Gonzalo Morán
Bajas pasiones
Los 27 Subtipos del Eneagrama a través de la cultura Pop
Bajas pasiones
Los 27 Subtipos del Eneagrama a través de la cultura Pop
Gonzalo Morán
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© Gonzalo Morán, 2017
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com
universodeletras.com
Primera edición: Diciembre, 2017
ISBN: 9788417139445
ISBN eBook: 9788417037888
A mi fan número 1, mi padre, Omar, un Uno sexual con la fuerza arrolladora de un tanque y la espada justiciera de Sandokan siempre enarbolada, que se fue a otro plano unos meses antes de la publicación de este libro, un momento con el que él tanto soñaba…
Al igual que esas malas hierbas que solo un terreno de lo más dañado puede nutrir, la raíz de este vicio pernicioso debe buscarse entre las más bajas pasiones del corazón humano, aquellas que degradan nuestra naturaleza y son reprobables a nuestra raza. El odio, los celos, la envidia, la traición y la maldad desenfrenada se unen todas en su propagación .
Samuel Walter Burgess , Historical illustrations of the origin and progress of the passions
Índice
Prólogo: un muchacho como yo
All of these lines across my face
tell you the story of who i am
so many stories of where i’ve been
and how i got to where i am.
But these stories don’t mean anything
when you’ve got no one to tell them to…
Brandi Carlile , The Story
A veces, la vida da giros inesperados.
Una vez leí por ahí que, en ocasiones, tenemos que abandonar la vida que habíamos planificado porque ya no somos la misma persona que hizo esos planes.
Miro hacia atrás y me veo en mi juventud, obsesionado por alcanzar el llamado «sueño yuppie», como había soñado de niño. Por aquel entonces jugaba con el maletín de mi padre a que yo era un gran hombre de negocios. Aunque también quería ser actor. Y cantante. Y modelo de Calvin Klein. E ingeniero, como mi tío. O diplomático, y más tarde embajador, como soñaba mi abuela. Aunque lo que realmente más ambicionaba era ser escritor. Pero no un escritor cualquiera: yo ambicionaba ser el Sidney Sheldon argentino —autor cuyas novelas marcaron mis años de pubertad y adolescencia, y mi pasión por la cultura pop— y firmar autógrafos en la Feria del Libro.
No supe bien cuándo, pero en algún momento una necesidad neurótica se apoderó de mí y la vida pasó a ser un reality show gigante, un «Gran Hermano» de carne y hueso en donde yo tenía que llegar a la gran final, aun a costa de mi propia felicidad, mostrando al mundo al Gonzalo que todos querían ver, pero ocultando bajo siete cerrojos al verdadero yo que nadie nunca había llegado a conocer, o al menos, no del todo. Marilyn Monroe solía lamentarse de que todos vieran a Marilyn, pero nadie viera a Norma Jean. Si bien estoy muy lejos de parecerme a la Diosa de Diosas, hice tantos personajes para tanta gente que llegó un momento en el que desconecté por completo de mi esencia y no supe quién era. Paradójicamente, fue el amor (o mejor dicho, la falta de él) lo que me llevó al camino del desarrollo personal. Una terapia fue llevando a la otra y así recalé en el counseling , y poco más tarde, en el eneagrama.
Mi primer contacto con el eneagrama se produjo hace unos quince años, cuando trataba de llenar mi vacío espiritual buscando algo que diera un sentido más profundo a mi tan mundana como desasosegada vida. Como postulaba el filósofo noruego Soren Kierkegaard, necesitaba encontrarle un sentido a mi existencia.
A partir de ahí, no hubo retorno: el eneagrama empezó a formar parte de mi vida y cambió el concepto que de ella tenía. No puedo decir si fue para bien o para mal, pero la cambió. Después de todo, no hay rosas sin espinas.
Conocí el eneagrama de la mano del programa SAT de Claudio Naranjo y pertenecí al primer grupo de sateros argentinos. Hoy, varios años después, con mucho camino recorrido y totalmente inmerso en el universo del eneagrama, viendo tanto maestro diletante y superficial y, sobre todo, con tan pobre trabajo personal y tantas ansias de reconocimiento y poder, agradezco haberme cruzado con el mejor de los maestros y haber tenido la gloriosa oportunidad de aprender de él y de su valioso y preparado equipo de profesionales que integran la psicoterapia y el desarrollo personal con la espiritualidad. No solo aprendí sobre eneagrama: sobre todo, aprendí mucho sobre mí mismo, y sobre ciertas partes «sospechosas» de mi personalidad que me resistía a ver. Pero no fue hasta conocer los subtipos, cuando el eneagrama comenzó a tener un sentido real para mí.
¿Os habéis preguntado alguna vez por qué gente de un mismo tipo parece ser tan distinta? ¿Por qué a la hora de tipificar a algún personaje o famoso hay tantas diferencias de criterio entre las distintas escuelas eneagramáticas?
La terapeuta y eneagramista —y querida amiga y compañera de investigación— Beatrice Chestnut sostiene que uno de los grandes males del eneagrama es la disparidad de criterios entre las distintas escuelas, que emplean diferentes «lenguajes» eneagramáticos y enseñan diferentes teorías acerca de aspectos particulares del eneagrama. Diferentes profesores describen los tipos y los subtipos e incluso los centros de manera muy distinta. Esos variados enfoques llevan a la competencia, a la oposición y a la desvinculación en vez de a la colaboración para alcanzar un mutuo entendimiento. La competencia impide la colaboración entre profesores eneagramáticos, que tienden a proteger sus egos en vez de apoyarse entre sí y trabajar en conjunto para decodificar el eneagrama.
Esta actitud, que prescinde del poder inherente al eneagrama para moldear nuestra conducta y desafiar a nuestros egos, proviene de un ego que necesita tener razón y no contempla escuchar al otro.
El más claro ejemplo de esta divergencia es la explicación del E2, a quien la mayoría de los profesores post-Naranjo describen como «el ayudador» —debido a una mala interpretación de una broma irónica de doble sentido que Naranjo hizo en su primer SAT acerca de la «ayuda estratégica» de los orgullosos—, cuando para Naranjo es el «seductor orgulloso y manipulador» y para Ichazo, además de todo eso, también es narcisista. Nada más alejado de esa «adorable abuelita bonachona que hornea pasteles» que el eneagrama azucarado nos quiere hacer creer que es el E2.
Hay una tendencia a tipificar, de manera muy superficial, a todos aquellos que son exitosos como Tres, los «ayudadores» como Dos, los de carácter fuerte como Ocho, los divertidos como Siete y así sucesivamente. Pero ¡la realidad es tan distinta! Hay Ocho que pueden ser muy divertidos, Dos que pueden ser despiadados sedientos de poder y Tres a los que realmente no se les nota la vanidad, así como otros que van de fracaso en fracaso. Sin embargo, uno no se da cuenta de esto hasta que se introduce en las profundas y abismales aguas de los subtipos.