Ginette Lespine
Sophie Guillou
SUPERAR EL DESEMPLEO
EN FAMILIA
¿Cómo seguir adelante?
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
Colección dirigida por Bernadette Costa-Prades.
«El hombre nunca tiene nada adquirido,
ni su fuerza ni su debilidad.»
Aragon
Traducción de Ariadna Martín Sirarols.
Diseño gráfico de la cubierta de Bruno Bouin.
Ilustración de la cubierta de Jesús Gracia Sánchez.
Título original: Surmonter le chômage en famille.
© Éditions Albin Michel, S. A. - París 2016
© Editorial De Vecchi, S. A. U. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-68325-007-4
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Índice
Prólogo
Ayer teníamos un empleo, un salario, una posición en la sociedad... Hoy, nada. Aunque todos lo vivimos de una forma distinta según nuestro carácter y nuestra historia personal, nuestro sexo o edad, encontrarnos en el paro representa siempre una experiencia desestabilizadora. Y la sensación se intensifica porque afecta indirectamente a nuestra vida privada: en efecto, modifica las relaciones entre los miembros de la familia y obliga a reacondicionar el lugar de cada uno, tanto del cónyuge, como del padre o el hijo del que se ha quedado sin trabajo. Inevitablemente, surgen algunas preguntas: ¿Cómo ayudar al que ha perdido su empleo? ¿Cómo explicárselo a los niños? ¿Por qué todo el mundo discute siempre?
Para superar esta prueba juntos, sin demasiados estropicios, no existe una receta única. Lo mejor es intentar comprender qué está en juego. Lo que el desempleo implica va más allá de la simple angustia del día siguiente. Remite a lo que somos en lo más íntimo de nuestro ser y a la forma en la que estamos hechos psicológicamente desde nuestra infancia. Revela también todas las carencias hasta entonces cuidadosamente escondidas.
Aprendiendo a descifrar lo que el desempleo cuenta de nosotros es posible actuar sobre la cotidianidad para que este acontecimiento desemboque en algo que no sea negativo. Una crisis rompe un equilibrio para que se cree otro nuevo. Que cada uno construya el propio...
Capítulo 1
No tengo confianza en mí mismo
Cuando estamos en el paro, a menudo nos sentimos desamparados. Sin duda el trabajo es una parte activa en la construcción de nuestra identidad. Para no perder pie, lo importante es entender lo que sentimos y por qué.
Hace todavía poco tiempo echábamos pestes por tener una agenda sobrecargada, colegas mal educados u horarios desfasados impuestos por el trabajo. Hoy, casi echamos de menos todo eso. Porque ahora, nos encontramos en casa, confrontados al vertiginoso vacío de los días. Se acabaron los horarios fijos, el ritual colectivo en torno a la máquina de café, las tareas concretas que llevar a cabo: nos hemos quedados sin trabajo.
Perder el empleo representa siempre un trastorno. Aunque intentamos persuadirnos de que no es tan grave, de que no somos el primero al que le ocurre y de que en seguida saldremos de esta, el golpe es fuerte. Ante todo, claro está, porque el paro conlleva la angustia del día siguiente: «¿Cuánto tiempo estaré en paro? ¿Podré encontrar un lugar de trabajo a la altura de mis expectativas? ¿Qué haré para llegar a fin de mes?». Incluso cuando no tenemos un carácter ansioso, esta incertidumbre oscurece el horizonte que se abre ante nosotros. Pero más allá de la preocupación material, el cambio de situación inflige también una auténtica herida: ayer todavía teníamos un rol, a veces un cargo, una utilidad en la empresa. Y ahora esa imagen se vuelve confusa: ¡no servimos para nada! Estamos fuera del circuito. Así es fácil que perdamos la confianza en nosotros mismos y que tengamos la moral por los suelos.
¿Por qué tanto trastorno?
No todo el mundo reacciona de la misma forma ante esta prueba de la vida. Todos tenemos nuestra propia historia y nuestro temperamento, lo que hace que cada una adopte comportamientos distintos ante una misma situación. Sublevación o abatimiento, recogimiento sobre nosotros mismos o actividad febril, ¡no hay nada escrito de antemano! Pero se encaje como se encaje, es un golpe duro para cualquiera.
¿Por qué nos afecta tan profundamente? Intentar entender este sufrimiento es un primer paso para no hundirnos. Eso nos lleva a preguntarnos sobre el lugar que ocupa el trabajo en nuestra vida. Porque incluso cuando no estamos enganchados al trabajo, este representa simbólicamente mucho más que un simple medio de sustento: forma parte de nuestra identidad.
Para empezar, es el que nos permite entrar de pleno en la vida adulta. Nuestras primeras nóminas representan nuestro acceso a la independencia financiera, tanto tiempo deseada. Por último, se corta el cordón umbilical para que podamos volar con nuestras propias alas. Un empleo es, ante todo, una forma de asumirnos completamente y, más tarde, un modo de asegurar la subsistencia de los nuestros.
El trabajo también nos proporciona una identidad a los ojos de la sociedad, la que figura en las tarjetas de visita, los documentos administrativos o los impresos que rellenan nuestros hijos todos los años en la escuela: profesión del padre, profesión de la madre... Sin duda, algunas profesiones tienen mayor prestigio que otras. Nos puede agradar o aburrir la que ejercemos, pero sea cual sea, nos asigna un lugar, un estatus social. Gracias a este, nos corresponde una casilla más o menos definida, y aunque a veces podamos soñar con cambiarla, ¡existimos!
El trabajo da sentido a la vida
Más allá de esta pertenencia social, el trabajo representa también una forma de afirmarnos y abrirnos personalmente. Como una base sobre la cual las personas construimos nuestra identidad. Antiguamente nadie se planteaba verdaderamente la profesión o el oficio que iba a desempeñar. A menudo se trataba de seguir el camino marcado por padres y abuelos: el hijo del médico ocupaba la consulta del padre, el hijo del panadero hundía a su vez las manos en la masa... Entonces no se trataba tanto de realizarse a través del trabajo como de ganarse la vida o adquirir poder. Hoy en día, lo primero que queremos es escoger una profesión que nos guste y que concuerde con lo que somos: «Mira lo que hago, sabrás quién soy…». El modelo de éxito actual, además de ganar mucho dinero, es «destacar en el trabajo». Por ello invertimos en él mucho de nosotros: tiempo, energía, sentimientos... Como si fuera el trabajo el que tuviera que dar sentido a la vida. Ante esta exigencia no todo el mundo está en igualdad de condiciones: cuando se trata de un puesto poco considerado o poco remunerado, la búsqueda de sentido parece muy absurda... Este modelo incluye a todo el mundo: incluso los que desempeñan los trabajos más ingratos tienen que invertir en su trabajo. Hoy en día la realización de la persona pasa forzosamente por el trabajo: nos proporciona al mismo tiempo una imagen social y una representación de nosotros mismos.
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