Mónica Echeverría Yáñez
ACERO Y PALOMA
Relato de una mujer libre en cautiverio
Con la colaboración de Scarlett Bravo Andrade
Echeverría Yáñez, Mónica
ACERO Y PALOMA / Mónica Echeverría Yáñez
Santiago de Chile: Catalonia, 2018
ISBN: 978-956-324-673-5
ISBN Digital: 978-956-324-674-2
BIOGRAFÍA
Fotografía portada: escultura de Ximena Prieto B.
Diseño de portada: Ximena Morales Sanhueza
Diseño y diagramación:
Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperación de información, en ninguna forma o medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo, por escrito, de la editorial.
Primera edición: octubre 2018
ISBN: 978-956-324-673-5
ISBN Digital: 978-956-324-674-2
Registro de Propiedad Intelectual: Nº A-295231
© Mónica Echeverría Yáñez, 2018
© Catalonia Ltda., 2018
Santa Isabel 1235, Providencia
Santiago de Chile
www.catalonia.cl – @catalonialibros
AGRADECIMIENTOS
A Scarlett Bravo Andrade, quien, gracias a sus conocimientos de historia y espíritu investigador, logró dar vida a épocas y personajes de este libro.
A Carolina Teillier Arredondo, que no solo nos entregó el relato de la difícil etapa carcelaria de su madre, sino también el de su propia experiencia como hija de una presa política.
A Jaime Castillo Petruzzi, por narrarnos sus vivencias en esos largos veintitrés años dentro de las cárceles peruanas.
Finalmente, a Teresa Arredondo, quien nos facilitó su documental llamado Sibila, primer relato de vida de nuestra protagonista.
Primeras palabras
C iertas biografías parecen inexplicables, como si no pertenecieran a seres humanos de alma, carne y huesos, tornándose indescifrables y careciendo de ropaje. A la mayoría de estos seres los envuelve el destino. ¿Podemos zafarnos de él? ¿Echarlo a la basura? Ojalá fuera así, pero ese caminar implacable no da tregua. Estamos obligados a recorrerlo. Algunos, sin duda, con cierta lentitud y moderación, esquivando errores y haciendo frente a penurias; otros, sometidos a desgracias o al gozo de breves placeres ignorados.
El destino…
¡Pobres seres humanos!
Sé que he vivido mucho más de lo que me corresponde, quizás porque no he tenido alguno de los vicios fatales que acortan el vivir o porque mi afán y curiosidad por el devenir del mundo me llena de indignación y de ira, emociones que no solo me llevan a opinar a destajo, sino que también me obligan a seguir viviendo, sin reposo.
No trataré de explicarlo. Así es y aprovecho ese don para continuar denunciando a esos miserables que no merman y son tantos, tantos y tantos que se enriquecen a costa de la miseria del prójimo. Posiblemente no lograré detener tanta injusticia, pero mi decir en algo hiere y permanece, aunque solo sea una herida leve, una irritación molesta, un dormir con sueños grises.
¡Tantos siglos de lucha! ¡Tantas batallas perdidas! ¡Tantas heridas sangrando!
El universo se devora a sí mismo, inscribe su pérdida en su trayectoria.
¿Podremos algún día celebrar el triunfo? ¿Podremos crear un mundo más igualitario sin el temor al precipicio donde por siglos fuimos empujados y aniquilados sepultando nuestros ideales?
Este texto va describiendo esa batalla, una más, pues estoy consciente de que no es la única ni la definitiva. El enemigo es todopoderoso y cuenta con armas mortales y muchos han caído aniquilados bajo su poder. Pero ¿por qué presiento —no sé por qué, quizás por ingenua— que está molesto y levemente herido? Aunque solo sean unas pequeñas cicatrices sangrando, tal vez poco a poco se tornen imparables.
