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Robert Spaemann - Ética: cuestiones fundamentales

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Robert Spaemann Ética: cuestiones fundamentales
  • Libro:
    Ética: cuestiones fundamentales
  • Autor:
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    ePubLibre
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  • Año:
    1998
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Robert Spaemann Berlín 5 de mayo de 1927 - Stuttgart 10 de diciembre de - photo 1

Robert Spaemann (Berlín, 5 de mayo de 1927 - Stuttgart, 10 de diciembre de 2018).​ Fue un filósofo católico alemán. Sus libros han sido traducidos a alrededor de quince idiomas.

Título original: Ética: cuestiones fundamentales

Robert Spaemann, 1998

Retoque de cubierta: Skynet

Editor digital: Skynet

ePub base r2.1

Notas 1 En Alemania reciben ese nombre los niños cuyos padres padre y madre - photo 2
Notas

[1] En Alemania reciben ese nombre los niños cuyos padres —padre y madre— trabajan fuera de casa durante todo el día, no pudiendo recibir así la debida atención. Tras la segunda guerra mundial era frecuente ver a esos niños por la calle con la llave de la casa colgada del cuello; de donde el nombre de niños-llave. Hoy es una práctica casi extinguida.

Hoy, más que nunca, la sociedad exige el comportamiento ético en todos los ámbitos: el científico, el de la ecología, el mundo de la empresa… también en el personal, como un modo de reivindicar nuestra humanidad. Precisamente, por ser inherente a nuestra naturaleza humana, la ética trata de cuestiones efectivamente fundamentales, universales, que no pasan de moda.

Robert Spaemann Ética cuestiones fundamentales ePub r10 Skynet 02022020 I - photo 3

Robert Spaemann

Ética: cuestiones fundamentales

ePub r1.0

Skynet 02.02.2020

I. Ética filosófica o ¿son relativos el bien y el mal?

La pregunta por la significación de los términos bien y mal, bueno y malo, pertenece a las cuestiones más antiguas de la filosofía. Pero ¿no pertenece también a otras disciplinas? ¿No se va al médico para preguntarle si se puede fumar? ¿No hay psicólogos que aconsejan en la elección de profesión? ¿Y no le dice a uno el experto en finanzas: es bueno que cierre Ud. un contrato de ahorro para la construcción; el próximo año estará peor el asunto de las primas, y será más largo el período de espera? ¿Dónde surge exactamente lo ético, lo filosófico?

Prestemos atención al modo cómo se emplea la palabra bueno en el contexto citado. El médico dice: «es bueno que Ud. se quede un día más en la cama». Estrictamente, al usar la palabra bueno debería añadir dos cosas; debería decir: «es bueno para Ud. y añadir: es bueno para Ud. en el caso de que lo que quiera ante todo sea ponerse bueno». Estas añadiduras son importantes, pues en el caso de que alguien planee, por ejemplo, un robo con homicidio para un determinado día, entonces, consideradas todas las cosas, resulta sin duda mejor, si «pesca» una pulmonía que le impide acometer su empresa. Pero puede ocurrir que, por tener que llevar a cabo un día algo importante e inaplazable, no hagamos caso al médico que nos manda hacer reposo en cama, y aceptemos el riesgo de una recaída en la gripe. A la pregunta de si es bueno actuar así, el médico, como tal, no puede pronunciarse en absoluto. «Bueno» significa para él, según su modo de hablar, que es bueno si de lo que se trata ante todo es de su salud. Decir eso es de su competencia. Como persona, pero ya no en su calidad de médico, puede decir que, en mi caso, debo tener en cuenta ante todo la salud.

Y si yo quiero despilfarrar el dinero, o dárselo a un amigo que lo necesita de modo apremiante, en lugar de colocarlo en un contrato de ahorro para la construcción, el experto financiero no puede decir nada al respecto. Si él dijera «bueno», entonces estaría pensando: bueno para Ud. si es que se trata ante todo de agrandar su peculio a plazo más largo.

