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Malcolm Lowry - Detrás del volcán: Carta de defensa para Bajo el volcán

Aquí puedes leer online Malcolm Lowry - Detrás del volcán: Carta de defensa para Bajo el volcán texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2015, Editor: Gallo Nero Ediciones, Género: Ordenador. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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    Detrás del volcán: Carta de defensa para Bajo el volcán
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    Gallo Nero Ediciones
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    2015
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Detrás del volcán: Carta de defensa para Bajo el volcán: resumen, descripción y anotación

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La reacción humana de un autor frente a las críticas
Prólogo de Patricio Pron.
Después de doce años de trabajo, Malcolm Lowry presenta la versión final de su segunda novela, Bajo el volcán, a su editor Jonathan Cape. La recepción fue entusiasta pero el escritor recibe una carta en la que Cape, siguiendo lo que el lector William Plomer sugiere en su informe, pide a Lowry cambios drásticos en su novela.
Detrás del volcán es la larga carta que Lowry escribe a su editor defendiendo en cuerpo y alma su obra. El libro se complementa con la carta inédita hasta el momento que da pie a la apasionada contestación de Lowry y con parte de la correspondencia que testimonia el largo camino hacia la publicación de Bajo el volcán, obra maestra del siglo XX. Una curiosidad: William Plomer nunca permitió que se publicara su informe.
Un ejercicio de orgullo apasionado
SOBRE EL AUTOR
Malcolm Lowry (1909-1957) nace en New Brighton, Inglaterra. En 1927 se embarca con rumbo a Extremo Oriente, experiencia que le sirvió de inspiración para su primera novela Ultramarina, publicada en 1933. En 1935 se traslada a México con su mujer, país que hará de escenario a una de las mejores novelas del siglo XX: Bajo el volcán, el relato de un día en la vida del cónsul inglés, marcado por el alcohol, la muerte y la culpabilidad.
Lowry residió algunos años en Hollywood trabajando como guionista. Después de su muerte verán la luz Poemas Selectos (1962), el libro de relatos Oscuro como la tumba donde yace mi amigo (1968), y la novela Piedra infernal (1968). En 1984 Bajo el volcán fue llevada a la pantalla por el director John Huston.
EXTRACTO
Prescindiendo de mis sentimientos de triunfo, como no le será difícil imaginar, quiero tratar de inmediato el asunto que nos ocupa, antes de que todo esto acabe en una agrafía total.
Mi primera impresión es que el lector, de cuyo informe me envió usted copia, no ha tenido (a juzgar por la primera carta que me envió) la misma simpatía hacia el libro que el primero al que lo dio usted a leer.
Por otra parte, aunque estoy totalmente de acuerdo con muchos de los puntos que su lector muy inteligentemente señala —yo en su lugar hubiera hecho quizás el mismo tipo de críticas—, me encuentro ahora, en cierto modo, en una posición difícil para contestar con precisión a sus demandas sobre revisiones del texto, por las razones que trataré de exponer, y que, estoy seguro, tanto usted como él considerarán válidas; al menos sí lo son para el autor.

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prólogo de PATRICIO PRON Algo nuevo sobre el fuego del infierno 1 Pensamos - photo 1
prólogo de
PATRICIO PRON
Algo nuevo sobre el fuego del infierno
1

«Pensamos que el libro tiene integridad y relevancia, pero sería una pena que saliese en su forma actual», escribió Jonathan Cape a Malcolm Lowry el 29 de noviembre de 1945. El editor inglés adjuntaba a su carta un informe de lectura en el que las primeras páginas del libro de Lowry —cuyo título, por cierto, era Bajo el volcán— eran calificadas como «lentas» y tediosas y se criticaban «la debilidad en el trazo de los personajes», las presuntas «excentricidades lingüísticas» y el «monólogo interior» que caracterizarían la obra, así como el exceso de «divagaciones» por parte del narrador; es decir, y en palabras de Douglas Day, biógrafo del escritor inglés, exactamente lo que los defensores de aquel libro iban a encontrar admirable en él cuando viese finalmente la luz. No eran las primeras objeciones que se hacían a la novela, sin embargo: Harold Matson, su agente, había admitido en una carta dirigida a Lowry el 31 de julio de 1945 que le parecía «demasiado larga y demasiado llena de diálogo» y le había advertido que su opinión era compartida por Cap Pearce, de Duell, Sloan and Pearce, quien le había dicho a Matson que el material requería «una forma más clara y narrativa», la misma observación que le hacía el informante anónimo de Jonathan Cape, para quien la novela hubiese podido ser «mucho más efectiva de haberse reducido a la mitad o a las dos terceras partes de su extensión actual». Lowry no pensaba lo mismo: tenía treinta y siete años, sabía nadar, tocar el ukelele, jugar al golf y beber, especialmente beber; también sabía escribir, naturalmente, pero la novela en la que había estado trabajando durante años, y que, como sostenía en una carta al escritor estadounidense Conrad Aiken fechada en diciembre de 1944, había revisado «más o menos sobriamente» durante «tres años y tres meses, ocho horas al día», había sido ya rechazada por doce editores. «Lowry estaba frustrado: se le pedía que cortara su novela casi a la mitad, y que extirpara lo que él sentía era lo mejor», sostiene Day. El 2 de enero de 1946 Lowry comenzó una carta dirigida a Cape en la que defendía y justificaba su novela y que es el testimonio más importante del que disponemos de su confianza en sí mismo y en su obra; su escritura, sin embargo, no impidió que la noche del 10 de enero de 1946, en el transcurso de una borrachera con mezcal, acabara cortándose las venas: fue salvado por su mujer y por un médico del vecindario.