Desde hace tiempo sin duda el fantasma de Sybila no me permitía conciliar el sueño tranquilamente y aun otras veces interrumpía mi dormir y golpeaba mi conciencia. Es que la vida de Sybila no es la peculiar de cualquier ser humano; demasiadas tragedias, demasiados castigos, demasiados hechos crueles. Sin embargo, nunca desaparecieron la ternura, las sonrisas y aun las carcajadas. Una vida viva, más allá de todo. Comencé entonces a saborear, a degustar y también a acariciar y besar a Sybila, ¿por qué no?, a ese fantasma que me dejaba insomne y al que yo, sin duda, debía hacer parte mía para lograr descubrir los porqué de esos misterios que la arrastraron a un vivir tan original y tan dramático como fue el de su existencia.
Pues siempre he tenido presente el recuerdo de las noticias del año 2002: Sybila Arredondo, viuda del poeta peruano José María Arguedas y exesposa del chileno Jorge Teillier, salía en libertad tras más de quince años de prisión. Se veía feliz y al mismo tiempo agotada; la prensa la hostigaba y su país la recibía regocijado después de tan dura y larga detención. Recuerdo la confusión de su rostro, pues creo que la gran puerta de esa prisión no solo representaba el salir físicamente de su encierro, sino que era también la apertura a un nuevo mundo. Es así como después de largos años de dudas e interrogaciones sobre ese destino me encuentro finalmente junto a ella, pues necesito saber la historia de esta mujer que nunca se rindió, de esta alma luchadora comprometida con ideales tan propios a esa generación que soñaba con un mundo de justicia social y de libertad.
Me pregunto entonces: ¿quién es Sybila? Ya que uno que otro rasgo, posiblemente el de su mirada o el matiz de su voz, me detiene, me indica que ese vivir de ella encierra una biografía peculiar, misteriosa. Ella por ahora no es más que uno de esos seres tristes que sobreviven en el mundo; pero ahora yo debía realmente conocerla, mirarla, y entonces me atreví a tocar su puerta. Y apareció, alta, de una edad algo indefinida, más cercana a la vejez que a la juventud, de voz tierna y melodiosa, de mirada penetrante e inquisidora, con un esbozo de sonrisa que parecía acariciarme, pero, cuando una palabra la hería, ella se transformaba y pronunciaba a veces una sentencia dura y decisiva.
Y me interrogo: ¿el vivir de Sybila podría haber sido otro? El de llanuras florecientes y lagos de aguas mansas, pienso. Pero me golpea la sinrazón de ese corazón que late a destiempo y me sumo en un insomnio, pues el destino de Sybila Arredondo parece no darme tregua. Fue una mezcla de bienestar y golpes duros y también grandes gozos; quizás por eso mismo esa lucha contra la adversidad y la muerte son algo tan particular y tan asombroso.
Nace así esta historia, que nombro Acero y paloma, como con cariño le decía Arguedas a su Sybi querida. Pienso que es apropiado como título de este libro. La protagonista reúne en su personalidad a la paloma, o sea la sensibilidad, la dulzura, y de repente irrumpe un segundo yo, surgiendo el acero, ese metal que no se dobla ni quiebra. Estas personalidades actúan como un escudo que trata de esquivar las consecuencias del cañón, mientras busco los porqué develando secretos del Perú desconocido… Debo advertir: escucharemos susurros que nos acercan a dolores ocultos, a silencios inexplicables, a palabras sin sentido. Pero, sin duda, conocer y analizar este reciente pasado de Perú, estos trozos de memoria histórica y ética, es necesario para extraer lecciones adecuadas que se tornan necesarias para impedir la repetición de los momentos dolorosos que siento nefastos.
Esta narración presenta, por tanto, al enemigo. El duro y mortal acero del poder y la dulce y blanca paloma. Ambos se enfrentan y la paloma es herida y padece largos años de cárcel, pero ¡luchará contra su adversidad y sobrevivirá! Y aquí está, no obstante, el vil y despiadado aniquilador que la maltrató buscando desangrarla, pues ella se coloca una coraza y le hace frente y, aunque las cicatrices perduren, ella sobrevivirá, demostrándoles a los débiles que, pese a su apariencia, edad y sexo, es capaz de estar presente y también de multiplicarse y crecer, crecer, crecer.
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