Anthony De Mello - Una llamada al amor
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- Libro:Una llamada al amor
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1991
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Una llamada al amor: resumen, descripción y anotación
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ANTHONY DE MELLO (Bombay, India, 1931 – Nueva York, EE. UU., 1987). Sacerdote jesuita y psicólogo.
Nacido en una familia india de tradición católica, cursó sus primeros estudios en el St. Estanislao High School, un colegio dirigido por Jesuitas y ubicado en la Parroquia de St. Peter, en Bandra, a las afueras de Bombay.
Siendo muy joven tomó la decisión de hacerse sacerdote; el 1 de julio de 1947 ingresó en la Compañía de Jesús como novicio, en el Seminario de Vinayálaya, centro del que sería rector entre 1968 y 1972. Sus grandes amores, junto con la Compañía de Jesús, fueron su propia familia y su país, la India.
En 1952 y por un período de tres años, fue enviado a España para estudiar filosofía y luego a los Estados Unidos, donde se graduó en psicología. Su afinidad con la Psicología Transpersonal, lo llevó a utilizar en los retiros espirituales que posteriormente impartiría, los métodos de Carl Rogers basados en el «dirigir sin dirigir». Había comenzado en él una evolución personal. Adquirió un carisma que le hizo líder de hombres. Hablaba español como si fuera su lengua materna. También dominaba el inglés y algunos dialectos de su India natal.
Tony, como solía ser llamado, desafiaba a los participantes de sus cursos, retiros y conferencias, a cuestionar, examinar y liberarse de los modelos establecidos de pensamientos y conducta; a acabar con toda clase de estereotipos; a atreverse a ser verdaderamente ellos mismos y a buscar la autenticidad.
Famosas son sus recopilaciones de cuentos breves, muchos de ellos propios, y otros adaptados de diversas fuentes, mediante los que intentaba Tony de transmitir su idea de la vida, hacer reflexionar y quizás, despertar una luz dentro de cada uno de los asistentes a sus cursos y lectores.
Entre sus obras, escritas para personas de diferentes credos religiosos y también para los agnósticos, se encuentran: Sádhana, un camino de oración (1979); El canto del pájaro (1982); El Manantial (1984); ¿Quién puede hacer que amanezca? (1985). En cuanto a sus obra póstuma, basada en sus notas, y en escritos que dejó sin terminar, citaremos: La Oración de la Rana (Volúmenes I y II, 1988); Una llamada al amor (1992) y Un minuto para el absurdo (1993).
En la madrugada del 1 de Junio de 1987, sufrió un ataque al corazón que determinaría su fallecimiento. Tenía 56 años de edad y se encontraba en Nueva York junto con su hermano Billy, donde había acudido para impartir unos seminarios sobre espiritualidad en la Universidad católica de Fordham, seminarios que iban a ser retransmitidos vía satélite a unos 600 colegios y universidades de Estados Unidos y Canadá.
Título original: Call to love
Anthony De Mello, 1991
Traducción: Jesús García-Abril Pérez
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
«¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?»
(Mt 16,26)
Recuerda la clase de sentimiento que experimentas cuando alguien te elogia, cuando te ves aprobado, aceptado, aplaudido… Y compáralo con el sentimiento que brota en tu interior cuando contemplas la salida o la puesta del sol, o la naturaleza en general, o cuando lees un libro o ves una película que te gustan de veras. Trata de revivir este último sentimiento y compáralo con el primero, el producido por el hecho de ser elogiado. Comprende que este primer tipo de sentimiento proviene de tu propia «glorificación» y «promoción» y es un sentimiento mundano, mientras que el segundo proviene de tu propia realización y es un sentimiento anímico.
Veamos otro contraste: recuerda la clase de sentimiento que experimentas cuando obtienes algún éxito, cuando consigues algo que anhelabas, cuando «llegas arriba», cuando vences en una partida, en una apuesta o en una discusión. Y compáralo con el sentimiento que te invade cuando disfrutas realmente con tu trabajo, cuando de veras te absorbe por entero la tarea que desempeñas. Y observa, una vez más, la diferencia cualitativa que existe entre el sentimiento mundano y el sentimiento anímico.
Y todavía otro contraste más: recuerda lo que sentías cuando tenías poder, cuando tú eras el jefe y la gente te respetaba y acataba tus órdenes, o cuando eras una persona popular y admirada. Y compara ese sentimiento mundano con el sentimiento de intimidad y compañerismo que has experimentado cuando has disfrutado a tope de la compañía de un amigo o de un grupo de amigos con los que te has reído y divertido de veras.
Una vez hecho lo anterior, trata de comprender la verdadera naturaleza de los sentimientos mundanos, es decir, los sentimientos de autobombo y vanagloria, que no son naturales, sino que han sido inventados por tu sociedad y tu cultura para hacer que seas productivo y poder controlarte. Dichos sentimientos no proporcionan el sustento y la felicidad que se producen cuando contemplas la naturaleza o disfrutas de la compañía de un amigo o de tu propio trabajo, sino que han sido ideados para producir ilusiones, emoción… y vacío.
Trata luego de verte a ti mismo en el transcurso de un día o de una semana y piensa cuántas de las acciones que has realizado y de las actividades en que te has ocupado han estado libres del deseo de sentir esas emociones e ilusiones que únicamente producen vacío, del deseo de obtener la atención y la aprobación de los demás, la fama, la popularidad, el éxito o el poder.
Fíjate en las personas que te rodean. ¿Hay entre ellas alguna que no se interese por esos sentimientos mundanos? ¿Hay una sola que no esté dominada por dichos sentimientos, que no los ansíe, que no emplee, consciente o inconscientemente, cada minuto de su vida en buscarlos? Cuando consigas ver esto, comprenderás cómo la gente trata de ganar el mundo y cómo, al hacerlo pierde su vida. Y es que viven unas vidas vacías, monótonas, sin alma…
Propongo a tu consideración la siguiente parábola de la vida: un autobús cargado de turistas atraviesa una hermosísima región llena de lagos, montañas, ríos y praderas. Pero las cortinas del autobús están echadas, y los turistas, que no tienen la menor idea de lo que hay al otro lado de las ventanillas, se pasan el viaje discutiendo sobre quién debe ocupar el mejor asiento del autobús, a quién hay que aplaudir, quién es más digno de consideración… Y así siguen hasta el final del viaje.
«Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre ni a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío»
(Lc 14,26)
Echa un vistazo al mundo y observa la infelicidad que hay en torno a ti y dentro de ti mismo. ¿Acaso sabes cuál es la causa de tal infelicidad? Probablemente digas que la causa es la soledad, o la opresión, o la guerra, o el odio, o el ateísmo… Y estarás equivocado. La infelicidad tiene una sola causa: las falsas creencias que albergas en tu mente; creencias tan difundidas, tan comúnmente profesadas, que ni siquiera se te ocurre la posibilidad de ponerlas en duda. Debido a tales creencias. Ves el mundo y te ves a ti mismo de una manera deformada. Estás tan profundamente «programado» y padeces tan intensamente la presión de la sociedad que te ves literalmente obligado a percibir el mundo de esa manera deformada. Y no hay solución, porque ni si quiera sospechas que tu percepción está deformada, que piensas de manera equivocada, que tus creencias son falsas.
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