Un cielo estrellado fascina a todos los que tienen ocasión de observarlo.
A veces, tras este primer contacto, se siente el deseo de profundizar en el conocimiento de la bóveda celeste: los elementos más interesantes que la pueblan; las constelaciones en que se agrupan los astros principales; los diferentes planetas que, estación tras estación, se hacen visibles; el movimiento aparente que caracteriza a cada elemento del cielo. Quien se sienta fascinado por todos estos aspectos y quiera completar lo aprendido en la escuela, ha de pasar de ser un simple observador pasivo del cielo a ser un astrónomo «aficionado», término que hace referencia a aquellos que contemplan el cielo con pasión, pasando en ocasiones noches en vela buscando algún elemento escondido en la profundidad del cosmos.
a dificultades de diversa índole. Los autores de este libro, conscientes de los problemas teóricos y prácticos que se suelen padecer en las primeras observaciones, han creado esta guía con la esperanza de que su trabajo sirva por igual a los principiantes apasionados (para que puedan dar sus primeros pasos hacia la bóveda estrellada) y a los más experimentados, a quienes servirá de breve repaso o para profundizar sobre cualquier aspecto concreto de la astronomía.
LOS INSTRUMENTOS PARA LA OBSERVACIÓN
EL OJO Y LAS LENTES
El ojo se halla, sin lugar a dudas, entre los órganos más delicados y complejos del organismo; por esta razón, debemos prestarle mucha atención. Las causas de lesiones (que en algunos casos son irreparables) pueden ser variadas, como, por ejemplo, las fuentes luminosas de intensidad elevada (rayos solares, aparatos de soldadura, luces ultravioleta), el polvo y las sustancias ácidas.
Si tenemos la suerte de poseer unos ojos sanos y sin defectos de visión, podremos observar muchísimos objetos de la bóveda celeste y, de este modo, reconoceremos y memorizaremos con poco esfuerzo configuraciones estelares de gran complejidad. Para un observador del cielo esto es muy importante, ya que sólo así se puede distinguir una constelación de otra o comparar magnitudes de dos o más objetos diferentes.
Los antiguos pobladores de la Tierra lograron, a simple vista —y gracias también a que no había contaminación— descubrir y clasificar una gran cantidad de objetos, algunos de ellos de luminosidad leve, que todavía podemos identificar en nuestras sesiones de observación o también en los atlas estelares.
Para que se forme una imagen en el cerebro, bien con la ayuda de instrumentos (desde unas gafas a los más potentes telescopios) o sin ellos, los ojos constituyen por sí mismos una parte importante del camino recorrido por la luz. Aunque aquí nos limitaremos a mencionar sólo sus partes más importantes, es del todo indispensable conocer su anatomía para diferenciar sus límites, sus virtudes y defectos. Para ayudarnos a este fin observaremos atentamente los dibujos y cuanto se dice a continuación.
Anatomía del ojo humano
Los límites de la visión
En un ojo sin defectos, el diámetro de la pupila oscila de un milímetro (cuando hay una fuerte radiación luminosa) a unos ocho milímetros (cuando la luz es escasa o nula). Esto se debe al iris, un músculo que funciona exactamente igual que el diafragma del objetivo de una cámara fotográfica.
La capacidad de diferenciar dos objetos muy cercanos angularmente (por ejemplo, las estrellas dobles), es decir, el máximo poder resolutivo (o, en otras palabras, la máxima agudeza visual) se posee cuando la pupila alcanza un diámetro medio de unos dos milímetros. Esto determina, al mismo tiempo, el límite de la visión del hombre en la oscuridad de la noche.
Otra limitación de la vista, en ocasiones confundida erróneamente con la anterior, se debe al tiempo que necesita el ojo para adaptarse a la oscuridad, es decir, para adaptarse cada vez que pasa de la luz a la oscuridad.
Se necesitan unos diez o quince minutos de media para volver a adquirir una buena sensibilidad, y media hora más para alcanzar los valores máximos.
El consejo de todo astrónomo aficionado con una cierta experiencia es el de comenzar a observar sólo después de haber dejado, por así decirlo, «descansar» la vista hasta haber recuperado la máxima agudeza visual; además, durante la observación, conviene utilizar fuentes luminosas filtradas (las luces rojas son las más convenientes).
Una última limitación viene dada por la incapacidad del ojo humano para concentrarse, al mismo tiempo, en dos detalles de una misma imagen, de manera que la agudeza visual disminuye proporcionalmente al aumentar el campo visual.
Excepto la primera limitación, debida a la anatomía del ojo humano, los demás inconvenientes no influyen decisivamente en la observación astronómica y, con las oportunas precauciones, son fácilmente superables.
SECCIÓN ESQUEMÁTICA DEL OJO
Esclerótica o «blanco» del ojo; Coroides: parte del revestimiento; Retina: formada por células fotosensibles que transmiten impulsos al nervio óptico; Papila: punto en el que el nervio óptico se une al ojo; Punto ciego: no tiene células fotosensibles; Córnea: revestimiento externo; Iris: músculo de diferentes colores que regula la cantidad de luz que entra; Cristalino: lente transparente y biconvexa que permite el enfoque; Nervio óptico