SINOPSIS
La relación de pareja es una danza y conviene articularla con acierto. El foco de investigación de este libro circunvala constantemente esta pregunta: ¿cómo se articula esa danza a dos?
En esta obra, Joan Garriga profundiza en algunas ideas poderosas que no están tan desarrolladas en su primer y exitoso libro El buen amor en la pareja. Ilustra temas universales sobre el lado más oscuro del amor que nos abordan a todos en algún momento de nuestras vidas: la presencia de fantasmas del pasado, los amores desiguales, la pérdida de un hijo, los problemas de comunicación... Y lo lleva a cabo a través de reflexiones conceptuales, junto a la exposición práctica de casos reales tratados por él mismo en sus terapias de constelaciones familiares, como un intento de traer lo invisible a lo visible, de hacer luminoso lo oscuro, y así comprender mejor lo que actúa en la cara oculta del amor.
Este es un libro más práctico que el anterior. Joan Garriga nos muestra cuáles son las dinámicas de fondo, menos conscientes, que nos ayudan a entender lo que pasa en la superficie y en el seno de la pareja: cómo se relacionan sus miembros, qué necesitan comprender y liberar, qué ataduras los dirigen, cómo logran estar bien juntos y por qué lo logran, cómo superan los problemas y qué contribuye a ello.
El objetivo del libro es ayudar a pensar y a entender, pero sobre todo dar las claves para trabajar con uno mismo y ganar capacidad de amor, verdad, paz y libertad.
Joan Garriga
Bailando juntos
La cara oculta del amor
en la pareja y en la familia
Ediciones Destino Colección Imago Mundi Volumen 303
Para Bert, con sentida gratitud a tu entrañable ser
y a tus atrevidas enseñanzas
UNA REFLEXIÓN ANTES DE EMPEZAR
Ha sido una sorpresa feliz que mi libro El buen amor en la pareja interesara tanto a tanta gente, y que lo siga haciendo. Sorpresa por lo inesperado y multitudinario del interés. Feliz porque pocas cosas alegran tanto el ánimo como sentirse útil y servir de ayuda, especialmente en un ámbito tan entrañable y delicado como el de la pareja, en el que todos nos jugamos tanto y en el que tantas expectativas depositamos, al convertirse en el epicentro privilegiado de nuestros vínculos y en la tierra fértil —o desértica, según como lo manejemos— donde desenvolver nuestra más profunda e implicada afectividad. Cuando lo escribí, traté de plasmar con tanta rotundidad como humildad lo que había aprendido en treinta años de trabajo terapéutico gestáltico y en constelaciones familiares con personas y parejas: los recovecos del corazón; las dinámicas de fondo, sobre todo familiares e incluso transgeneracionales; los ítems que configuran un paisaje de bienestar en la pareja; los órdenes que encauzan el amor hacia el sentimiento de felicidad; el arte de atravesar el dolor en las separaciones; el saber vivir, contener y transitar las emociones; las proezas existenciales cuando la pareja es visitada por extremas sacudidas, como, por ejemplo, problemáticas severas con hijos o con la sexualidad, o pactos y danzas de a dos y muchos etcéteras. No obstante, el éxito del libro me confirma de algún modo cuán necesitados estamos de mapas para pensar nuestras relaciones y de orientación para nuestros avatares emocionales y afectivos.
Sin duda alguna, el viaje de la vida nos obliga a la maravilla de enfrentarnos a ese vínculo tan importante que es la pareja, propulsado por el combustible de alto voltaje de la sexualidad y el más sereno de la compañía y la pertenencia. Como jocosamente plasmaba en El buen amor en la pareja, cuando a Sócrates le preguntaron si era mejor estar casado o permanecer soltero, contestó: «No importa tanto, porque de ambas maneras te vas a equivocar; pero mejor cásate, porque si te va bien serás un poco feliz y si te va mal no hay problema: serás filósofo». Guiños aparte, se dice que la segunda mujer de Sócrates y madre de sus tres hijos, llamada Jantipa, tenía un carácter insolente, despectivo y fiero, lo cual ponía a prueba la paciencia, virtud y ecuanimidad del filósofo. Sin embargo, como Sócrates, también podemos elegir adentrarnos en el mundo de la pareja de manera tan audaz como ecuánime, abriendo y confiando en nuestro corazón pase lo que pase, a pesar de las turbulencias que siempre acompañan a la intimidad; siendo equilibrados al trazar nuestras expectativas sobre la pareja y pensando que no dará la felicidad absoluta ni tiene por qué hacerlo; y al mismo tiempo, siendo conscientes de que, si se concitan determinados ingredientes, podemos llegar a experimentarnos como bastante plenos.
Nos toca vivir en los tiempos del individualismo extremo y exacerbado, que se promueve y penetra, sin apenas crítica, en esta sociedad nuestra, tan poco instintiva. Por ello hay cada vez más personas sin una red sentimental y relacional rica, algo que afecta directamente a la salud física y mental y va marchitando el natural deseo de vivir. Incluso hasta el extremo de que muchas personas llegan a morir solas, sin nadie que las eche de menos o las reclame. Diría que se ha apostado por el máximo individualismo a causa de las conveniencias económicas y de la perversa dinámica del crecimiento constante y lo hemos comprado al confundirlo con libertad. Pero el precio emocional está siendo carísimo. Hemos perdido el sentido tribal, vincular y comunitario del vivir sin darnos cuenta, hasta que ha sido tarde, de que la ausencia de clan lastima al mamífero profundo que vive en todos nosotros.
Por eso a través de la pareja y la familia buscamos espacios de pertenencia y marcos convivenciales de relación y de vida, con los que ahuyentamos la temida sensación de aislamiento. Ello, además, nos alarga la vida. Aunque las llamadas sociedades del bienestar amparan a las personas desfavorecidas, lo hacen en un sentido económico, que no vincular y relacional, y cuando ese aislamiento no buscado llega tiene algo de exilio y expulsión. Que se lo pregunten si no a los ancianos, expulsados del hipervalor de la fuerza y la belleza, o a los pobres, resignados a satisfacer la extrema riqueza de los ricos, muy valorada pero que, a menudo, no deja de encubrir su pobreza interior. Necesitamos estar acompañados y compartir la vida, porque nuestra experiencia cobra sentido sobre todo cuando la compartimos. Es la mirada y la escucha compartida la que le da color y lustre. La relación que se establece entre dos personas con voluntad de implicarse emocional y sexualmente —pues eso es, ni más ni menos, una pareja— es parte de ese marco convivencial y nutritivo que nos ayuda a ser más felices: una fuerza de creatividad, un vínculo que da la vida. La unión de dos. Un proyecto común, una mirada hacia el futuro.