Introducción
Pensaba que estaba obsesionada con la belleza, pero luego conocí de cerca la realidad de Seúl. Seúl respira belleza, y en su aire flota el cuidado de la piel. En Corea parece que mires donde mires, miles de productos te quieren vender la promesa de una piel perfecta e hidratada, y solo tienes que echar un vistazo a los rostros de porcelana que pasean por la calle para saber que no se trata de publicidad engañosa.
Nacida en California, al acabar la universidad, me mudé al otro lado del mundo, a Corea del Sur, y nada más llegar tuve un choque cultural por lo que respecta a la piel. Las culturas occidentales suelen pensar que el cuidado de la piel es tan divertido como pasarse el hilo dental, que se trata de una tarea más que haces con prisas al final del día, antes de acostarte. Pero en Corea, cuidarte bien la piel es algo placentero; no se trata solamente de belleza o de una rutina de tocador, sino de una inversión en tu bienestar. Pronto entendí que estaba viviendo en un país donde el cuidado de la piel no solo consistía en amontonar productos en la estantería del baño, sino en una mentalidad que cala en tu estilo de vida, que va desde lo que comes hasta lo que vistes.
Mi proceso para llegar a entender el cuidado de la piel en Corea me convirtió en una fiel seguidora de esa filosofía y, al marcharme de Seúl, me llevé conmigo la pasión por compartir lo que había aprendido. Esto me llevó a crear mi propia página web y tienda online, Soko Glam, dedicada al estilo de vida y la belleza coreanos, y a sacarme el título de esteticista en Nueva York. Gracias a Soko Glam he podido escuchar las historias personales de mujeres (y hombres) de todas las edades y culturas que han decidido seguir una rutina de cuidado facial coreano y han mejorado tanto la calidad de la piel como la seguridad en sí mismos.
En Occidente, cuando pensamos en la piel, nos vienen a la cabeza problemas y trastornos cutáneos. Como cuando te sale un horrible grano justo antes de una cita importante o la primera vez que te ves unas arruguitas y entras en un estado de pánico, preocupación y remordimientos. «Luchamos» contra el acné, «combatimos» las arrugas y «eliminamos» los puntos negros. Somos nosotros contra nuestra piel, y nuestro único aliado es un bote de crema milagrosa poco convincente que la mayoría de veces nos decepciona.
Tenemos la cabeza repleta de un marketing lleno de palabrería que nos provoca una potente combinación de mitos y confusiones. No me extraña que la gente aún utilice productos faciales en función de su edad o género, o crea que beber agua evitará la sequedad cutánea, simplemente porque esto es lo que llevan escuchando toda la vida.
A medida que aprendía sobre el cuidado de la piel en la formación de esteticista y hablaba con gente que estaba totalmente perdida sobre qué productos comprar o cómo usarlos, supe que tenía que volcar en un libro todos los secretos de cuidado facial que aprendí en Seúl, porque realmente no debería haber más secretos.
¿Por qué leer un libro sobre el cuidado de la piel?
En este libro te contaré cómo una chica californiana como yo se sumergió en la cultura de la belleza coreana y cambió su perspectiva a la hora de enfocar y abordar el cuidado de la piel. Tanto si lees esto para iniciar tu primer régimen de cuidado facial como para mejorar el que sigues en la actualidad, o simplemente para aprender cómo concibe la belleza otra cultura, este libro cubrirá todas estas inquietudes y muchas más.
Lamentablemente, con solo leer este libro no te bastará para mejorar el estado de tu piel, pero anímate, porque estás dando el primer paso. Te voy a poner algunos deberes, pero te llevaré de la mano (por cierto, muy bien hidratada) a lo largo del camino. Te voy a guiar paso a paso a través de mis secretos de cuidado facial coreano, guardados como oro en paño: desde rutinas de cuidado facial diurno y nocturno, hasta por qué tu cuerpo entero, no solo la cara, necesita exfoliante, o cómo elegir la crema hidratante adecuada y usarla bien. También te enseñaré cómo lograr el look de maquillaje natural que lucen las mujeres en las calles de Seúl (y a menudo en las pasarelas de Nueva York y París). Combinaré mis conocimientos técnicos de esteticista con consejos de coreanos expertos en belleza para contestar a tus preguntas más difíciles acerca de la piel y para encontrar las soluciones a los problemas cutáneos más comunes. Aprender a cuidar la piel al estilo coreano te cambiará la manera de pensar en tu piel y en el modo en que la tratas. Tendrás ganas de empezar una rutina, y en cuanto hayas empezado, no querrás dejarla.
Si aún te queda alguna duda, deja que afirme que sí, que puedes entusiasmarte por la piel. Tan solo es el órgano más grande del cuerpo. ¿Vamos allá?
Sobre mí:
rostro coreano, actitud californiana
Durante los primeros veintiún años de mi vida, fui la típica chica de Los Ángeles. Estaba bronceada todo el año, llevaba reflejos rubios y vivía en chanclas. Vestía vaqueros cortados de Abercrombie & Fitch, combinaba los batidos de vainilla con hamburguesas y patatas fritas y, como es lógico, adoraba ir a la playa. Tan pronto como me saqué el carné, empecé a coger el Sedán de mis padres para ir de compras con el dinero que me sacaba trabajando de cajera en un restaurante de sushi.
En cuanto a belleza, era autodidacta y me basaba en lo que leía en las revistas y en lo que veía en la gente de mi alrededor. En el instituto me cortaba el pelo a capas asimétricas y me teñía gruesos mechones de rubio en el lavabo con tintes que compraba en la droguería. Llegó un momento en el que puede que llevara una permanente horrible (seguro que llevé una permanente, pero lo mal que me quedaba depende de a quién se lo preguntases). En lo que respecta al maquillaje, seguro que no tenía un aspecto natural, ya que solía llevar una línea de ojos negra exageradamente gruesa y unas cejas demasiado depiladas con la intención de lograr ese arco fino a lo Angelina Jolie.