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«Cape no decía que no publicaría la novela si no se efectuaba una revisión más, pero garantizaba la publicación si Lowry revisaba de nuevo el libro», observa Day. No hay testimonios de que el escritor haya considerado seriamente esta posibilidad, probablemente lo más razonable para alguien cuya obra había sido rechazada ya en doce ocasiones. En lugar de reescribir total o parcialmente su novela —lo que quizá resulte comprensible, teniendo en cuenta que la que había enviado a Cape era su cuarta versión: en México, en 1936, había escrito la primera, que había reelaborado en Los Ángeles dos años después, para componer una tercera en 1940 en la Columbia Británica que su mujer rescató del incendio accidental de su casa del 7 de junio de 1944, y una cuarta versión terminada en Canadá en 1945, perdida en un bar mexicano algún tiempo después y recuperada azarosamente—, Lowry le envió a Cape una carta en la que se esforzaba por defenderla de las objeciones que se le habían hecho y la comparaba tácitamente con obras de la importancia de El idiota de Fiódor Dostoievski, Moby Dick de Herman Melville y Cumbres borrascosas de Emily Brontë, una impertinencia y una demostración casi fanática de confianza en sí mismo viniendo de un autor cuya obra solo había suscitado desconfianza y rechazo hasta el momento. Aunque Day sostiene que lo más importante de esta carta no son los argumentos que Lowry trae a colación para defender la novela sino que en esta «subraya los temas esenciales del libro: el deseo de bondad que tienen los personajes [y] las ideas de culpa individual y de responsabilidad»; son esos argumentos los que monopolizan, al menos, la primera parte de su carta. En ella Lowry justifica la lentitud del comienzo de la novela afirmando que se trata de su final, lo que, por cierto, no parece una justificación adecuada, como tampoco lo es su reconocimiento de que en ella empleó la técnica del flujo de conciencia debido a que «estos problemas […] no podían resolverse de otra manera». Uno de los aspectos más singulares y menos discutidos de esta carta es que los argumentos a los que recurre Lowry no parecen los más idóneos para torcer una opinión editorial desfavorable, y sin embargo lo hicieron. Al enfrentarse a la acusación de que sus personajes no están bien desarrollados, por ejemplo, el escritor sostiene que así es, y que lo es porque él no ha tenido ninguna intención de desarrollarlos, ya que los cuatro personajes principales del libro son «como aspectos del hombre mismo, o del espíritu humano», un tipo de argumentación que evidentemente podía enriquecer la visión que Cape tuviera de la obra pero de ninguna manera satisfacía su deseo de hacer «modificaciones» para aligerarla y facilitar su aceptación por parte del público mayoritario, como tampoco lo hacía su afirmación —algo presuntuosa, aunque rigurosamente cierta— de que «hay mil escritores que pueden crear personajes convincentes hasta la perfección, por cada uno que pueda decir algo nuevo sobre el fuego del infierno. Y lo que digo es algo nuevo sobre el fuego del infierno».

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Al tiempo que admite en su carta su incapacidad para hacerlo de otra manera, Lowry afirma contradictoriamente que «buena parte de lo que puede parecer inorgánico resulta necesario en relación con toda la estructura churrigueresca que he concebido». A pesar de esforzarse por refutar las acusaciones de que su obra era al menos parcialmente «tediosa», «demasiado larga, vacilante» y «poco convincente», e incluso de negarse a aceptar el único elogio que le hacía el lector de Cape —el del carácter «muy bien logrado» de la ambientación mexicana—, en la segunda parte de su carta, Lowry concentra todos sus esfuerzos en demostrar la solidez de su planteamiento y el carácter no contingente y fundamental de todos y cada uno de los elementos de su obra, lo que constituye una pésima estrategia si se considera que se lo acusaba de oscuridad y que su forma de refutar esa acusación es sostener que su novela está compuesta por «densidades y penumbras, cartas extraídas del Tarot, extraños lemas políticos y místicos, disonancias» y apelar a la Cábala judía y a los doce trabajos de Hércules, lo que a Cape —cuya reacción a esta carta desconocemos, más allá de que finalmente publicó la obra— debe haberle parecido desconcertante. En su carta, Lowry afirma, siguiendo a Charles Baudelaire, que «la vida es un bosque de símbolos» y que él no desea que se le reproche que «los árboles impiden ver el bosque», pero a continuación pasa a describir prolija y exhaustivamente cada uno de esos «árboles». No es la única contradicción existente en ella: aunque Lowry afirma inicialmente que los significados y las alusiones profundos de su obra solo son visibles «si el lector, impulsado por su instinto o por su curiosidad, se toma el trabajo de invocarlos», más tarde agrega: «aunque nada lo impulse a buscarlos, esos significados se le revelarán con toda seguridad». «¿Es excesivo suponer que todos estos temas, planteados y resueltos, aunque ningún lector pueda captarlos de manera consciente en una primera lectura, ni siquiera en una cuarta, contribuyen, sin embargo, inconscientemente

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