Introducción
Con tantas famosas de imagen perfecta, gurús del fitness ultraesbeltas y celebrities que salen impecables en las redes sociales, cada vez resulta más difícil sentirse bien con el aspecto propio. En Estados Unidos solo le gusta su cuerpo a una de cada cuatro mujeres. La industria de la cirugía estética está en auge: en Estados Unidos se gastan al año más de quince mil millones de dólares en tratamientos. Dos de cada tres mujeres están siempre a dieta, y lo que resulta alarmante es que también lo están la mitad de las adolescentes.
No hay que ser un genio para averiguar el origen de esta epidemia de opinión negativa sobre el propio cuerpo entre las mujeres y las adolescentes. Nos bombardean con ideas del aspecto que deberíamos tener en cuanto nos despertamos: desde la proliferación de imágenes de modelos muy delgadas o chicas muy en forma que buscan inspirarnos para adelgazar (thinspiration) o para hacer ejercicio (fitspiration) hasta las blogueras de moda que resultan chic sin esfuerzo apreciable o las modelos de ropa interior de las campañas publicitarias. Los cuerpos en forma, las caras bonitas y el atuendo perfecto se llevan la atención de los medios y los likes de las redes sociales, a la vez que se ridiculizan imperfecciones como el acné, los desaciertos estilísticos o los kilos de más.
El panorama no es tan negro, pues parece que el discurso mediático sobre la belleza está virando hacia una dirección más saludable. Hoy es tendencia hablar positivamente del cuerpo y, como consecuencia, muchas marcas han empezado a usar modelos de tallas grandes en sus campañas o han prometido dejar de hacer retoques a las fotos. La revista Allure ha prohibido el uso del término «antiedad». Los muslos de Barbie ya se juntan y la muñeca se comercializa en varios modelos con distintas formas corporales. ¡Vamos progresando!
Más allá de la belleza contiene los testimonios de más de 600 mujeres reales, que encontrarás salpicados a lo largo del texto en color rojo.
Sin embargo, estamos aún muy lejos de alcanzar un paisaje mediático perfectamente diverso que no haga creer a las niñas y a las mujeres que deben basar la autoestima en su físico. Hasta entonces necesitamos desesperadamente una manera de gestionar el aluvión de imágenes perfectas que asalta nuestras pantallas.
Una opción es tirar el móvil, el televisor y el ordenador. La otra, leer este libro (sí, lo habías adivinado).
Empecé a interesarme en el tema de la imagen corporal después de la publicación de The Curated Closet, mi primer libro, que se basaba en mi propia transformación de «adicta a las compras con el armario repleto y nada que ponerme» a «consumidora consciente que sabe que “menos es más”». Recibí muchos mensajes geniales de las lectoras, en los que me contaban cómo estaban aplicando los consejos que yo daba en el libro. Puesto que la ropa está tan ligada al modo en que nos sentimos con nuestro aspecto, muchas de estas mujeres también me hablaban de cuestiones relacionadas con el cuerpo: de que no se sentían lo bastante esbeltas, curvilíneas, guapas o jóvenes y de cómo las redes sociales habían hecho que este descontento aumentase aún más.
Cuanto más pensaba o leía sobre ello, más entendía el enorme efecto que tienen en la vida de las mujeres las cuestiones relativas a la imagen corporal. Y ni siquiera estoy hablando de asuntos realmente serios en los que la baja autoconfianza es un factor de riesgo, como los trastornos de la conducta alimentaria, la depresión o el trastorno dismórfico corporal.
Me refiero a todas las cosas que hacemos y nos ocurren a diario porque nos han socializado para creer que nuestra valía está directamente relacionada con nuestro físico. Cosas como:
• Salir por la noche y no ser capaz de disfrutar porque te está preocupando tu aspecto.
• Estresarte cada vez que alguien se acerca con una cámara o que te arruine el día el hecho de que alguien te haya etiquetado en una foto donde no te gusta como sales.
• Temer el próximo cumpleaños porque estás convencida de que es el comienzo del fin.
• Obligarte a cumplir tu rutina de belleza diaria aunque te parezca una auténtica lata.
• Creer que encontrar pareja o mantenerla a tu lado depende de tu capacidad de seguir una dieta de adelgazamiento.
