A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
El autor desea dar las gracias a Serres et ferronneries d’Antan, que amablemente ha cedido ilustraciones representativas de invernaderos cuya funcionalidad y estética no tienen igual.
Esta empresa, especialista desde hace más de treinta años en la restauración de estructuras antiguas y creadora de invernaderos y jardines de invierno, puede enorgullecerse con razón de haber devuelto todo su esplendor a verdaderos tesoros del patrimonio arquitectónico francés; entre ellos:
• En París: invernaderos de las plazas ajardinadas de Vaillant y Batignolles, del palacio del Elíseo y del Museo Nacional de Historia Natural, así como la Gran Galería del espacio Buffon;
• En el extrarradio: chalet de la Lanterne en Saint-Cloud;
• En provincias: invernadero para palmeras del Jardín Botánico de Nantes, invernaderos para naranjos del Jardín Botánico de Tours y Orleans; invernaderos de los castillos de Courson, Breteuil y Gros-Bois; invernaderos del Jardín Botánico de Ruán, etc.
*23, rue du Lieutenant-Dagorno, BP 3, 94440 Vincennes (Tél.: 01 45 69 37 23)
Web: http://www.galerie-artisanale.com/serresdantan/
Traducción de Nieves Nueno Cobas.
Diseño gráfico de la cubierta de©Hugues Vassal, Alpha-Omega.
© Editorial De Vecchi, S. A. 2020
© [2020] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-64461-839-4
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Olivier Laurent
GUÍA PRÁCTICA
PARA EL CULTIVO
EN INVERNADERO
Índice
Introducción
Del pequeño invernadero destinado a proteger las plantas de las heladas en el periodo invernal a las construcciones más ambiciosas que permiten cultivar especies que, de lo contrario, no podrían sobrevivir en nuestras latitudes, pasando por las estructuras especialmente acondicionadas para cultivos específicos, la gama de los invernaderos es amplia y los tipos numerosos. Además, cabe añadir a esta lista ya bien provista los miradores y otros jardines de invierno que prolongan de forma tan agradable la casa y ofrecen un espacio privilegiado de comodidad y relax.
Como puede verse, los invernaderos constituyen un universo singular en el que la imaginación rivaliza con lo utilitario, y el placer estético con el arte floral, todo ello dedicado por completo a una perpetua búsqueda de armonía.
En definitiva, los invernaderos forman parte de esos elementos auxiliares imprescindibles tanto para el jardinero aficionado como para el horticultor profesional, verdaderas expresiones de un arte de vivir que conjuga la felicidad de la creación con el enriquecimiento que procura toda actividad manual.
No obstante, es necesario recordar que la concepción, la construcción, la creación y el mantenimiento de un invernadero requieren conocimientos técnicos y botánicos sin los cuales cualquier cultivo estaría abocado al fracaso. Además, este es uno de los principales intereses que presenta esta clase de instalación que monopoliza tanto la mente como el cuerpo y obliga al aficionado a llevar a cabo una evaluación y una experimentación constantes de su saber.
Por esta razón hay que reflexionar bien antes de lanzarse a la aventura de un invernadero y «madurar» largo y tendido la decisión, ya que este tipo de proyecto no tiene nada de unión temporal, sino que se impone como un matrimonio a largo plazo que requerirá numerosos cuidados y mucha atención para que resulte gratificante, lo cual implica constancia, paciencia y disponibilidad si se desea obtener resultados notorios.
Cabe añadir los gastos inherentes a la instalación y el mantenimiento de la estructura y las plantas, gastos que no se limitan a la compra del material inicial. Evidentemente, el problema se plantea en otros términos si construimos uno o varios invernaderos en el marco de una actividad profesional cuyos productos tienen que cubrir de forma más o menos amplia las inversiones. Pero no es ese nuestro propósito, ya que esta guía se dirige, ante todo, a aficionados, amantes de las plantas ornamentales o sibaritas que desean mejorar puntualmente su mesa con productos nacidos de sus propios esfuerzos.
Por lo tanto, si estamos dispuestos a invertir e invertirnos en el mantenimiento de un invernadero, con todas las obligaciones —y son numerosas— que ello supone, descubriremos muy pronto que semejante compromiso es fuente de placeres cotidianos, porque nos familiarizaremos con técnicas de cultivo originales, cultivaremos plantas desconocidas en nuestras latitudes y aprenderemos a jugar con los climas y las estaciones en el silencio sosegado de un lugar dedicado por completo a la expansión de la vida.
Gracias a estas exploraciones cada cual podrá desarrollar sus habilidades y perfeccionar su dominio razonable de la naturaleza.
Historia
Domesticar el calor del sol —por no decir aprisionarlo— gracias a verdaderas casas de vidrio constituye el sencillísimo principio del invernadero, en cuyo seno las estaciones dejan de imponer su ritmo a los vegetales. Mejor aún: al «apresar» así la energía procedente del cielo, el ser humano pudo cultivar numerosas especies de plantas exóticas en latitudes donde legítimamente no habrían podido ni debido crecer. Tanto los botánicos eméritos como los jardineros aficionados sacaron provecho, dándose así el lujo de cultivos extraordinarios y ahorrándose el viaje.
Los invernaderos, inicialmente concebidos de forma empírica, fueron pronto objeto de numerosas investigaciones científicas, gracias a las cuales se crearon verdaderos ecosistemas que debían revolucionar nuestra vida cotidiana. Los invernaderos, utilizados indistintamente para estudios e investigaciones botánicas o para favorecer el desarrollo de cultivos a mayor o menor escala, no tardaron en alterar nuestro entorno cotidiano. Nuestros menús invernales se enriquecieron así con productos hasta entonces disponibles en periodos demasiado breves, y nuestros interiores se decoraron con especies florales inesperadas en unos climas que les eran hostiles. En definitiva, la invención de los invernaderos —y, con ella, la de los miradores y otros jardines de invierno— amplió considerablemente el campo de nuestros hábitos y contribuyó en gran medida al desarrollo de nuestra comodidad.
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