aquello de «De la vida algo se aprende, de la muerte todo se aprende».
Todos quisiéramos tener la certeza de que existe la eternidad, de que nuestro destino no se para en seco cuando la parca viene a cogernos. He trabajado incansablemente para ver el modo certero de conseguir el «elixir de la larga vida», pues las teorías o creencias que tratan sobre el tema del alma y su inmortalidad, aunque al principio te animan y dan esperanza, con el tiempo resultan secas y un tanto estériles. Sin embargo, la lectura de los grandes místicos de Oriente y Occidente transmite una luz que excede el simple razonamiento. La práctica de la contemplación y el silencio interior enriquece nuestra conciencia, aportándole nueva luz y una visión más amplia y profunda que traspasa las palabras y se funde en un silencio esclarecedor; de ahí que se diga que «el silencio es la elocuencia de la sabiduría».
Desde una perspectiva contemplativa se pueden asumir ideas sobre lo abstracto o intangible: la eternidad, el alma, la psiquis, la mente, el yo o ego, etc. A la práctica de la contemplación le sigue la reflexión serena que comprende que los pensamientos, ideas, teorías o conceptos no son más que eso: pensamientos, teorías o creencias, y por tanto, se abandona esa tendencia a auto-convencernos de que lo que pensamos o creemos es lo cierto. Al observarnos por encima de nuestra mente ordinaria con todas sus convicciones, que a la vez se convierten en nuestras propias limitaciones, estamos abriendo una puerta a lo que aún desconocemos de nosotros mismos. Entonces la contemplación se vuelve esclarecedora.
La luz de nuestra conciencia se descubre a sí misma, reconociendo sus orígenes y su naturaleza abstracta y existencial, lo que nos conduce a comprender su propia evolución. Sobre ello ya hablamos en nuestro libro Conciencia integral . El caudal creativo de nuestra conciencia es ilimitado; el paso entre lo tangible y lo intangible o entre lo material y lo abstracto es una experiencia íntima que cada cual debe experimentar. La ciencia de la contemplación solo puede corroborarse de dos modos: por experiencia propia y al comprobar que el lenguaje místico es universal y se hace entendible para quien ha despertado su conciencia a su aspecto o naturaleza abstracta e intangible.
Ahora bien, entre lo intangible y lo tangible existe una naturaleza intermedia, energética, sutil, anímica, que debe descubrirse experiencialmente, en carne propia. En ambas tradiciones, la oriental y la occidental, se nos dan ejercicios para activar y hacer más presente en nuestras vidas lo sutil de la existencia, la naturaleza intermedia que existe entre lo material-tangible y lo espiritual-intangible.
Si algo debemos agradecerle al budismo del viejo Tíbet son sus enseñanzas, y en particular el tantra, el yoga del sueño y el Bardo Thödol o Libro tibetano de los muertos , ya que sus enseñanzas nos proporcionan multitud de prácticas para reconocer la naturaleza sutil de nuestra psiquis y mente. Esperamos que el presente libro les permita una agradable introducción al conocimiento de los misterios de la vida y la muerte, el yoga del sueño, y cómo el tránsito de la muerte puede asumirse con la mayor lucidez posible.
Este tratado sobre los sueños y el tránsito a la muerte no es un tratado sobre los sueños al uso común, pues ya existen muchos textos que nos hablan sobre los sueños, incluyendo diccionarios muy completos sobre simbología onírica. Lo que pretendemos mostrar en este texto es la inmanencia y la trascendencia que el sueño tiene. Inmanencia porque los sueños forman parte de nuestra vida y pertenecen a la naturaleza de nuestro Ser; y trascendencia porque los sueños son indicadores de nuestra realidad psíquica: son una muestra de aquello que pensamos, sentimos y hacemos, descubriéndonos una realidad más completa de lo que somos. Sin embargo, los sueños no son determinantes; nos pueden advertir, indicar, orientar sobre diferentes aspectos de nuestra vida, pero su función se limita a esta cuestión: servir como un indicador de nuestra actividad psíquica. Incluso los llamados sueños proféticos no tienen la potestad de cumplirse, ya que lo que tenga que ocurrir, tanto en el presente como en el futuro, dependerá exclusivamente de nosotros mismos y de cómo tratemos las circunstancias dadas.
Es cierto que los sueños tienen una naturaleza mágica y que, al desmarcarse de la temporalidad del estado de vigilia, producen fenómenos de sincronicidad, como también puede suceder en el estado de vigilia, pues uno puede estar pensando en un amigo suyo para al girar la esquina encontrarse con él o recibir una llamada suya justo cuando estaba pensando en él. Y la magia de los sueños es muy amplia, pues podemos encontrarnos con viajes fantásticos a lugares que ya visitamos o que estemos por visitar, o en lugares con los que sintonizamos de cualquier zona del mundo. También los sueños son mágicos porque poseen una plasticidad inherente que permite cambiar figuras, formas, personajes, etc. Eso, y añadido al hecho de que el sueño es intemporal, convierten el mundo onírico en un mundo mágico.
Podríamos hablar sobre los fenómenos oníricos hasta llenar una enciclopedia entera y ver cómo esos fenómenos psíquicos nos enganchan de un modo fantástico; podríamos practicar la onironáutica y procurarnos sueños lúcidos, donde la magia del sueño se engrandece, pero eso no dejaría de atraparnos en una realidad fenoménica y no alcanzar a descubrir el nóumeno o causa del fenómeno onírico.