En todos estos buenos consejos, la palabra «bueno» significa tanto como: «bueno para alguien en un determinado sentido», y entonces puede ocurrir que la misma cosa resulte, bajo diversos aspectos, buena o mala para la misma persona. Hacer muchas horas extraordinarias es bueno, por ejemplo, para subir el nivel de vida, pero es malo para la salud. Puede ser también que la misma cosa sea buena para uno y mala para otro; así la construcción de una carretera puede ser buena para los automovilistas y mala para los vecinos, etc.

Pero también usamos la palabra «bueno» en un sentido, por así decir, absoluto, o sea, sin añadir un «para», o «en determinado sentido». Este significado cobra actualidad siempre que se da conflicto de intereses o de puntos de vista; también cuando se trata del interés o de los puntos de vista de una misma persona, por ejemplo, los del nivel de vida, la salud o la amistad. Surgen entonces dos cuestiones: ¿qué cosa es realmente y de verdad buena para mí? ¿Cuál es la jerarquía exacta de los puntos de vista? La otra cuestión es: en caso de conflicto, ¿qué bien o qué interés debe prevalecer? Para decirlo ya de antemano: una verdad pertenece a las ideas fundamentales de la filosofía de todos los tiempos, a saber, que a la hora de su solución ambas cuestiones no son independientes. Pero de ello hablaremos más tarde. En cualquier caso, decimos que la reflexión sobre estas cuestiones es de carácter filosófico.

Pero lo primero que debemos dejar bien claro es la justificación de tales preguntas, precisamente por ser estas impugnadas una y otra vez. Siempre nos encontramos con la misma afirmación de que los problemas éticos no tienen sentido porque no se les puede dar respuesta. Las proposiciones de la Ética no serían susceptibles de verdad. En el campo de lo «bueno para Juan desde el punto de vista de la salud», o de lo «bueno para Pablo desde el prisma del ahorro de impuestos» se pueden hacer razonamientos de validez general; pero cuando la palabra bueno se toma en un sentido absoluto, entonces, por el contrario, las afirmaciones se hacen relativas, dependientes del ámbito cultural, de la época, del estrato social y del carácter de los que usan esas palabras. Y, presuntamente, esta opinión puede apoyarse en un rico material de experiencia: ¿no existen culturas que tienen por buenos los sacrificios humanos? ¿No hay sociedades que mantienen la esclavitud? ¿No concedieron los romanos al padre el derecho de exponer al hijo recién nacido? Los mahometanos permiten la poligamia, mientras que en el ámbito de la cultura cristiana solo se da como institución el matrimonio monógamo, etc.

Que los sistemas normativos son en gran medida dependientes de la cultura, es una eterna objeción frente a la posible exigencia de una Ética filosófica, es decir, una objeción a la discusión racional sobre el significado absoluto, no relativo, de la palabra «bueno».

Pero esta objeción desconoce que la Ética filosófica no descansa en la ignorancia de esos hechos. Todo lo contrario. La reflexión racional sobre la cuestión de lo bueno con validez general comenzó, precisamente, con el descubrimiento de esos hechos; en el siglo V antes de Cristo eran ya ampliamente conocidos. Procedentes de viajes, corrían entonces en Grecia noticias que contaban cosas fantásticas de las costumbres de los pueblos vecinos. Pero los griegos no se contentaron con encontrar esas costumbres sencillamente absurdas, despreciables o primitivas, sino que algunos de ellos, los filósofos, comenzaron a buscar una medida o regla con la que medir las distintas maneras de vivir y los diversos comportamientos. Quizá con el resultado de encontrar unas mejores que otras. A esa norma o regla la llamaron fisis, naturaleza. De acuerdo con esa medida, la norma, por ejemplo, de las jóvenes escitas que se cortaban un pecho resultaba peor que su contraria. He aquí un ejemplo particularmente sencillo y sugestivo. El concepto no era, en absoluto, adecuado para resolver, sin dar lugar a dudas, cualquier cuestión en torno a la vida corriente. Por el momento nos basta constatar que la búsqueda de una medida, universalmente válida, de una vida buena o mala, del buen o mal comportamiento, brota de la diversidad de los sistemas morales, y que, por lo tanto, hacer ver esa diversidad no constituye un argumento contra dicha búsqueda.

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