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Mario Sebastiani - ¿Por qué tenemos hijos?

Aquí puedes leer online Mario Sebastiani - ¿Por qué tenemos hijos? texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2012, Editor: Paidos Argentina, Género: Ordenador. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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  • Libro:
    ¿Por qué tenemos hijos?
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    Paidos Argentina
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    2012
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¿Por qué tenemos hijos?: resumen, descripción y anotación

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Nos han hecho creer que cuando decidimos tener hijos es siempre por amor. Mario Sebastiani pone en duda este lugar común y asegura que, detrás de esa frase repetida hasta el cansancio, se esconden realidades diferentes: se me pasa el cuarto de hora, fue un accidente, hasta no tener el varón mi marido no para, pierdo a mi pareja, me corre el reloj biológico, no quiero quedarme sola... ¿Por qué tenemos hijos? propone un recorrido por la historia, los prejuicios y mandatos sociales que nos permite reflexionar y resignificar nuestras decisiones para que la paternidad y la maternidad, lejos de una imposición, sean algo deseado y elegido.

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POR QUÉ TENEMOS HIJOS Mario Sebastiani POR QUÉ TENEMOS HIJOS - photo 1

¿POR QUÉ TENEMOS HIJOS?

Mario Sebastiani

¿POR QUÉ TENEMOS HIJOS?

Sebastiani Mario Por qué tenemos hijos - 1a ed - Buenos Aires Paidós - photo 2

Sebastiani, Mario

¿Por qué tenemos hijos?. - 1a ed. - Buenos Aires : Paidós, 2012.

E-Book.

ISBN 978-950-12-0014-0

1. Autoayuda.

CDD 158.1

Diseño de cubierta: Gustavo Macri

© 2012, Mario Sebastiani

Todos los derechos reservados

© 2012, Editorial Paidós SAICF

Publicado bajo su sello Paidós®

Independencia 1682, Buenos Aires – Argentina

E-mail: difusion@areapaidos.com.ar

www.paidosargentina.com.ar

Digitalización: Proyecto451

Primera edición en formato digital: octubre de 2012

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-950-12-0014-0

PREFACIO

¿Para qué tener hijos?

“Pensaba esperar unos meses más pero llegó antes…”

“No esperaba verme, ¿verdad?… Yo tampoco… No sé qué hacer…”

“Yo no quería… Pero mi marido no quiere parar hasta tener un varón…”

“No quería tener hijos, pero quedaba embarazada o perdía a mi marido…”

“Necesito ayuda… No sé de quién es… Me encontré con un compañero de colegio y en el mismo día tuve relaciones con mi marido y con él…”

“Nos cuidamos con preservativos, pero una noche, luego de una fiesta de casamiento y unas cuantas copas de champagne, no lo usamos… Fue un accidente.”

“No creo que vuelva con mi pareja… No creo ni que él quiera volver… Pero lo voy a tener igual…”

“Nunca tuve una pareja estable… Pero ahora con este hombre, siga o no siga, voy a tener un hijo… Ya estoy grande…”

“Hice varios procedimientos de fertilización asistida… No tener un hijo hubiera significado para mí vivir una vida incompleta…”

“Estoy sola, no tengo pareja… Pero recurrí a espermatozoides de donante…”

“Nos recibimos, viajamos, compramos la casa, tenemos dinero… Y ahora… y ahora a tener un bebé.”

Embarazada adolescente callada. La madre dice: “Es mi hija… Quedó embarazada no sé cómo… Con todo lo que le hemos hablado… El muchacho es un compañero de la escuela…”

El título de este libro es ¿Por qué tenemos hijos? Se preguntarán cuál es el motivo por el cual dudo. He oído hasta el cansancio decir que el motivo por el que se tienen los hijos es por amor… Curiosamente, en las frases que inician este prefacio, la palabra amor no figura, y como sentimiento, no pareciera ser el que más prevalece. Percibo que, en cambio, los motivos más frecuentes tienen que ver con el accidente, el egoísmo, la negociación, la soledad. El bebé, casi, como una mascota.

Y así es que percibo una escenografía diferente a la del palabrerío habitual que nos rodea. Si a eso se le suma el hecho de que los chicos son matados, abandonados, abusados, maltratados, explotados… ¿Dónde está el amor? ¿Por qué se tienen los hijos? Y así, una vez más me vuelvo a preguntar por qué me he planteado esta pregunta. ¿Soy el único? ¿O soy el único que mientras se lo pregunta, lo escribe? Yo mismo tengo mis propios hijos, y si bien es de buena forma no mostrar temas personales, por el contrario creo que para este tipo de reflexiones, inexorablemente, hay que apelar a lo propio y a lo ajeno. Por ello me veo reflexionando, por un lado, sobre mis experiencias con mis hijos o sobre las distintas escenas que he percibido en mi vida personal y familiar; por otro lado tengo el privilegio de ser obstetra, lo que me ha permitido acompañar a muchas parejas durante la gestación y luego del parto. Puedo reflexionar sobre las charlas que he tenido con ellos en el tiempo, por lo que he visto en mis amigos y conocidos, y por mis propias experiencias como hijo, como padre, como marido.

