¡Encuentra aquí tu próxima lectura! |
|
¡Síguenos en redes sociales! |
Índice
SINOPSIS
En esta obra Thérèse Bertherat explica a su hija Marie, embarazada, el juego de fuerzas que cobran vida en su interior, y le propone catorce movimientos, sumamente precisos, que prepararán su cuerpo para el nacimiento de su bebé. Estos movimientos, basados en rigurosos datos anatómicos y fisiológicos, despiertan en la futura madre la sensibilidad hacia las sensaciones sutiles y la voluntad de habitar su cuerpo en todos sus rincones, con ternura, respeto hacia sí misma y hacia su hijo por nacer. Madre e hija, junto con Paule Brung, una experta comadrona, ayudan a las futuras madres a que sus hijos nazcan en libertad, con el consentimiento del cuerpo.
Gracias por adquirir este eBook
Visita Planetadelibros.com y descubre una
nueva forma de disfrutar de la lectura
¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos!
Primeros capítulos
Fragmentos de próximas publicaciones
Clubs de lectura con los autores
Concursos, sorteos y promociones
Participa en presentaciones de libros
Comparte tu opinión en la ficha del libro
y en nuestras redes sociales:
Explora Descubre Comparte
Marie Bertherat
Thérèse Bertherat
Paule Brung
Con el consentimiento del cuerpo
Diario de una futura madre
PAIDÓS
A Julie
INTRODUCCIÓN
Lo que tienes entre tus manos es el diario de Marie, mi hija. Sus palabras están cargadas de buen sentido, de sinceridad. Lo que ella dice con sencillez lo sintió en su cuerpo, lo percibió en su carne. Durante nueve meses. Para transmitírtelo, hizo luego su tarea de investigación, con inteligencia y rigor. Con su generosidad, y con esa dulzura obstinada tan propia de ella.
Pero no te engañes. Esos nueve meses de incertidumbre, alegría, inquietud y triunfo que la hicieron madre no son una invitación a tranquilos paseos; no llaman a comportamientos rutinarios, a conductas dóciles. Apoyada en su experiencia y en sus investigaciones, Marie te dice: «No te dejes manejar». Parir es una aventura privada. No renuncies tan pronto a tu autonomía en nombre de la salud pública; si tu embarazo no muestra patologías, no te dejes impresionar por la parafernalia del «progreso», tan dispuesta a interponerse. Pantallas de ecógrafos, batas blancas, guantes de látex, perfusiones, jeringas…
Me fue dado asistir a varios nacimientos. Es algo difícil de olvidar. La emoción, la intensidad del momento. El sudor, la sangre. Pero algo más. Allí, en la sala esmaltada de blanco, iluminada por el neón, sucede algo que viene de la noche de los tiempos. En medio de los aparatos niquelados, laqueados, cromados, acontece la magia. Ocurre casi siempre en el mismo momento, en el momento en que las contracciones son más fuertes, un poco antes de que asome la cabeza del niño, su rostro cubierto de secreciones, como el de una minúscula estatua velada. Entonces brota la magia. Lo llamo magia a falta de una palabra mejor. Una energía sin forma ni color atraviesa el lugar. ¿De dónde viene? ¿Del interior de la mujer que está ahí, pariendo? Energía palpable por un breve instante. Instante brevísimo. Una cosa salvaje, grandiosa, violenta como la vida, como la muerte.
Quienes tienen la piel más dura no le son insensibles. Al decir de las parteras más veteranas que conozco, la rutina nunca borra por completo esa impresión de extrañeza. No es raro que nos apresuremos a amordazar, a atajar esa fuerza surgida de un cuerpo de mujer; para quien no está íntimamente involucrado, roza lo intolerable. Por otra parte, someter a una mujer encinta es cosa fácil. Sí, ahí está la paradoja. Tanto poderío virtual en esos momentos y, al lado, tantos miedos secretos. Tantas dudas, tantas preguntas sin respuesta. Los cambios que vemos en el cuerpo y esos otros, más profundos, que no se ven. El embrión oculto a la mirada y a la vez presente y ausente. Nuestra costumbre de guiarnos por la vista y sólo por ella nos sume en el desconcierto, en la inquietud por lo que llaman Misterio de la Vida y que sucede dentro, en la oscuridad de nuestro cuerpo.
Entonces es muy fácil someterse, muy fácil ponerse en manos de la autoridad. Muy fácil otorgar superpoderes a quienes se supone que saben mejor que nosotras lo que ocurre en nuestro propio interior. Un médico, un especialista, un ecógrafo, un dosificador de sangre, un dosificador de orina; cualquier cosa nos inspira más confianza que nosotras mismas.
Y durante este tiempo se nos escapa lo esencial… No pudiendo confiar en nuestros sentidos, privadas de nuestros sentidos, pasivas y sometidas, vamos a tumbarnos, a renunciar, a dejar que nos duerman, anestesiadas.
Y, sin embargo, cuánto no habrá hecho la naturaleza para transmitir la vida. Ella no vacila en producir millones de espermatozoides dotados de la máxima audacia para propulsarse, y una infatigable sucesión de óvulos. Con prodigiosa fuerza de atracción, arroja a machos y a hembras los unos hacia los otros. Dispone con ingenio el cuerpo de las mujeres para favorecer los preliminares del encuentro. Su esmero llega hasta el punto de sumergir al embrión en un líquido salado que recuerda muy de cerca las aguas del océano primitivo. Para que la vida que surgió otrora en este elemento no se sienta perdida. Después de esto, amén de muchas otras hazañas destinadas a preservar nuestra reproducción, ¿por qué querríamos que en la última etapa ella saboteara la totalidad de su proyecto? ¿Por qué querríamos que el cuerpo de los mamíferos humanos no fuera capaz de abrir paso al fruto admirablemente cultivado durante meses? ¿Por qué querríamos que la naturaleza se olvidara justamente de prever la salida?
«Somos todos bellos y bien formados», he repetido en mis libros. Y el cuerpo de las mujeres está bien formado para abrir paso al feto que él mismo creó y llevó en su interior. Una mujer que entiende precisamente de eso, Paule, con sus cuarenta años de oficio de partera, explicó a Marie de qué modo estaba hecho su cuerpo y cómo prepararse. Cómo dar permiso al niño para cruzar la vía estrecha. Permitir el paso, parir a cuerpo dispuesto: he aquí el secreto de Paule.
También a ti te confiará su secreto. Escucha a esta mujer poco común, profesional hasta la punta de sus largos dedos, pero no obstante afectuosa, que te habla con la audacia que sólo años de éxito pueden brindar.
Si eres presa de la inquietud, si sientes la necesidad —puedo entenderlo— de una palabra tranquilizadora, de una explicación práctica, déjate tomar de la mano. Marie y Paule sabrán hablarte. Ellas te ayudarán a descubrir la fuerza potencial que escondes en tu interior. Te ayudarán a ser tú misma, a entender cómo se facilita el alumbramiento. Facilitar el nacimiento es lo contrario de someterse ciegamente.
Página siguiente