Índice
Gracias por adquirir este eBook
Visita Planetadelibros.com y descubre una
nueva forma de disfrutar de la lectura
¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos!
Primeros capítulos Fragmentos de próximas publicaciones Clubs de lectura con los autores Concursos, sorteos y promociones Participa en presentaciones de libros
|
Comparte tu opinión en la ficha del libro y en nuestras redes sociales:
Explora Descubre Comparte
|
Sinopsis
¿Quién vistió los primeros pantalones? ¿Quién pintó la primera obra maestra? ¿Quién cabalgó el primer caballo? ¿Quién inventó el jabón? Esta loca aventura a través de la historia antigua recurre a medios tan diversos como la genética moderna y la arqueología para descubrir a los genios que hay detrás de estas y otras innovaciones que han cambiado el mundo.
¿Quién inventó la rueda? ¿Quién se tomó la primera cerveza? ¿Quién fue el asesino en el primer asesinato sin resolver? ¿Quién fue el primer cirujano? ¿Quién prendió el primer fuego? Y, lo más importante, ¿quién fue el primero en enfrentarse a una ostra pálida y viscosa?
En este libro, el escritor Cody Cassidy se sumerge en la investigación más reciente para descubrir las historias no contadas de algunos de estos increíbles innovadores (o partícipes de accidentes afortunados).
Con un agudo sentido del humor y un inagotable entusiasmo por las maravillas de nuestros remotos ancestros, ¿Quién se comió la primera ostra? retrata a los protagonistas de las mayores innovaciones y catástrofes de la prehistoria, recurriendo a la vida de los individuos para iluminar las culturas antiguas, mostrar cómo y por qué acontecieron estos avances fundamentales y educarnos en un periodo de tiempo del que hasta hace poco lo desconocíamos prácticamente todo.
¿Quién se comió la primera ostra?
Los pioneros detrás de las mayores innovaciones de la historia
Cody Cassidy
Traducción de Antonio Francisco Rodríguez Esteban
Para mamá y papá
Introducción
Fue un valiente el primero que se comió una ostra.
J ONATHAN S WIFT
En 1991, la víctima del asesinato más interesante del mundo fue descubierta a tres mil doscientos metros en los Alpes de Ötztal, en el noroeste de Italia, a cuatro metros de la frontera austriaca. Apodado Ötzi, el hombre recibió una flecha en la espalda hace unos cinco mil trescientos años, y desde entonces su cadáver ha sido uno de los más meticulosamente estudiados en la historia humana. En el otoño de 2017 decidí visitar la escena del crimen. Aunque fue mi primera investigación criminal, empecé tal y como, en mi opinión, debía desenvolverse un buen detective de homicidios: reconstruí los últimos pasos de la víctima.
Curiosamente, aunque el asesinato tuvo lugar casi mil años antes de la construcción de la Gran Pirámide, esta reconstrucción es realmente posible. Gracias a que los científicos han identificado capas de polen en el sistema digestivo de la víctima, así como sus fuentes, ahora disponemos de un relato de las últimas doce horas de Ötzi más exacto del que podría proporcionar un sabueso.
La última excursión de Ötzi tuvo lugar en lo que ahora es territorio del norte de Italia, separado de Austria después de la Primera Guerra Mundial, aunque cuando visité el lugar no me quedó claro que sus habitantes se hubieran enterado. La arquitectura, la comida, la cultura, las señales e incluso los saludos eran tan elocuentemente austriacos que comprobé el mapa para asegurarme de no haber cruzado la frontera.
Inicié mi caminata muy temprano en la mañana, y muy pronto se hizo evidente que Ötzi tenía que estar en gran forma física el día de su muerte. Los Alpes de Ötztal no ascienden lentamente, como las colinas de las montañas de Sierra Nevada a las que yo estaba acostumbrado. Por el contrario, suben vertiginosamente desde los valles de los ríos en ángulos tan pronunciados que incluso el suave sendero que Ötzi escogió está atravesado por severos ángulos en zigzag, que ascienden entre la nieve y la niebla.
Los investigadores han establecido que Ötzi murió poco después de disfrutar de un tranquilo almuerzo en la cima, lo que sugiere que era un meteorólogo más preciso que yo. La nieve había empezado a caer y una densa niebla cubría el camino cuando llegué arriba, y mientras contemplaba la difícil travesía hasta su último lugar de descanso, vi a algunos montañeros —los primeros del día— ajustándose los crampones. No hablamos mucho, pero tras unos pocos gestos que señalaban mis zapatillas de tenis estuvimos de acuerdo en que si me empeñaba en continuar me arriesgaba a compartir con Ötzi el lugar de su último descanso. A menos de cuatrocientos metros del lugar del asesinato, y a diez mil kilómetros de casa, decidí que, en este caso, deberían bastar las entrevistas con los arqueólogos que habían investigado el lugar.
El viaje abortado a la escena del crimen era parte de un vasto proyecto de tres años para producir este libro. Empezó como una investigación sobre las mayores «innovaciones» de la humanidad, pero muy pronto creció para incluir los perfiles de los individuos responsables. Cuanto más sabía sobre los descubrimientos prehistóricos, mayor era mi interés por conocer a quienes los realizaron. Sin embargo, la mayoría de las reconstrucciones de la prehistoria ignoran completamente la existencia de la individualidad, y hablamos de pueblos en lugar de personas.
Por lo tanto, me propuse encontrar a personas notables en nuestra historia profunda. Entrevisté a más de cien expertos, leí docenas de libros y cientos de artículos de investigación. Visité el enclave que conserva la primera gran obra de arte de la humanidad. Encendí un fuego con sílex y pirita. Disparé una réplica de un arco antiguo. Arruiné unas gachas para preparar cerveza. Y casi me uno a Ötzi en su lugar de descanso final.