Exención de responsabilidad
No intente en su casa nada de lo que dice este libro. El autor es un caricaturista web, no un experto en salud ni en seguridad. Además le gusta que las cosas se incendien o exploten, lo que significa que no vela por lo que es mejor para usted. Ni el editor ni el autor se hacen responsables de ninguna consecuencia adversa resultante, directa o indirectamente, de la información contenida en este libro.
Introducción
Este libro es una recopilación de respuestas a preguntas hipotéticas.
Esas preguntas me llegaron a través de mi página web, donde —además de ser una especie de consejero para científicos chiflados— dibujo xkcd, cómics web.
No empecé mi carrera haciendo cómics. Estudié Física en la universidad y después de graduarme trabajé en robótica para la NASA. Finalmente dejé la NASA para dedicarme a dibujar cómics a tiempo completo, pero mi interés por la ciencia y las matemáticas nunca desapareció. Al final encontró una nueva forma de expresarse: responder las preguntas extrañas —y a veces preocupantes— de Internet. Este libro contiene una selección de las respuestas favoritas de mi página web además de un gran número de preguntas que se contestan aquí por primera vez.
He intentado usar las matemáticas para responder a preguntas extrañas desde que tengo uso de razón. Cuando tenía cinco años mantuve una conversación con mi madre que acabó anotando y guardando en un álbum de fotos. Cuando se enteró de que estaba escribiendo este libro, buscó ese papel y me lo mandó. Aquí está la reproducción textual de ese papel después de veinticinco años.
Randall: ¿En nuestra casa hay más cosas duras o blandas?
Julie: No lo sé.
Randall: ¿Y en el mundo?
Julie: No lo sé.
Randall: Bueno, en cada casa hay tres o cuatro almohadas, ¿verdad?
Julie: Sí.
Randall: Y cada casa tiene unos 15 imanes, ¿verdad?
Julie: Supongo.
Randall: Por lo tanto, 15 más 3 o 4, pongamos 4, son 19, ¿verdad?
Julie: Sí.
Randall: Entonces, probablemente ¡hay unos 3000 millones de cosas blandas y 5000 millones de cosas duras! ¿Cuál gana?
Julie: Imagino que las duras.
Hoy no tengo ni idea de dónde saqué esos «3000 millones» ni esos «5000 millones». Está claro que no sabía muy bien cómo funcionaba lo de echar cuentas.
Mis matemáticas han mejorado un poco con los años, pero el motivo por el que hago matemáticas es el mismo que cuando tenía cinco años: quiero responder preguntas.
Se dice que no hay preguntas estúpidas. Es obvio que eso es un error; yo creo que mi pregunta sobre las cosas duras y blandas, por ejemplo, es bastante estúpida, pero resulta que intentar responder en profundidad a una pregunta estúpida te puede llevar a lugares muy interesantes.
Todavía no sé si hay más cosas duras o blandas en el mundo, pero he aprendido mucho sobre otras cosas a lo largo del camino. Lo que viene a continuación son mis partes favoritas de ese viaje.
RANDALL MUNROE
Huracán mundial
P. ¿Qué pasaría si la Tierra y todos los objetos que hay en ella de repente dejasen de girar, pero la atmósfera mantuviese su velocidad?
ANDREW BROWN
R. CASI TODO EL MUNDO MORIRÍA. Entonces la situación se pondría interesante.
En el ecuador, la superficie de la Tierra se mueve a alrededor de 470 metros por segundo —un poco más que 1.600 kilómetros por hora— en relación a su eje. Si la Tierra se parara y el aire no, el resultado sería un viento repentino de 1.600 kilómetros por hora.
El viento sería mayor en el ecuador, pero todo el mundo y todas las cosas que se encontrasen entre los 42 grados norte y los 42 grados sur —lo que incluye cerca del 85 por 100 de la población mundial— soportarían un viento supersónico.
Los vientos más fuertes solo durarían unos minutos cerca de la superficie; la fricción con el suelo los ralentizaría. Sin embargo, esos escasos minutos bastarían para reducir a ruinas prácticamente todas las estructuras humanas.
Mi casa en Boston está situada lo bastante al norte como para quedarse justo fuera de la zona de vientos supersónicos, pero los vientos serían el doble de fuertes que los del tornado más potente. Todos los edificios, desde los cobertizos a los rascacielos, quedarían aplastados, serían arrancados de cuajo y rodarían sobre la superficie.
Los vientos serían más suaves cerca de los polos, pero ninguna ciudad se encuentra lo bastante lejos del ecuador como para librarse de una devastación. Longyearbyen o el archipiélago Svalbard, en Noruega —la ciudad con la latitud más alta del planeta— acabaría devastada por vientos iguales que los de los ciclones tropicales más fuertes nunca registrados.
Si vas a buscar un refugio para esperar a que pase, uno de los mejores lugares para ello puede ser Helsinki (Finlandia). Aunque su alta latitud —superior a 60º N— no bastaría para evitar que los vientos la arrasaran, el lecho rocoso que hay bajo Helsinki contiene una sofisticada red de túneles, además de un centro comercial subterráneo, una pista de hockey, un complejo acuático, etcétera.
Ningún edificio se salvaría; incluso las estructuras lo bastante fuertes como para aguantar los vientos estarían en peligro. Tal y como dijo el cómico Ron White sobre los huracanes: «No es que sople el viento; es qué sopla el viento».
Digamos que estás en un búnker enorme hecho de algún material que puede aguantar vientos de 1.600 kilómetros por hora.
Eso sería genial y estarías bien…, si fueras el único en un búnker. Lamentablemente, lo más seguro es que tuvieras vecinos y, si el vecino situado a barlovento tuviera un búnker que no estuviera tan bien sujeto, tu búnker tendría que aguantar el impacto a 1.600 kilómetros por hora de su búnker.
La raza humana no se extinguiría. En general muy poca gente sobre la superficie sobreviviría; los restos arrastrados por el viento pulverizarían cualquier cosa que no fuera resistente a una explosión nuclear. Sin embargo, mucha gente bajo la superficie del suelo sobreviviría sin problemas. Si estuvieras en un sótano profundo (o mejor, en un túnel de metro) cuando sucediera, tendrías buenas probabilidades de sobrevivir.
También habría otros supervivientes afortunados. Los numerosos científicos y personal de la estación de investigación Amundsen-Scott, en el Polo Sur, estarían a salvo de los vientos. Para ellos la primera señal de que habría problemas sería que el mundo exterior de repente se quedaría en silencio.