Baltasar Gracián - El arte de la prudencia
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- Libro:El arte de la prudencia
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1647
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El arte de la prudencia: resumen, descripción y anotación
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Bajo la forma de aforismos, Baltasar Gracián dio forma a una de las obras más importantes del Siglo de Oro, que aún hoy, cuatro siglos más tarde, sigue estando vigente en su objetivo último de regir el buen gobierno de las personas. Gracián prescinde de la argumentación a base de ejemplos que había dominado en la retórica medieval y esconde su propuesta con frases basadas en la realidad de los hechos y la utilidad de las acciones. Un clásico más que moderno. Baltasar Gracián fue jesuita, pensador y escritor barroco, doctísimo autor y maestro del estilo conceptista. Su ingenio crítico y afán moralista están presentes en toda su obra.
Baltasar Gracián
ePub r1.0
Titivillus 25.06.17
Baltasar Gracián, 1647
Edición y prólogo: Emilio Blanco
Diseño de cubierta: Mauricio Restrepo
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
BALTASAR GRACIÁN Y MORALES (Belmonte de Calatayud, España, 1601 - Tarazona, id., 1658). Escritor y jesuita español. Hijo de un funcionario, estudió en un colegio jesuita de Calatayud y en la Universidad de Huesca, tras lo cual ingresó, en 1619, en la Compañía de Jesús, probablemente en Tarragona, donde se encontraba el noviciado de la provincia.
Se dispone de escasa información sobre su vida entre esta fecha y 1635, año de su ordenación sacerdotal. Se sabe que en 1628 se encontraba en el colegio de Calatayud, donde es presumible que ejerciera como docente, y que su posterior paso por el colegio de Huesca le permitió entrar en contacto con medios muy cultos. Dotado de gran inteligencia y de una elocuencia a la vez rica y límpida, a partir de 1637 se dedicó en exclusiva a la predicación.
En Zaragoza fue nombrado confesor del virrey Nochera, a quien acompañó a Madrid, donde residió por dos veces entre 1640 y 1641, por lo que frecuentó la corte y trabó amistad con el célebre poeta Hurtado de Mendoza. Después de una corta estancia en Navarra con el virrey, ambos se dirigieron a Cataluña para sofocar la revuelta. En 1642, Nochera murió violentamente como consecuencia de su oposición a la sañuda política represiva que había adoptado la Corona en Aragón.
Ejerció por un tiempo de secretario de Felipe IV, tras lo cual fue enviado, en parte como castigo de la Compañía por sus ideas y escritos, a combatir contra los franceses en el sitio de Lérida (1646). Su obra más conocida, El Criticón, apareció en 1651, firmada por García de Marlones, anagrama de su nombre, disimulo que no pudo evitar el agravamiento de sus problemas con la Compañía de Jesús, que le aplicó una sanción ejemplar. Poco después se trasladó a Zaragoza como catedrático de la Universidad. En 1650 había empezado a preparar El comulgatorio (publicado con su apellido en 1655), obra que comprende cincuenta meditaciones para la comunión y constituye una valiosa muestra de oratoria culterana.
De carácter orgulloso e impetuoso, y, sobre todo, mucho más hombre de letras que religioso, Gracián optó por desobedecer de nuevo a la jerarquía y publicó las partes segunda y tercera de El Criticón (1653 y 1657), bajo el nombre de su hermano, Lorenzo de Gracián. El segundo volumen no le costó más que una nueva amonestación de los jesuitas, pero la aparición del tercero supuso su caída en desgracia. El padre Piquer, rector del colegio jesuita de Zaragoza, lo castigó a ayuno de pan y agua, y, tras desposeerle de la cátedra que ostentaba, lo desterró a Graus. El mismo año de 1657 apareció la Crítica de reflexión, violento alegato contra él, firmado por un autor levantino. Parcialmente rehabilitado, se instaló en Tarazona, donde su petición de ingresar en una orden monástica le fue denegada por la Compañía.
La concepción pesimista sobre el hombre y el mundo predomina en sus primeras obras: El héroe (1637), El discreto (1646) y Oráculo manual y arte de prudencia (1647), en las que da consejos sobre la mejor manera de triunfar. El estilo de Gracián, considerado el mejor ejemplo del conceptismo, se recrea en los juegos de palabras y los dobles sentidos. En Agudeza y arte de ingenio (1648) teorizó acerca del valor del ingenio y sobre los «conceptos», que él entiende como el establecimiento de relaciones insospechadas entre objetos aparentemente dispares; el libro se convirtió en el código de la vida literaria española del siglo XVII y ejerció una duradera influencia a través de pensadores como La Rochefoucauld o Schopenhauer.
La obra cumbre de su producción literaria, El Criticón, emprende el ambicioso proyecto de ofrecer una amplia visión alegórica de la vida humana en forma novelada. Sus dos protagonistas, Andrenio y Critilo, son símbolos, respectivamente, de la Naturaleza y la Cultura, de los impulsos espontáneos y de la reflexión prudente. Como Gracián parte del supuesto barroco de que la Naturaleza es imperfecta, Critilo es quien salva a Andrenio de las asechanzas del mundo y lo conduce luego a la isla de la Inmortalidad, a través de una serie de lugares alegóricos.
El éxito moderno del Oráculo manual:
«Más valen quintaesencias que fárragos»
Una famosa marca de automoción italiana publicita su monovolumen estrella con una cita del Oráculo manual de Gracián; un conocido banco europeo asentado en España basa sus campañas comerciales en animar a sus clientes a desaprender, como hiciera en su momento el jesuita; políticos y periodistas citan con frecuencia —casi a diario— los aforismos de este aragonés universal, y esmaltan sus escritos y discursos con fragmentos, casi todos, del librito citado, que se vende sin cesar en ediciones, traducciones y adaptaciones modernas. Se diría que este futuro lo pronosticó el mismo Baltasar Gracián en el aforismo 20, cuando afirmó que «lleva una ventaja lo sabio, que es eterno; y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán». Porque lo cierto es que si el pequeño volumen no fue en su día lo que hoy consideramos un best seller, lo ha sido sin duda en la modernidad.
En Francia, los breves textos del Oráculo manual atrajeron la atención de los traductores desde bien pronto, y, más tarde, de talantes tan distintos como los de Madame de Sablé, La Rochefoucauld, La Bruyère o Pascal. En Alemania, el pesimismo del jesuita atrajo la mirada atenta de Arthur Schopenhauer, a través del cual sus aforismos llegaron a otro gran genio, Friedrich Nietzsche. En España, con ciertos altibajos, la presencia del Oráculo manual forma parte del paisaje intelectual desde al menos la llamada Generación del 98. Y también del paisanaje actual, porque no es extraño ver en las grandes ciudades españolas viajeros en los distintos medios de transporte que paladean los múltiples sentidos de las palabras de Gracián en lugares tan escasamente idóneos, en principio, para la lectura reflexiva. Como ocurrió en los Estados Unidos en la década de los ochenta, cuando la traducción modernizada al inglés del libro se vendía hasta en los supermercados y se convirtió en el libro de cabecera de los ejecutivos de las grandes empresas norteamericanas. Hoy no cabe duda: el centón de aforismos del jesuita ha traspasado la barrera de lo culto para formar parte de la biblioteca ideal de cualquier lector.
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