También debo admitir y decirlo con todas las letras: el cuestionamiento sobre por qué tener hijos es ¡políticamente incorrecto! En efecto, todos me han criticado tan solo por esbozar o introducir este pensamiento en las tertulias con amigos. Sin embargo no deja de ser un pensamiento que, a pesar de la marcada autocensura que tenemos en este u otros temas similares, alguna vez nos hemos planteado. Y me atrevo a decir que el mero inicio de la reflexión, o la súbita idea de elaborarla, nos ha horrorizado. Nuestra educación, a la postre una manifestación de nuestra cultura, nos impide tener la libertad suficiente como para enfrentarnos a estos cuestionamientos. ¿Cómo se nos puede ocurrir pensar en por qué tenemos hijos? ¿Cómo se le puede ocurrir a alguien que no quiera tener hijos? ¿Cómo puede uno arrepentirse de tener hijos? Las charlas íntimas dan la licencia necesaria para que nos podamos preguntar sobre estas cosas, para intentar algunas respuestas, para buscar alguna complicidad con otro, para que las dudas o las ideas tengan alguna luz.

Pues si alguien sigue molesto con estas primeras líneas y se niega a aceptar tan solo las preguntas, que me explique por qué existe la violencia y persista en la idea de que los hijos son solo el producto del amor; que alguien me explique los motivos de la prostitución infantil, el abandono, la venta de bebés o el trabajo infantil o la pertenencia de los niños a las milicias urbanas en algunos lugares de nuestro planeta. Todo esto que no queremos ver, se da de patadas con algunas de las situaciones social y afectivamente conflictivas que deben vivir los niños y los jóvenes gracias a las actitudes de los adultos que repetimos como loros que los niños son lo más importante que hay en la vida, que los queremos mucho y que todo lo hacemos por ellos.

Sin embargo, tal es la censura que sentimos, que si alguna misión tiene este libro, probablemente sea la de profundizar (¡qué vanidad!) estos aspectos que nos están vedados por educación y formación. Creo que, además, la autocensura no es sonsa, dado que, al fin y al cabo, los hijos ya los tenemos, así que para qué vamos a perder el tiempo preguntándonos por qué los tenemos si puede ser más útil reflexionar sobre cómo seguimos. Pero no tengo dudas de que una sociedad es mejor y será mejor si cada uno de nosotros, en soledad y luego en pareja, nos preguntamos si tiene sentido tener hijos, o qué sentido le daremos al pasaporte que le otorgamos a nuestros hijos en la llegada a este mundo.

He intentado pasar por la historia; no les parecerá oportuno aceptarlo, pero los hijos o los niños no siempre han sido producto del amor y, aún hoy, este postulado es cierto; me atrevería a decir que los niños, en su conjunto y no de manera individual o como un bien de la sociedad, son importantes desde hace escasamente un par de centenas de años (y creo que soy generoso), y quizás este postulado sea más un eslogan de las agencias relacionadas con el derecho, la salud o la psicología que un argumento basado en lo que vemos cotidianamente en nuestras sociedades.

Los niños son el producto del amor de una mujer y un hombre. Escribo esta frase y no puedo dejar de esbozar una sonrisa pícara y sentir un dejo de preocupación. Alguien puede pensar que se ha topado con un cínico, pero no. Definitivamente no. Pienso que es tan poco valedera nuestra enunciación del amor, que solo de manera terapéutica y para sanar nuestras faltas como personas y como sociedad la seguimos repitiendo para persistir en el convencimiento, aunque esta creencia solamente nos sirva de anestesia. Nos mostramos así como personas buenas, sensibles, morales y preocupadas. Sin embargo, y aun como probables productos del amor, veo a los hijos como una nueva y compleja tensión en nuestras parejas, de pronto devenidas en familias, como una nueva tensión en la sociedad. En el pasado la maternidad era de las mujeres solas, con un papá que salía a proveer los bienes de consumo y la subsistencia; en la actualidad vemos una paternidad compartida, seguramente justa, pero claramente conflictiva en otros aspectos. Se estima que solo el 40% de los niños nacidos en las últimas dos décadas vivirán como adolescentes junto a sus padres biológicos. Esto significa que el concepto de familia que me enseñaron con cierta puerilidad en mi tierna infancia, se ha ido modificando de manera notable, por lo que hoy existen las familias nucleares y no nucleares, conceptos estos que no me resultan sencillos pero que al fin de cuentas, implican en otras palabras, que o papá y mamá no están más juntos o que nunca hubo papá y mamá como tales o que existe una mamá sola o un papá solo más los distintos menús genéticos que puedan imaginarse. El número de padres que educan solos a sus hijos ha aumentado un 25% en los últimos años en la sociedad occidental, mientras que la cantidad de madres solteras ha permanecido prácticamente igual. Solo en EE.UU. hay cuatro millones de padres que viven solos con sus hijos. Esto es solamente una parte de la situación conflictiva que viven en la actualidad hombres y mujeres que tienen hijos en soledad o en pareja. De la misma manera no son pocos los casos en los que hoy la madre es la que sale a ejercitar un trabajo o alguna habilidad que le permita un aporte económico y los hombres son los que se quedan en casa al cuidado del hogar y de los niños. La ecuación no se resuelve con mandatos tradicionales relacionados con el género sino sobre la base de las oportunidades laborales y la necesidad de dinero, elemento básico para satisfacer los lícitos desarrollos personales e individuales a los que no parece fácil renunciar; y por qué deberíamos renunciar después de todo lo que nos ha costado afianzar, no solo una posición social determinada, sino el acceso al trabajo y a la educación como bienes supremos de nuestra sociedad.

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