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Carlos González - Mi niño no me come

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Carlos González Mi niño no me come
  • Libro:
    Mi niño no me come
  • Autor:
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    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1999
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Mi niño no me come: resumen, descripción y anotación

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AGRADECIMIENTOS

El autor agradece a Maite Fabregat, Joana Guerrero, Rosa María Jové, Margarita Otero, Cristina Ros y Pilar Serrano sus valiosos comentarios al manuscrito

APÉNDICE

UN POCO DE HISTORIA

«Mi niño no me come» es una queja tan frecuente y angustiosa que uno tiende a pensar que se trata de un temor inmemorial en la especie humana, que ha existido siempre, como el temor a la oscuridad y a los lobos. Hace años, yo mismo pensaba que este temor de las madres a que el niño no comiera provenía de los largos milenios en que la pérdida del apetito era el primer síntoma de la tuberculosis o de alguna otra enfermedad entonces incurable, el heraldo de la muerte.

Sin embargo, la lectura de algunos libros antiguos ha despertado mis dudas. ¿Es posible que los «niños que no comen» sean un invento relativamente moderno?

En tiempos del doctor Ulecia y Cardona, que publicó en 1906 su Arte de criar a los niños, parece que las madres no se quejaban al pediatra de que sus hijos no comían. Todo lo contrario, se enorgullecían de su buen apetito… para desesperación del médico:

Cuántas veces no se oye a los padres ponderar, satisfechos, el apetito de su hijo, diciendo: «¡Si viera usted lo que come…! ¡Come de todo…!».

Y a cuántos también, pasado algún tiempo, no se les oye condolerse de la pérdida del niño, diciendo: «¡Pobrecito! ¡Ya comía de todo cuando se nos murió!». Sin comprender, desgraciados, que precisamente esa fue la causa que influyó más que otra en la catástrofe.

Pues el temor más extendido entre los expertos en nutrición infantil de la época (el doctor Ulecia había estudiado en París con el doctor Budin, uno de los más grandes pediatras de su tiempo) era precisamente el exceso de alimentación, «un verdadero e imperdonable crimen».

La introducción de las papillas era muy cauta. Hasta los doce meses, diez como muy pronto, recomienda el doctor Ulecia no dar absolutamente nada más que el pecho. A esta edad se comienza con una sopa clara de agua con harina, y después el pecho.

La dieta completa para un niño de un año de edad era:

De 8 a 9 de la mañana, una mamada.

A las 12: una sopa hecha con cualquier clase de harina […] que no deberá en manera alguna hacerse con caldo, aun cuando esté muy colado, pues las grasas no convienen a los niños en los primeros meses.

Estas sopas tienen que ser muy claritas al principio, y luego cada vez más espesas […] no soy partidario de las sopas hechas con leche; prefiero se hagan con agua, y después de la sopa, como postre, se dé una mamada […].

A las 4 de la tarde: una mamada.

A las 7 de la noche: 130 g de leche.

A las 11: una mamada.

Después de media noche: como el mes anterior, una sola mamada.

A los trece o catorce meses recomienda el doctor Ulecia añadir una yema de huevo a la sopa, y por la tarde otra sopa, pero sin huevo. A los quince meses, una yema en cada sopa. A los dieciséis o diecinueve meses, caldo, legumbres y galletas (una sola vez al día). A los veinte o veintiún meses se suprime el pecho, incluida la mamada nocturna, y se permiten las galletas tres veces al día. A los veintidós o veinticuatro meses, chocolate, pescado o seso.

A los tres años se introduce el huevo entero y la croqueta de gallina (¡sólo la parte interior!). La ración de pescado se especifica «del tamaño de un duro o poco más» (los duros de plata de Alfonso XIII tenían un diámetro de 37 mm). De leche, tres tomas al día de 100 g (¡menos de medio vaso!).

A los tres años y medio se introduce la fruta: «podría tolerársele unos cuantos granos de uva». El niño, eso sí, sólo toma leche ( 130-150 g) dos veces al día.

La verdura, «un poquito», se introduce con cuatro años cumplidos, al igual que la ternera. Fruta «en cantidades moderadas, excepto melón, sandía, melocotón…» y nunca para merendar o cenar.

