Vanesa Lorenzo - Crecer juntos: Yoga y disciplina positiva para afrontar los retos de la educación

ES TIEMPO DE ESTAR JUNTOS

«Lo importante no es lo que te sucede, sino cómo reaccionas ante ello.»

—EPÍCTETO

Cuando empecé a trabajar en este libro ni yo misma ni nadie podría haber imaginado lo que sucedería al cabo de pocos meses cuando, el 13 de marzo de 2020, las autoridades nos informaban de que debíamos confinarnos en nuestras casas para evitar la propagación de la covid-19, una enfermedad respiratoria altamente contagiosa causada por un nuevo tipo de coronavirus.

De la noche a la mañana, nuestras vidas cambiaron radicalmente y todos tuvimos que adaptarnos a esos cambios sobre la marcha.

Los que tenemos hijos, por ejemplo, nos encontramos conviviendo con ellos las veinticuatro horas en un contexto distinto al de los fines de semana o las vacaciones, y si la convivencia con niños y su educación ya es un reto de por sí, durante el confinamiento se convirtió en un reto aún mayor. En un contexto cargado de incertidumbre y en el que la rutina se ha visto completamente alterada, la tensión y la irascibilidad aumentan, tanto en los adultos como en los pequeños.

Durante las primeras semanas, sentí que perdía la calma y la capacidad de análisis. Las noticias, más que informarme, me ponían en un estado de alarma perpetuo que me generaba mucha intranquilidad, así que decidí dejar de verlas constantemente. El agotamiento físico y mental de sobrellevar aquella situación totalmente nueva y compleja con mis dos hijas de cuatro y seis años me sobrepasaba, incluso, por momentos, me entristecía. La exigencia del momento era muy alta. Mi pareja y yo teníamos que trabajar desde casa y reorganizar todos los compromisos que habían tenido que aplazarse, así como asumir las cancelaciones de algunos trabajos, con la incertidumbre que esto conlleva; las niñas recibían tareas del colegio todos los días, y no podían hacerlas solas, con lo que también nos convertimos en «maestros»; todo esto alejados de familia y amigos. A menudo me sentía desbordada.

Nunca en toda mi vida había necesitado tanto el yoga como en esos momentos, y fue precisamente la práctica la que me proporcionó la clave para abordar la situación desde una perspectiva más sana: tenía que aceptar y vivir el momento y dejar de agobiarme por el futuro, del que poco o nada podía saber. Si conseguía centrarme en el aquí y ahora todo sería más sencillo. Al fin y al cabo, mi familia y yo teníamos la suerte de estar todos bien de salud y de tener un entorno agradable en el que confinarnos, un auténtico privilegio cuando, desgraciadamente, tantas personas han pasado dificultades o han perdido seres queridos durante esta pandemia.

Fue a partir de ese momento cuando comprendí que, en el fondo, escribir este libro precisamente en estas circunstancias era lo mejor que me podía haber pasado. El confinamiento, entre otras muchas cosas, podía ser una oportunidad para comprometerme aún más con la educación de mis hijas y poner en práctica de manera más intensa las dos herramientas de las que vamos a hablar en este libro: la disciplina positiva y el yoga para niños.

Y así, lo que empezó como una situación tensa, llena de desconcierto e inestabilidad emocional, se convirtió poco a poco en un regalo. Tener todo el tiempo del mundo para estar juntos nos ha permitido reflexionar, revisar conductas y plantear cambios, generar nuevos hábitos, conocernos y entendernos mejor y, lo más importante, crear lazos. Con ayuda de los principios de disciplina positiva y del yoga para niños, encontramos nuevas formas de enfrentarnos a los problemas de convivencia y a la incertidumbre del momento, y la calma regresó, al menos a ratos, a nuestras vidas.

Siempre tuve claro que la disciplina positiva y el yoga para niños eran dos temas de los que quería hablar y que quería compartir con otros padres y madres tan preocupados como yo por la educación de sus hijos. Después de estos meses tan poco «normales» estoy más convencida que nunca de sus virtudes y utilidad, y me hace muy feliz poder presentártelas en este libro.

Ojalá te resulten tan útiles e interesantes como a mí.

INTRODUCCIÓN

¿QUÉ SIGNIFICA SER PADRES?

«No sabemos lo que es el amor de un padre o una madre
hasta que nos convertimos en uno.»

— HENRY WARD BEECHER

Antes de conocer a mi pareja, yo nunca había sentido el verdadero deseo de ser madre. No era algo que me hubiera planteado, la verdad. Había mujeres de mi entorno, compañeras de trabajo, amigas, que tenían clarísimo que, en algún momento de su vida, serían madres, y que por el hecho de serlo se realizarían. Yo, en cambio, durante la mayor parte de mi vida, he sido muy feliz viviendo en una maleta en un mundo de adultos.

Ser modelo implica una vida nómada, dinámica y sin rutinas a la que yo me adapté perfectamente desde el primer momento. Con dieciocho años dejé la casa de mis padres para mudarme a París y, más adelante, a Nueva York. Descubrir Manhattan y sus contrastes me enamoró. Entre todo lo que me ofrecía la ciudad, el yoga llamó mi atención y así empecé a practicarlo. Me fascinaban los cuerpos esbeltos y flexibles de mis compañeros de edad madura, y las clases de las siete de la mañana se convirtieron en una rutina que me servía como baliza en medio de mi caos ordenado. En la vorágine de mi día a día, el yoga me ayudaba a ordenarme, a encontrar mi centro, a mantener el equilibrio. Antes de ser madre, mi vida era anárquica y cada día era distinto. Ese estilo de vida me fascinaba. Era una vida de colores, siempre en movimiento y llena de cambios, muy enriquecedora.

Es cierto que, a medida que pasaban los años, cuando me planté en la treintena, empecé a plantearme, empujada por mi educación y las convenciones sociales, el hecho de convertirme en madre soltera. En aquel momento, se trataba de una ecuación sencilla: eres mujer, y aunque todavía no hayas encontrado a la pareja adecuada, pues tendrás que ser madre. Pero la llamada de la maternidad no era una pulsión real, así que nunca llegó a ser una opción seria y lo descarté enseguida. Al fin y al cabo, por aquel entonces aún no me interesaban mucho los niños. A mí lo que realmente me apetecía era pasar mi tiempo con adultos y disfrutando al máximo de todo lo que me ofrecía mi vida. Lo de ser madre era una idea lejana y desdibujada a la que no dedicaba demasiada atención.