• Renunciar a una oportunidad de hablar en público en el trabajo porque te da demasiada vergüenza.
• Sentirte cohibida durante el sexo.
• Probar una dieta, tratamiento de belleza o tabla de ejercicios detrás de otra con la esperanza de que por fin hallarás la panacea que te va a hacer sentir bien contigo misma.
• Rechazar una invitación para pasar el día en la playa porque no quieres que te vean en bañador.
• No acercarte a espejos de cuerpo entero para evitar tener que enfrentarte con tu propio cuerpo.
• Pensar que tu peso es el principal factor que te está impidiendo ser feliz.
Imagina cuánta energía, tiempo y hasta dinero te ahorrarías si de repente te sintieras bien con tu físico, ¡y cuántas cosas podrías empezar a hacer!
Por supuesto, que la imagen corporal sea un gran problema no es ningún secreto. Todo el mundo, desde las blogueras feministas hasta las actrices de Hollywood e incluso las revistas de moda, habla hoy sobre los ideales de belleza impracticables de nuestra sociedad y lo mucho que se presiona a las mujeres para que encajen en ese molde. Sin embargo, he advertido que hay algo de lo que no habla nadie: una solución. Sabemos el modo en que los medios, las marcas de moda y los ejecutivos cinematográficos podrían mejorar la situación y sí, es importante que solucionemos lo que está causando nuestras inseguridades a un nivel sistémico. Pero ¿significa eso entonces que estamos a merced de las grandes marcas y los medios de comunicación para que dejen de promover unos estándares de belleza impracticables? ¿Sentirnos inseguras con nuestro físico es inevitable hasta nuevo aviso? ¿No hay nada que podamos hacer?
«Soy inteligente, soy feminista y sé que el ideal de belleza de la sociedad es una sandez. Entonces ¿por qué me importa tanto mi físico?»
Sabía que eso no podía ser cierto. Hay muchas mujeres que están perfectamente cómodas con su cuerpo, que no están dejando que aspectos que normalmente se consideran «defectos» les impidan vivir con plenitud. Además, si hay algo que aprendí al estudiar psicología en la universidad, es que los pensamientos, sentimientos y opiniones de la gente no son inamovibles. En ello se basa la psicoterapia y el desarrollo personal: se puede cambiar a mejor el modo en que funciona la mente sean cuales sean las circunstancias. Por lo tanto, también podemos adquirir más autoconfianza y dejar de ver nuestro cuerpo como un problema que hay que solucionar.
Pero ¿cómo? Eso era lo que aún tenía que averiguar. Así que le comenté a mi editora que quería escribir un libro práctico sobre la imagen corporal, pero que todavía no podía decirle cómo iba a tratar el tema exactamente. Únicamente sabía las preguntas que quería que el libro contestase, a saber:
• ¿Cómo se supone que voy a sentirme bien conmigo misma cuando mi cultura me lo está haciendo imposible?
• ¿Cómo puedo dejar de considerarme una vaga que no se cuida cada vez que abro Instagram?
• ¿Cómo voy a superar el miedo a parecer mayor?
• ¿Debería mejorar mi autoestima a base de rellenarme los labios?
• ¿De dónde puedo sacar la autoconfianza que me permita llevar menos maquillaje, dejar de depilarme o vestirme como quiera?
Tenía una motivación considerable porque con casi treinta años aún me sentía demasiado a menudo como una chica de trece años cohibida e incluso renunciaba a oportunidades de trabajo porque no me sentía «lista para la cámara». Afortunadamente, mi editora creyó en mí, así que pude pasarme un año entero hablando con algunas de las personas que más saben sobre este tema —psicólogos, sociólogos, expertos en medios de comunicación y en estudios sobre las mujeres, especialistas en autoestima, nutricionistas— y leyendo todo lo que hay que leer sobre imagen corporal para ver si podía llegar a formular consejos concretos y útiles destinados a personas (como yo y como prácticamente todas las mujeres que conozco) que sienten que sus inseguridades les están impidiendo vivir con plenitud. Te adelanto que encontré un montón de estrategias útiles y prácticas que funcionan y que van más allá de vacuas exhortaciones a «amarte a ti misma» (bueno, vale, eso lo tienes que hacer, pero ¿cómo exactamente?).