¿Comprende ahora por qué los niños sí que comían? Usted, apreciada lectora, que está preocupadísima porque su hijo no le come nada, se hubiera llevado un buen rapapolvo si le hubiera explicado al doctor Ulecia todo lo que come su angelito. Fruta, verdura, carne y pescado antes del año, vasos enteros de leche… ¡lo va a matar! (y hubiera tenido que pagar 10 pesetas por la consulta, por cierto, todo un capitalito). Recuérdelo la próxima vez que su hijo no quiera fruta: ¡su bisabuelo no probó la fruta hasta los tres años!

Y es que el problema del «niño que no come» surge de un desequilibrio entre lo que el niño come y lo que su madre espera que coma. Los niños es probable que siempre hayan comido, más o menos, lo mismo. Pero lo que las madres esperaban (al menos, las madres que visitaban al pediatra o leían libros) ha cambiado radicalmente a lo largo del pasado siglo. Hoy, si nuestra hija le da tres mordiscos a una manzana, estamos desesperadas porque nos han dicho que tendría que comerse media manzana, media pera, medio plátano y media naranja con galletas. Nuestra abuela también le daba tres mordiscos a la manzana, pero nuestra bisabuela se guardaba muy mucho de confesárselo al pediatra…

Muchas veces nos han dicho que es imprescindible acostumbrar a los niños a tomar una variedad de alimentos desde bien pequeños, porque si no luego se negarán a tomarlos y serán unos caprichosos. No es cierto. Nuestros bisabuelos no tomaban «comida normal» hasta los cinco años, y, sin embargo, se adaptaban perfectamente a una dieta adulta. Nada menos que a la famosa dieta mediterránea, sin colorantes ni conservantes. ¿No será al revés, que las frutas, verduras y legumbres eran hace cien años una golosina largamente esperada, y ahora hemos conseguido convertirlas en una temida tortura?

Veinte años después, en 1927, el doctor Puig y Roig, en su obra Puericultura, ni siquiera menciona la existencia de niños inapetentes o que no comen. Recomienda la primera papilla (sopa de pan y ajo) a los seis u ocho meses. La dieta de un niño con un año cumplido sería:

A las 6 de la mañana — El pecho.

A las 9 de la mañana — El pecho.

A las 12 del mediodía — Sopa salada.

A las 4 de la tarde — El pecho.

A las 7 de la tarde — Sopa dulce.

A las 11 de la noche — El pecho.

La sopa salada sólo lleva pan, sal y ajo. La sopa dulce es de harina de avena o arroz, puede llevar leche. Por desgracia, la obra del doctor Puig se centra en el primer año, y apenas da vagas indicaciones sobre la introducción del resto de los alimentos.

Pero podemos encontrar todos los detalles en la obra de su colega y conciudadano el doctor Goday, que sólo un año después publicó Alimentado del nen durant la primera infancia (1928), la única de las aquí citadas que no va dirigida a las madres, sino a los médicos. No menciona para nada la inapetencia o el problema de los niños «que no comen». Recomienda también la primera sopa clara de harina y agua a los ocho meses; y al año (entre los diez y los quince meses) recomienda la siguiente dieta:

Dos papillas de harina [harina y agua] y cuatro mamadas (o cuatro vasos de leche con azúcar). Después del año se puede intentar añadir una yema de huevo en una de las papillas. En lugar de estas, también podremos dar sopas de leche [harina y leche].

Entre los quince y los dieciocho meses se introducen el puré de patatas, el pan, el huevo, las pastas. Entre los dieciocho y los veinticuatro, carne y pescado.

Los purés de verduras, como las espinacas, se pueden dar en pequeñas cantidades. Son muy poco nutritivos…

Se pueden dar frutas desde la edad de dieciocho meses, pero solamente cocidas, en forma de compotas o confituras. Sólo en el curso del tercer año autorizaremos el uso de frutas al natural, y en cantidades muy pequeñas.

Las recomendaciones del doctor Goday siguen siendo muy diferentes de las actuales, aunque, probablemente, habrían producido escalofríos al doctor Ulecia («¡verdura antes de los dos años! Menos mal que le dan poquito», debía de pensar el venerable anciano).

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