Rafael Echeverría
ONTOLOGÍA
DEL LENGUAJE
VS
BIOLOGÍA
DEL AMOR
Sobre la concepción
de Humberto Maturana
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I.S.B.N. : 978-956-306-134-5
eI.S.B.N. : 978-956-306-135-2
Éste es un libro dedicado a los coaches ontológicos,
por su valiosa contribución a un mundo que los necesita.
Índice
H ace algo más de un mes, a través de un medio escrito de Santiago, Humberto Maturana lanzó un conjunto de críticas contra el coaching ontológico, así como diversas acusaciones personales en mi contra. En los días siguientes me concentré en demostrar tanto la falsedad de tales acusaciones, como que él sabía que ellas eran falsas y levanté mi voz contra sus inmerecidas y arbitrarias críticas al coaching ontológico. Procuré hacer todo aquello con altura de miras, concentrándome en hechos, y sin comprometer el respeto que siento y debo a su persona. Confieso que hubiese deseado un trato equivalente. Por desgracia, no lo obtuve.
Pasadas ya varias semanas, constato, sin embargo, que lo obrado por mí es insuficiente para disolver la duda que sus ataques puedan haber generado, en el sentido de que lo que pienso y hago se sustenta en sus ideas. Los hechos a los que me referí al asumir mi defensa, por sí solos, no logran mostrar la gran distancia que existe entre mis planteamientos y los suyos. Los alcances conceptuales, siempre escuetos, que yo hiciera en mis respuestas iniciales, no son capaces de exhibir esta distancia. Ello me ha convencido de la necesidad de abordar nuestras discrepancias a nivel de lo que pensamos, prescindiendo de sus iniciales acusaciones y despersonalizando el debate. Sólo así el lector podrá deducir el nivel de autonomía que mi pensamiento exhibe en relación al de Humberto Maturana.
Creo indispensable comenzar señalando que no presumo de tener la verdad en relación a lo que sostendré. Estoy consciente de que en este terreno nos movemos exclusivamente al nivel de nuestras interpretaciones. Se trata, en consecuencia, de una confrontación de interpretaciones diferentes. Pero este hecho no transforma tal esfuerzo en algo banal. Diferentes interpretaciones generan acciones y relaciones distintas y éstas, a su vez, producen resultados claramente diferenciables. Éstos comprometen nuestras acciones futuras, pero, por sobre todo, generan modalidades de vivir y de convivir con los demás, y nos proporcionan diferencias en el sentido de vida y estados posibles de bienestar que no son equivalentes.
Deseo dividir este texto en dos secciones. La primera, se concentrará en aquellas discrepancias en nuestras concepciones que considero más importantes. No son todas, pero consideraré aquellas que me parecen más relevantes. La segunda sección, asume una perspectiva temporal y busca dar cuenta de las influencias variables que el pensamiento de Humberto tuvo en mi propio desarrollo intelectual. Me parece imprescindible reconocer –como un deber de justicia– que sus ideas ejercieron una influencia significativa en las fases más tempranas de mi desarrollo formativo. De esto último, le estoy agradecido e, independientemente de las diferencias que hoy levanto y del trato que él me ha dado, este agradecimiento no puede ni debe verse comprometido. El pensamiento de Humberto Maturana fue, sin duda, uno de los eslabones que me condujeron a pensar como hoy lo hago, aunque la actual evolución de mi propio pensamiento se haya desarrollado en una dirección muy divergente del suyo.
Algunas de las discrepancias
relevantes que hoy mantengo
con Maturana
Como lo he dicho anteriormente, mis discrepancias con Humberto son múltiples y sería largo y tedioso referirme a todas ellas. De allí que me concentre sólo en algunas que me parecen determinantes para medir la distancia que hoy nos separa.
1. El observador y la realidad
Una premisa que juega un rol central en el pensamiento de Humberto Maturana es el postular que los seres humanos no estamos en condiciones de distinguir percepción de ilusión. No se trata de un postulado original de Maturana, pero sí, éste le sirve de sólido sustento. No es allí donde discrepamos. Es más, coincidimos. Desde mi punto de vista, se trata de una variante del planteamiento kantiano que señala que no podemos acceder al ser de las cosas. Sólo accedemos a su apariencia, a la forma como las cosas se nos presentan, dado como nosotros mismos somos. Esta es una idea que se remonta incluso mucho antes de Kant. Ya el Talmud nos advertía que “No vemos las cosas como son, sino como somos”. De ello se deduce una conclusión importante: la objetividad como meta del quehacer humano no es nunca alcanzable. En este sentido, se trata, por ponerlo en términos utilizados por el mismo Maturana, de una objetividad siempre entre paréntesis. Nunca plenamente lograda.
Pero, partiendo de este postulado inicial, él pareciera dar un extraño salto y concluye que, dado que no nos es posible distinguir percepción de ilusión, todo es ilusión. Ello es lo que se deduce de su reiterado planteamiento de que no hay realidad independiente del observador y, por lo tanto, nada que percibir fuera de éste. Al no haber una realidad independiente del observador, la posibilidad misma de la percepción se clausura. Ello implica, por lo tanto, que su propio postulado inicial se esfuma, al eliminarse uno de sus términos. Ya no se trata de que no podamos distinguir percepción de ilusión. El observador no tiene nada que percibir, pues no existe una realidad externa que pueda ser percibida. Ya no se trata de colocar la objetividad entre paréntesis, sino simplemente de abolirla por completo. No se trata de un concepto límite, nunca alcanzable, sino, por el contrario, de una quimera ideológica.
La idea, central en la concepción de Humberto Maturana, de que no existe una realidad independiente del observador es insostenible desde el punto de vista de una racionalidad práctica o del escueto “sentido común”. Dicho de otra forma, si somos consecuentes con ella, rápidamente comprobamos que comprometemos nuestra sobrevivencia. Para poder sobrevivir estamos obligados a actuar, aceptando la existencia de una realidad exterior independiente del observador. De allí la anécdota a la que me refiriera en una de mis respuestas anteriores, al recordar lo que se cuenta de Tales de Mileto, el primer filósofo del mundo occidental, quien se habría caído a un hoyo mientras caminaba observando las estrellas. Como decía entonces, la realidad exterior se nos manifiesta de muy diversas formas, con independencia de lo que pensemos sobre ella.
Este no es un punto en el que pretenda ser original. Por el contrario, este es un axioma del pensamiento filosófico contemporáneo. No en vano, cuando el destacado filósofo norteamericano John R. Searle, visitara Chile, hace ya varios años, y al escuchar a Humberto sostener la idea de que no hay realidad independiente del observador, no pudo sino confrontarlo –es preciso reconocer que con escaso éxito– en términos muy severos. Uno de sus argumentos: “cuando desde Chile volamos hacia Argentina más nos vale hacerlo desde la premisa de que la percepción de la Cordillera de los Andes no es una ilusión. Por si acaso, ¡vaya uno a saber!” Si la Cordillera de los Andes sólo existe a nivel del observador, no tendríamos de qué preocuparnos. No habría riesgo alguno.