Lunes
La programación neurolingüística (PNL)
Los hombres razonables se adaptan al mundo.
Los hombres insensatos hacen que el mundo se adapte a ellos. Por eso, el progreso depende de hombres insensatos.
G EORGE B ERNARD S HAW
En la década de los setenta, Richard Bandler (informático y psicólogo) y John Grinder (lingüista), que dirigían un equipo multidisciplinario, filmaron y estudiaron durante casi diez años a los mejores comunicadores y psicoterapeutas del mundo, los que eran excelentes en su profesión. Especialmente, a Milton Erickson, Virginia Satir, Gregory Bateson, Robert Dilts, Fritz Perls...
Ampliaron los conocimientos que teníamos hasta ese momento de todos los procesos e interferencias que se producen en la comunicación con uno mismo y con los demás, y elaboraron lo que se conoce como programación neurolingüística (PNL).
La PNL es el arte y la ciencia de la excelencia personal en cualquier terreno. Es un arte, porque cada uno le puede dar su toque único y personal a lo que esté haciendo. Es una ciencia, porque hay un método y un proceso para descubrir los modelos empleados por individuos sobresalientes en un campo para obtener resultados sobresalientes. Es una actividad exploratoria: la persecución de pautas de excelencia.
Llamamos a este proceso modelar.
La PNL no afirma que sea una verdad objetiva; es un modelo, y los modelos son supuestamente útiles. Estos modelos pueden ser enseñados a los demás y tienen un uso creciente en el aprendizaje, la comunicación, el desarrollo personal, el asesoramiento, la negociación, la educación, el disfrute de la vida...
Nosotros vamos a copiar lo que, en el manejo del tiempo, va resultando útil a muchos profesionales de todo el mundo en diversas disciplinas.
La PNL penetra en muchas ramas del conocimiento. Nadie se molesta en señalar de dónde vienen sus hallazgos, pero se utilizan sin más.
La llamaron programación neurolingüística porque:
• Programación: nos programan desde la cuna. Es la forma de organizar nuestras ideas y acciones para producir el resultado deseado. Muchos de nosotros tenemos, desde muy pequeños, un programa para atarnos los zapatos, lavarnos los dientes, manejar los cubiertos, conducir, utilizar un ordenador...
• Neuro: todo comportamiento es el resultado de procesos neurológicos de nuestros sentidos: lo que vemos, oímos, tocamos, gustamos...
• Lingüística: los procesos neurológicos se expresan mediante un doble lenguaje, verbal y corporal, que se manifiesta a dos niveles, consciente e inconsciente. Y que sirve para comunicarnos con los demás.
La PNL no se plantea el porqué de lo que hacemos, sino cómo lo hacemos.
Analiza la estructura de la experiencia subjetiva; cómo organizamos lo que vemos, oímos y sentimos.
No es una teoría, sino una práctica: un conjunto de modelos, habilidades y técnicas para pensar y actuar eficazmente. Todo aquello que parece funcionar en algún aspecto, lo aprende y lo asimila. Descubre lo que es útil y funciona haciendo la prueba; o, lo que es más importante, averigua dónde no funciona y lo cambia hasta que funcione. Éste es el espíritu de la PNL. Su propósito es ser útil.
En nuestro caso, trataremos de averiguar qué programaciones inconscientes tenemos, ya sean procedentes de nuestra infancia –probablemente muchas–, o de nuestras primeras experiencias laborales o de la propia acción cotidiana de nuestro entorno. La mayor parte de estas programaciones nos estarán siendo útiles, pero algunas de ellas puede ser que ya no, porque ahora persigamos objetivos diferentes. O porque sea posible y deseable mejorarlas.
Mediante esos procesos, construimos modelos conscientes más o menos complejos (por ejemplo, conducir un vehículo o utilizar un smartphone o un ordenador).
La repetición consciente de esos modelos hace que se conviertan en hábitos inconscientes. La insistencia en la misma orden de neurona a neurona tiene un efecto idéntico a cuando se transita una y otra vez por el mismo camino: la ruta se despeja, se hace más fácil. Y liberamos la atención del consciente para poder hacer otras cosas (podemos conducir y charlar con nuestro acompañante o desarrollar otras tareas).
Una gran parte de las cosas que hacemos, probablemente más del 95%, y sobre todo lo que mejor dominamos, lo llevamos a cabo de modo inconsciente, porque lo hemos convertido en hábito. La ventaja es que no nos exige atención, ni casi energía. El hábito funciona solo.
Si no fuese así, trabajar de modo creativo, que es lo que hace cualquier directivo o ejecutivo, sería tremendamente complicado.
Pero algunos hábitos que quizá resultaron útiles en su momento –ser niños corteses, comer lo que teníamos en el plato, atender gentilmente a las visitas, obedecer...–, tal vez no lo resulten tanto ahora y decidamos modificarlos –ser adultos profesionalmente eficaces, comer lo que nuestro cuerpo necesita, defender nuestro tiempo de visitas inoportunas...– en beneficio de nuestro rendimiento.
Pero cambiar hábitos no es fácil ni rápido; precisamente porque son inconscientes.
Una clara muestra la tenemos en algo que –aunque no lo percibamos– nos perjudica a diario a casi todos nosotros: la disposición del teclado de nuestro ordenador.
El orden de las teclas es justamente el peor de los posibles, al menos en inglés. Tampoco en español resulta adecuado. ¿Te has preguntado alguna vez por qué no están cerca las teclas que pulsamos sucesivamente con frecuencia? Ya que se pican seguidas, sería más cómodo, más ergonómico, que estuviesen juntas.
Bueno, pues precisamente por eso, porque con frecuencia se pulsaban seguidas, están separadas.
Sigamos el hilo. ¿Cómo es el teclado del ordenador con el que escribes? Como el de la máquina de escribir de toda la vida; es decir, como el de la máquina de escribir electrónica; y éste, claro, como el de la eléctrica, que era como el de la mecánica que aporreaban las antiguas mecanógrafas. Y todas ellas, como el de la primera Remington, aparecida en 1873.
Pero ese primer prototipo debió superar una dificultad: si se pulsaban rápidamente dos teclas cercanas, la que subía chocaba y se enganchaba con la que bajaba. Por ello, el inventor, un tal Latham Sholes, resolvió el problema de aquel momento –la nefasta prioridad del corto plazo– separando al máximo las letras que frecuentemente van juntas en el texto, para que no se estorbasen en sus recorridos, aunque fastidiasen la escritura.
¿Y por qué tenemos que seguir soportando un serio inconveniente que nos obliga al escribir a desplazar mucho más los dedos, y hasta los brazos, cuando la técnica hace décadas que tiene de sobra resuelto el problema? Sencillamente, porque no ha habido ningún fabricante que se atreviera en todo este siglo y medio a proponer un cambio de hábito a los millones de personas que usamos mejor o peor un teclado, aunque muchos pensemos que valdría la pena: se ahorraría energía y tiempo, y haría más fácil el aprendizaje y la propia escritura.
El uso de la PNL
La utilización de la PNL se hace fácil si se tiene:
• Un objetivo: saber lo que se quiere.
• Agudeza: estar alerta para percibir lo que se está obteniendo.
• Flexibilidad: tener capacidad para cambiar hasta que se obtiene lo que se quiere.
Objetivos