Benjamin Fléron - Descubre todo sobre el coping

Benjamin Fléron, 2017

Traducción: Laura Doler Pinson

Editor digital: Titivillus

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• ¿Problemática? ¿Cómo puede ayudarme la teoría del coping a vencer el estrés en el trabajo?
• ¿Utilidad? El coping presenta un enfoque innovador del estrés del que se desprenden respuestas eficaces contra la ansiedad y, por lo tanto, permite que uno vuelva a recuperar todas sus capacidades para trabajar de forma más eficaz.
• ¿Contexto profesional? Psicología del trabajo, recursos humanos, gestión de equipo.
• ¿Preguntas frecuentes?
  • Quiero implementar una estrategia personal de coping, ¿por dónde empiezo?
  • ¿Cuál es la mejor manera de eliminar mi estrés?
  • ¿Cómo saber cuál es el estilo de coping que mejor se adapta a mí?
  • ¿Qué hábitos tóxicos tengo que evitar?
  • ¿Es posible llevar una vida sin estrés gracias al coping?

Es un secreto a voces: las fuentes de estrés en el trabajo son numerosas. Tanto empleados como jefes, directivos u obreros, autónomos o asalariados, todos tienen su ración de preocupaciones: recortes presupuestarios, restructuraciones y competencia feroz, o también presentaciones que realizar, plazos ajustados que respetar, expedientes complejos que tratar, etc. Existen muchas cuestiones que causan angustia y pueden perjudicar tu productividad. ¿Y si la teoría del coping, también llamada «estrategias de afrontamiento», te ayudara a enfrentarte a ello?

Debemos la aparición del concepto de coping al psicólogo estadounidense Richard S. Lazarus (1922-2002). Surge del inglés to cope with, que podríamos traducir en español como «afrontar», y designa el conjunto de mecanismos y de estrategias que empleamos para enfrentarnos a situaciones de estrés y para dominar —o, al menos, reducir— los efectos que tienen sobre nosotros.

Según esta teoría, no somos pasivos frente a los acontecimientos estresantes a los que nos enfrentamos con frecuencia, sino que reaccionamos para afrontarlos y, por lo tanto, intentamos retomar el control de la situación, respondiendo a nuestra manera. Piensa en los momentos en los que respiras profundamente antes de tomar la palabra en público. O medita también sobre tu manía de quitar hierro a un asunto repitiéndote a ti mismo, incansable, que comunicarle una mala noticia a tu jefe no es más que un mal trago. Piensa ahora en las bolsas de caramelos o en los paquetes de cigarrillos que desaparecen en un abrir y cerrar de ojos cuando se acerca una fecha límite que temes. Estas son algunas de las estrategias de coping más habituales.

¿Pero te has preguntado alguna vez si tus técnicas son realmente eficaces? ¿Estás seguro de que gestionas las situaciones estresantes que se presentan ante ti de la mejor manera posible? ¿Crees que logras sacarles provecho para mejorar tu productividad en vez de dejar que se conviertan en un obstáculo? Las investigaciones que se han llevado a cabo sobre el coping pueden ayudarte a ver las cosas más claras y a modificar tu percepción del estrés brindándote los recursos para afrontarlo de manera eficaz e, incluso, quién sabe, convertirlo en un aliado valioso.

Para combatir el estrés de manera eficaz, debemos tener una concepción exacta sobre él. Los teóricos del asunto han dado más de una definición a lo largo del tiempo, asociándolo a veces con el acontecimiento que lo desencadena y, a veces, con la reacción que se inicia en la persona que lo afronta. Sin embargo, Lazarus es el primero que considera que el estrés es el fruto de la relación entre estas dos informaciones. Así, actualmente, hablamos de estrés cuando un individuo considera que las exigencias de una situación a la que se enfrenta superan sus capacidades, por lo que se crea un desequilibrio entre las expectativas puestas en él y las capacidades que él cree tener. Por lo tanto, el estrés no reside en la situación o en el individuo que responde a la situación, sino más bien en la interpretación que hace este último de esa circunstancia. Así, dos personas diferentes no tienen por qué reaccionar de la misma manera ante un mismo escenario.

• Si le atribuyes nuevas responsabilidades a una de ellas, acogerá la noticia con alegría, puesto que lo percibirá como una muestra de confianza y una señal indudable de una evolución profesional. Sin embargo, si asignas esas mismas responsabilidades a otra persona, verás cómo se muere de miedo, temerosa ante la idea de no estar a la altura de la tarea.
• Tras un despido por una reestructuración, una se esforzará de ver este duro golpe como un nuevo desafío y una oportunidad para hacer un balance de su vida; la otra caerá en el error de pensar que tiene toda la culpa de sus males, perderá toda su confianza y le costará tremendamente recuperarse.

Además, estas mismas personas tampoco tienen por qué reaccionar de la misma manera ante este tipo de acontecimientos a lo largo de su carrera. Así, seguramente, un empleado con experiencia recibirá nuevas obligaciones de una manera más serena que cuando empezaba su trayectoria profesional. Por el contrario, puede que le resulte más difícil asimilar un despido que si hubiese sucedido durante sus inicios en el mercado laboral, cuando nadie dependía de sus ingresos.

Pero si no existen situaciones fundamentalmente estresantes, ¿por qué algunos acontecimientos nos sacan de quicio, mientras que parece que otros resbalan sobre nosotros y no nos afectan? Puesto que el estrés se forma y se desarrolla en la relación entre la persona y su entorno, es de suponer que la respuesta a nuestra pregunta se encuentra entre ambos.

Si hacemos caso a Lazarus y a los adeptos de la teoría del coping, entre nosotros y cualquier situación en la que nos encontramos vamos intercalando una serie de filtros que influyen directamente en nuestra percepción. Ellos son los que desencadenan una reacción de estrés y, llegado el caso, amplifican o minimizan el impacto negativo sobre nuestro organismo, acentuando o disminuyendo el sentimiento de incomodidad que experimentamos frente a la situación. Estos filtros, tan diversos como variados, son auténticos mediadores de la relación que mantenemos con nuestro entorno y el contexto en el que evolucionamos. Resulta imposible elaborar una lista en la que aparezcan todos, pero algunos, los más importantes, marcan la diferencia y salen a la luz fácilmente.

Las situaciones ya vividas

¿Hemos afrontado ya situaciones como esta en algún momento? En caso afirmativo, ¿hemos logrado superar este trance sin problemas o, por el contrario, nos ha quedado un mal recuerdo?

Si estás acostumbrado a tomar la palabra en público, sin duda te resultará más fácil realizar una presentación complicada que a otra persona que jamás haya llevado a cabo un trabajo similar. En la misma línea, si ya has tenido que respetar plazos ajustados y has salido airoso, también sentirás menos presión cuando se vuelva a presentar una situación similar que si recibes toques de atención con frecuencia por no haber respetado jamás las fechas límite.

La personalidad

Los individuos con un carácter más perfeccionista y meticuloso estarán sujetos al estrés más rápidamente que las personas tranquilas y relajadas, de la misma manera que los trabajadores movidos por un espíritu de competitividad se mostrarán más sensibles ante la presión del resultado que los despreocupados que le otorgan poca importancia. Existen rasgos del carácter que predisponen al estrés y a la ansiedad y otros que protegen de él.